11-M: la sentencia

por Emilio Campmany, 5 de noviembre de 2007

Curiosamente, la sentencia del 11-M, que es todo lo conspiracionista que podía ser a la vista de lo ocurrido en el juicio, ha sido vista por los oficialistas como una victoria y, lo que es más llamativo, ha sido aceptada por los conspiracionistas, como una derrota, por la mínima, si se quiere, pero derrota a fin de cuentas. No es así. La sentencia está más próxima de las tesis de El Mundo, de la COPE o de Libertad Digital, los principales medios tenidos por conspiracionistas, de lo que los medios oficialistas (el ABC y El País, sobre todo) pretenden hacernos creer o creen sinceramente.
 
Es necesario ir por partes.
 
Las pruebas bajo sospecha
 
Los conspiracionistas se quejan de que el tribunal ha aceptado la validez de pruebas que ellos tienen por falsas. Se trata, en esencia, de la mochila de Vallecas y de la Renault Kangoo. Recordemos brevemente: la mochila de Vallecas es el único artefacto explosivo que consiguió desactivar la Policía tras ser hallado en la comisaría del Puente de Vallecas adónde había sido llevada junto con todos los enseres recogidos en la estación de El Pozo tras las explosiones. La Renault Kangoo es la furgoneta aparecida en las inmediaciones de la estación de Alcalá de Henares la mañana de las explosiones en la que aparecieron un detonador y un trozo de cartucho Goma 2 ECO.
 
La mochila de Vallecas.- Las dudas que los conspiracionistas arrojan sobre la mochila de Vallecas se fundan en que: 1) no fue descubierta por los TEDAX tras revisar varias veces (entre dos y cuatro) los enseres recuperados de la estación de El Pozo; 2) éstos viajaron hasta la comisaría de Vallecas, de ahí al IFEMA, donde estuvieron unas horas sin que haya seguridad de que fueran correctamente custodiados, y luego a la comisaría de Puente de Vallecas; 3) durante el juicio, nadie llamó a declarar al inspector Álvarez, encargado de custodiar los enseres mientras se amontonaron en la estación, que, ante el Juez del Olmo, declaró en su día no reconocer la bolsa en que consistía la mochila de Vallecas. Todos estos factores inducen a los conspiracionistas a sospechar que la mochila fue colocada entre los enseres de El Pozo con posterioridad a que las explosiones tuvieran lugar con intención de dirigir la investigación (la tarjeta que contenía el teléfono móvil que haría las funciones de temporizador condujo al locutorio de Jamal Zougam, el único condenado como autor material, que fue detenido un día antes de las elecciones de 14 de marzo de 2004).
 
Hay que recordar que, inmediatamente después de producidas las explosiones, aparecieron en los trenes, en Atocha y El Pozo, dos artefactos sin estallar. Al intentar desactivarlos, deflagaron. La sentencia no dice nada al respecto, pero no debe descartarse la posibilidad de que estos dos artefactos fueran colocados en los trenes para ser descubiertos y dirigir la investigación con las evidencias que en ellos hallara la Policía. No debe hacerse porque, si la finalidad de los terroristas era condicionar las elecciones que iban a tener lugar tres días después, era esencial que la pista islamista se hiciera evidente antes del domingo. Es igualmente posible que la mochila de Vallecas fuera un tercer artefacto colocado en los trenes con la misma finalidad que los otros dos o puede que los terroristas, al ver que la Policía no había sido capaz de desactivar las dos mochilas “señuelo” colocadas al efecto en los trenes, se las apañaran para, aprovechando cualquier descuido, colocar esta tercera entre los enseres de El Pozo, bien en la misma estación, bien en el IFEMA. No obstante, es fácil que el tribunal haya concluido que no tiene demasiada importancia, a los efectos de considerar la mochila de Vallecas una prueba válida, que fuera un artefacto construido para estallar o para ser descubierto y desactivado o que hubiera sido colocado en los trenes, con cualquiera de las dos finalidades, o con posterioridad, en el IFEMA, porque, en todos los casos, los responsables de la colocación tendrían que haber sido forzosamente los terroristas. Luego, si fueron los terroristas los que la colocaron antes o después de las explosiones y con una u otra finalidad, la mochila, como prueba, ha de ser considerada válida. El que nadie durante la instrucción ni durante el juicio haya aportado ninguna prueba que acreditara que la mochila de Vallecas era un señuelo colocado por los terroristas obliga, además, al tribunal a deducir que se trató de un artefacto colocado en los trenes para hacer explosión y que, por defectos de fabricación, no llegó a estallar. Es verdad que alguna vez los conspiracionistas han insinuado la posibilidad de que la mochila fuera mezclada con los enseres de El Pozo por algún policía, pero ninguna prueba de ello hay en el sumario ni en el juicio y, por lo tanto, es una posibilidad que el tribunal no ha podido considerar.
 
La Renault Kangoo.- Respecto a la furgoneta, hallada la mañana del día 11 cerca de la estación de Alcalá y en la que aparecieron, entre otras cosas, un detonador, que condujo hasta Mina Conchita y restos de un cartucho de Goma 2 ECO, los conspiracionistas entendieron que podía ser una prueba falsa porque durante la inspección que se hizo del vehículo en el lugar donde fue hallado, se concluyó que la furgoneta estaba vacía y, además, un perro adiestrado no olfateó en ella resto de explosivo alguno. Sin embargo, cuando fue analizada en las dependencias de la Policía Científica, aparecieron dentro de ella multitud de objetos, la mayoría de ellos irrelevantes para la investigación. El tribunal ha concluido que la apariencia de estar vacía es compatible con el hecho de que aparezcan esos objetos tras un examen pormenorizado. Pero, aunque no lo diga, lo que seguramente ha pensado es que si, en efecto, la furgoneta era una prueba falsa, hubiera bastado esconder el detonador y el resto de explosivo sin tener que introducir, además, un sinfín de objetos sin interés. Es decir, es precisamente la multiplicidad de objetos lo que desacredita la acusación de falsedad pues el falsificador no tenía necesidad de introducir tanto objeto, sino que lo lógico es que se hubiera conformado con esconder en la furgoneta, después de haber sido llevada a dependencias policiales, el detonador y el resto de cartucho.
 
Por otra parte, concluir que la Renault Kangoo constituye una prueba falsa, obligaba al tribunal a aceptar la connivencia de la Policía en la construcción de la misma. Por eso, todos los ataques que desde el conspiracionismo se han hecho contra esta prueba han constituido velados ataques a la propia Policía. Ni en el sumario, ni en el juicio se ha podido probar que la Policía falsificara ninguna prueba. Por lo tanto, el tribunal no podía más que aceptar que la Renault Kangoo era una prueba válida.
 
El Skoda Fabia.- Por otro lado, el tribunal ha decidido rechazar la autenticidad del Skoda Fabia (aparecido el junio siguiente de 2004 en las inmediaciones de la estación de Alcalá con restos de ADN de algunos de los suicidas de Leganés) dando en este punto la razón a los conspiracionistas, que siempre han sospechado de ella. Es verdad que a veces lo han hecho con la idea de que el coche fue colocado allí por la Policía para apuntalar la versión oficial. Pero, el tribunal no ha llegado a esta conclusión. A diferencia de lo que ocurre con la Renault Kangoo, el tribunal ha podido rechazar la autenticidad del Skoda Fabia sin tener que poner con ello en tela de juicio la actuación de la Policía, salvo por el hecho de que la consideró auténtica, ya que el coche pudo ser llevado hasta las inmediaciones de la estación de Alcalá de Henares por cualquiera.
 
En resumen: el tribunal ha aceptado como prueba válida la mochila de Vallecas porque tiene la seguridad de que, de una manera o de otra, fue colocada allí por los terroristas; ha aceptado la prueba de la Renault Kangoo porque los hallazgos relevantes hechos en ella eran pequeños y, por lo tanto, compatibles con el que pareciera “vacía” en un primer examen; ha descartado en cambio la prueba del Skoda Fabia porque le ha parecido que el coche fue trasladado hasta la estación con posterioridad al atentado; no ha considerado que la Policía haya manipulado ninguna prueba porque no se ha demostrado nada al respecto.
 
De todo ello, deducen los oficialistas una victoria y los conspiracionistas, una derrota. Pero no hay tal. El tribunal da escasa importancia al hecho de no admitir el Skoda Fabia como prueba porque cree que, aunque la hubiera admitido, ello no alteraría mucho la relación de hechos probados. Y es verdad que no la cambiaría a los efectos de dictar sentencia, esto es, a la hora de determinar la culpabilidad o inocencia de los acusados, pero, en cambio, su rechazo como prueba válida es extraordinariamente relevante desde un punto de vista político y policial porque, si el tribunal considera que no está probado que el Skoda Fabia fuera empleado por los terroristas, cabe preguntarse: ¿quién lo llevó hasta allí con la intención de apuntalar con él la versión oficial? Si además el Gobierno, la Policía y la Fiscalía han demostrado un nulo interés en investigar esta posibilidad, no puede extrañar que los conspiracionistas sospechen que algo han podido tener que ver con ello. El Skoda Fabia no es, pues, relevante para la sentencia, pero la posible falsedad que la sentencia arroja sobre ella exige una investigación para descubrir si alguien intentó, por medio de la misma, dirigir las pesquisas del 11-M.
 
Los explosivos
 
Los conspiracionistas se han mostrado igualmente desilusionados con el tratamiento que ha hecho la sentencia de la cuestión de los explosivos. A la vez, los oficialistas han creído ver que la sentencia desbarata todas las “patrañas” que los conspiracionistas han montado alrededor de este tema. La verdad es que el tribunal no ha aceptado en este punto las tesis de ninguno de ellos.
 
Durante el juicio pudimos ver que los peritos nombrados por el tribunal no fueron capaces de determinar qué estalló en los trenes. Y eso es lo que concluye el tribunal. Lo que hace éste en la sentencia, en lo que sería su hilo lógico más importante, es construir dos silogismos sobre los que levantar las conclusiones que interesan a los efectos de determinar la culpabilidad o inocencia de los acusados.
 
Silogismo primero: El atentado se comete con explosivo; el único artefacto desactivado estaba compuesto de Goma 2 ECO; luego el atentado se cometió con Goma 2 ECO. Silogismo segundo: El Chino, supuesto líder de la célula de Leganés, compra a Trashorras gran cantidad de explosivo; el Chino revindica el atentado, que se ha cometido con abundantes explosivos; luego El Chino y su célula son los que han cometido el atentado. Sobre estos dos silogismos resultan las conclusiones más importantes que la sentencia contiene: el atentado lo cometió El Chino y su banda con la Goma 2 ECO comprada a Suárez Trashorras. ¿Podía el tribunal haber alcanzado otra conclusión tras el fracaso de la prueba pericial de explosivos? Sí: podía haber dicho que, dado que no se había probado que lo que había estallado en los trenes era Goma 2 ECO, tampoco se había probado que hubiera sido El Chino y su banda con la Goma 2 ECO adquirida a Suárez Trashorras y absolver, en consecuencia, a todos los acusados. Pero, para ello, habría tenido que descartar las pruebas existentes, no por haberse demostrado algo que las contradijera (tal y como habría ocurrido si los peritos hubieran estado en condiciones de aseverar con seguridad que lo estallado en los trenes no fue Goma 2 ECO), sino porque no había podido conseguir una última prueba con la que obtener una total seguridad. Y esta no es la forma en la que se conducen los procesos penales. No se aspira en ellos a tener una certeza absoluta de los hechos, sino una certeza razonable. Y el tribunal ha considerado que había pruebas suficientes para considerar demostrado que la mayor parte del explosivo empleado en el atentado fue la Goma 2 ECO procedente de Mina Conchita en base a los dos silogismos antes mencionados.
 
Estas son las más importantes derrotas de los conspiracionistas y, tal y como puede comprobarse, no constituyen derrotas absolutas y, en algunos casos, como ocurre con el Skoda Fabia, encierran alguna victoria y, en otros, como sucede con la mochila de Vallecas, no implica descartar la posibilidad de que tal prueba fuera un señuelo (hablaremos más de la mochila de Vallecas desde este punto de vista).
 
La absolución de los autores intelectuales o instigadores
 
La sentencia contiene una gran victoria de los conspiracionistas ahí donde era más fácil lograrla, pero no sólo, sino donde era más importante para sus tesis hacerlo. Sabemos que la sentencia ha absuelto de la comisión del atentado a los tres sujetos que la Fiscalía había señalado como instigadores y que, en el argot periodístico, vienen siendo conocidos como los “autores intelectuales”. Los conspiracionistas no han visto en ello una gran victoria y los oficialistas no parecen haberlo contemplado como una derrota. Y, sin embargo constituye las dos cosas. Hasta tal punto es así, que es el hecho más destacado por la prensa extranjera: “Absuelto el cerebro del atentado de Madrid” ha sido fuera de España el titular más frecuente
 
Los oficialistas le han querido restar importancia al asunto alegando que un atentado terrorista no necesita tener autores intelectuales para poder considerar resuelta la investigación del mismo. Respecto del 11-M, se equivocan. Un atentado como este necesitó dos cosas: una seria motivación, consistente en este caso en condicionar las elecciones del 14 de marzo, y una cuidada planificación. Puede aceptarse que la banda de El Chino sólo quiso hacer la yihad matando a cuanta más gente mejor y que diera la casualidad de que decidieron hacerlo en el día perfecto para condicionar las elecciones generales y entregar el Gobierno a la persona que había prometido retirar a las tropas españolas de Irak y que por eso, no se ha encontrado en los ordenadores, en las memorias USB rescatadas y en los papeles de El Chino y de los demás miembros de su banda ningún texto relativo a la conveniencia de la fecha en que se iba a cometer el atentado ni de los efectos políticos que con el mismo esperaban provocar. Pero lo que sí es absolutamente indispensable para la comisión de un atentado como el del 11-M es una cuidadosa planificación acerca de la construcción de las bombas, su colocación en los trenes, la determinación de los vagones y los lugares dentro de ellos, la cantidad de explosivo que habría de integrar cada bomba y la hora en que debían estallar para que lo hicieran todas ellas cuando los trenes estuvieran en las estaciones, donde harían más daño, y lo hicieran también poco más o menos al mismo tiempo, para no dar lugar a que el estallido prematuro de algunas advirtiera de la colocación de las otras. En toda la documentación digital y en papel relacionada con la célula de El Chino y recuperada por la Policía no hay nada de esto. Sí hay papeles genéricos sobre la yihad, el islam radical y demás, pero nada que haga referencia a la planificación concreta del atentado.
 
Podemos aceptar con los oficialistas que no es necesario que, tras un atentado como el del 11-M, haya autores intelectuales o instigadores, siempre que la decisión de atentar y la planificación haya sido realizada por los autores materiales. La versión oficial viene sosteniendo que este papel fue desempeñado por El Egipcio y dos acusados más (recuérdese que se nos dijo que El Egipcio era un experto en explosivos a consecuencia de su destino durante su servicio militar y resultó luego que había echo la mili en oficinas gracias a su buena caligrafía). El hecho de que todos ellos hayan sido absueltos no significa que la sentencia considere que los que decidieron y planificaron el atentado fueron el Chino y los demás miembros de la célula de Leganés. Muy al contrario, la primera frase del apartado de “Hechos probados” de la sentencia es muy explícita la respecto: “Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, Jamal Ahmidan, alias El Chino, Mohamed Oulad Akcha, Rachid Oulad Akcha, Abdennabi Kounjaa, Asrih Rifaat Anouar, Allekema Lamari y una octava persona que no ha sido identificada, junto con otras que se dirán, en la mañana del día 11 de marzo de 2004 colocaron, en cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid, trece artilugios explosivos de iniciación eléctrica compuestos por dinamita plástica y detonador alimentados y temporizados por un teléfono celular o móvil”. No dice “planificaron”, “decidieron”, o algo similar, ni aquí ni en ningún otro lugar de la sentencia. Es decir, la parte de la versión oficial que confirma la sentencia se refiere tan sólo a que la célula de Leganés “colocó” las bombas en los trenes, pero sigue sin considerar probado nada en lo relativo a quién lo decidió y quién lo planeó. Naturalmente, la sentencia no excluye que pudieran haberlo decidido y planeado los mismos que lo ejecutaron, pero tampoco excluye que pudieran haberlo hecho otros.
 
El problema es mucho más serio de lo que quieren hacer creer los oficialistas. De hecho, al empeñarse la Fiscalía en señalar a El Egipcio como el instigador principal, como el cerebro del 11-M, cegó cualquier otra vía de investigación que pudiera conducir a los verdaderos instigadores. Es decir, renunció prematuramente a descubrir lo que más importa del 11-M: quién decidió el atentado y quién lo planeó.
 
Al contemplar la reacción de la prensa internacional y viendo que la tesis de que los que decidieron y planearon el 11-M tienen que ser los mismos que lo cometieron no aparece en ninguna parte de la sentencia, los oficialistas han comenzado a desacreditar la sentencia en lo que a la absolución de El Egipcio se refiere. El sábado, día 3 de noviembre, empezó haciéndolo el ABC  publicando la siguiente noticia: “La inteligencia alemana investiga los vínculos de El Egipcio con células locales”. O sea, que El Egipcio pudo muy bien decidir y planear el 11-M y lo único que ocurre es que aquí, en España, por un exceso de garantismo exigido por el in dubio, pro reo hemos creído insuficientes las pruebas que le inculpaban. Al día siguiente, el domingo, día 4, el ABC volvía a la carga y recogía las manifestaciones de Pablo Llerena, miembro de la Ejecutiva de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura, en las que dijo que “La absolución de ‘El Egipcio’ como autor intelectual no prueba que sea inocente”, lo cual supone un extraño ataque al principio de que toda persona es inocente mientras no se demuestra lo contrario.  Ese mismo día, Ekaizer, que consideró a El Egipcio la “pistola humeante”, la prueba de cargo esencial para explicar el atentado islamista como una consecuencia lógica de nuestra intervención en Irak, publicó en El País un extraño artículo en el que, después de darnos la obvia lección de derecho para explicarnos que penalmente sólo puede hablarse de instigadores y nunca de autores intelectuales, acusa veladamente al magistrado Alfonso Guevara, miembro del tribunal, de haber influido decisivamente en el ánimo de sus dos compañeros para absolver a El Egipcio a pesar de existir, se supone, pruebas suficientes para condenarlo. Si no importa la absolución de El Egipcio, ¿por qué tanto esfuerzo para que siga pareciendo culpable? Los oficialistas están cayendo en lo que dijeron que caerían los conspiracionistas si la sentencia confirmaba la versión oficial: desacreditan la sentencia en lo que les es adversa y la halagan cuando “desbarata las patrañas” de los conspiracionistas. Algunos, que se tienen por neutrales, han querido ver en ello una especie de deseo del tribunal de equidistar de unos y otros, cuando, en realidad, el tribunal se ha limitado a condenar en base a lo que ha considerado honradamente hechos “razonablemente” probados. Al hacerlo, les ha dado más razón a los conspiracionistas que a los oficialistas, sin pretender con ello encontrar ningún justo medio, que es cosa que nunca estuvo en su intención. Quizá haya hecho algo más, pero es algo muy distinto a tratar de colocarse a igual distancia de tirios y troyanos. Lo veremos al final, cuando hablemos de Zougam.
 
Lo que ahora hay que subrayar es la gravedad de que, tras tres años y medio de investigación judicial y policial, y tras un juicio de 4 meses y una sentencia de setecientos folios no sepamos quién decidió y planeó el 11-M. Y es que, por mucho que les pese a los oficialistas, si no lo sabemos, es porque pudo ser cualquiera, desde los mismos que lo perpetraron (posible, pero improbable, al no haber encontrado ningún documento relativo a la estrategia y planificación de la acción terrorista) hasta la misma ETA (también improbable, a la vista de lo que se ha investigado al respecto, aunque pudo hacerse más) pasando por los servicios secretos marroquíes (que nunca han sido seriamente investigados, y que han vuelto a ser considerados como hipótesis de la que partir por periodistas, como Jesús Cacho, y expertos en el Magreb, como Carlos Ruiz Miguel).
 
De modo que, la guerra política y mediática al rededor del 11-M no ha terminado. Conforme vaya pasando el tiempo, se harán cada vez más evidentes los dedos acusadores que la sentencia contiene contra la versión oficial y se harán igualmente evidentes, más allá de las investigaciones que la sentencia cierra, las que deja abiertas. Veamos alguna de ellas.
 
La absolución de Bouchar
 
Algunos autores conspiracionistas, como Luis del Pino o el mismísimo Pedro J. Ramírez, han puesto de relieve la contradicción que contiene la sentencia al considerar un hecho probado que los siete suicidas de Leganés colocaron las bombas en los trenes y concluir a renglón seguido que el único miembro de la célula procesado, no lo hizo. En efecto, Bouchar es el miembro de la célula que bajó la basura el día que la Policía cercó a la célula en Leganés y que, al percatarse de la presencia policial, huyó, siendo posteriormente detenido por la policía serbia. Es decir, si no llega a ser porque bajó la basura, lo más probable es que se hubiera suicidado junto con sus compañeros de célula. Da la impresión de que el tribunal ha aceptado como hecho probado uno que no podía conllevar ninguna injusticia, pues estaba referido a personas fallecidas, los suicidas de Leganés, y que en cambio ha preferido en conciencia no darlo por probado para el que está vivo y podía verse, por tanto, seriamente perjudicado por él. Este es, en realidad, el único defecto de la sentencia. Ahora bien, con ser un defecto, es un defecto querido. El tribunal se hallaba ante la siguiente disyuntiva: 1) tener que declarar que no se ha probado que la célula de Leganés colocó las bombas en los trenes (contradiciendo los dos silogismos a los que se hizo referencia) y que, por tanto, no está probado que Bouchar, como miembro que era de esa célula colocara las bombas, en cuyo caso habría provocado un gran escándalo porque toda la investigación policial y judicial se hubiera venido abajo; o 2) decir que está probado que la célula de Leganés decidió y planeó la colocación de las bombas y, por lo tanto, con independencia de que Bouchar estuviera o no el 11 de marzo en alguno de los trenes colocando alguno de los explosivos (el único testigo que lo reconoció se desdijo durante el juicio), como miembro de la célula que lo decidió y planeó, hay que considerarlo responsable de la comisión del atentado. Pero, el problema estriba en que no está probado que la célula decidiera y planeara el atentado, sino sólo que colocó las bombas, sin que se pueda determinar con seguridad, a pesar de lo que afirma la sentencia en la frase inicial de los hechos probados, anteriormente recogida, quiénes de ellos en concreto lo hicieron. Por eso no se ha atrevido a condenar a Bouchar, porque no está acreditado que la célula lo decidiera y planeara y porque no está probado cuáles miembros de la célula cometieron el atentado colocando las bombas. Así pues, esto, más que un defecto, es una forma de llamar la atención sobre un asunto que el tribunal no tiene obligación de resolver, pero que es trascendental: no se sabe quién decidió y planeó el atentado. Así es como hay que entender esta contradicción voluntaria del tribunal.
 
La condena de Zougam
 
También es chocante que, en cambio, se condene a Jamal Zougam en base a que fue reconocido en uno de los trenes, tras desdeñar los testimonios de aquellos que lo vieron en otros convoyes de forma que, al menos uno de ellos,  resulta incompatible con los otros. Lo es porque, durante el juicio, no se ha acreditado que Zougam tuviera ninguna relación con la célula de Leganés, más allá del hecho de que algunos miembros de ésta hicieron algunas compras en su locutorio. El que el teléfono móvil de la mochila de Vallecas contuviera una tarjeta telefónica vendida en el locutorio de Zougam habla más a favor de su inocencia que de su culpabilidad, pues, si fuera cierto que suministró las tarjetas para construir las bombas, es absurdo que, tras saberse que se había desactivado una mochila, se quedara tranquilamente en su casa a esperar a ser detenido, salvo que estuviera cumpliendo la labor de señuelo como conocido radical islámico que era.
 
Aparentemente el tribunal se ha fijado tan sólo en dos hechos: que fue reconocido indubitadamente por tres testigos en el tren que estalló en Santa Eugenia y que el acusado ha negado tajantemente haber estado en los trenes. Si hubiera confesado desde el principio que estuvo en el tren y aportado una explicación suficiente a su presencia en el mismo, habría sido absuelto.
 
Pero como ha seguido negando hasta el final que estuviera en el convoy y ha sido suficientemente identificado por tres testigos, el tribunal ha llegado a la conclusión de que era uno de los terroristas. Puede, además, que el tribunal haya llegado a la convicción de que Jamal Zougam sabe más de lo que cuenta y de que está, desde luego, relacionado con el atentado, pero de un modo distinto a como lo ha presentado la Fiscalía. Dos de los tres testigos que lo vieron en el tren que hizo explosión en Santa Eugenia, al describir su comportamiento, recuerdan que dio algunos codazos, se apoyó en el hombro de una de ellas y tuvo, por lo general, un comportamiento que puede hacer creer que quería llamar la atención. No sólo, sino que una de las testigos que ha sido desdeñada recuerda que le preguntó con ocasión de una parada si la siguiente estación era la de Atocha. El haber suministrado la tarjeta de un artefacto que podía estar preparado para no estallar y el ser un marroquí tenido por islamista radical, aunque no se le ha probado nunca ninguna relación con célula terrorista alguna, lo hacían ideal para que su rápida detención, gracias a la tarjeta telefónica y a la identificación de algunos testigos, diera al electorado la seguridad de que el atentado había sido obra de la yihad y votar conforme a este hecho. Cabe pues la posibilidad de que Zougam se prestara a ser el señuelo de los terroristas y que se subiera a varios trenes para que el testimonio contradictorio de varios testigos anulara los de todos (recuérdese que los que dicen haberlo visto, lo describieron con diferentes ropas). No deja de ser además notable que haya varios testigos que recuerdan a Zougam y sólo uno que recuerde a uno de los miembros de la célula de Leganés (a Allekema Lamari). Si el tribunal abriga las sospechas aquí expuestas, cabe la posibilidad de que haya decidido condenar a Zougam, a pesar de que las pruebas contra él no son del todo concluyentes, para forzarle a que cuente todo lo que sabe, sin que se le plantee por ello mayor problema moral ya que se trataría de una condena en todo caso justa, desde el momento que están convencidos de que Zougam ha participado en el atentado, como colocador de bombas o como señuelo.
 
Si la condena de Zougam llega a ser firme (su abogado ha manifestado airadamente que recurrirá la sentencia), Zougam puede convertirse en la bomba de relojería que haga estallar en pedazos la versión oficial dentro de unos meses.
 
Conclusiones
 
Las conclusiones son dos, muy sencillas: no sabemos aun toda la verdad y el tribunal ha hecho un esfuerzo notable para que, con la escasez de medios de que dispone y sin perder de vista su principal misión, que es la de juzgar, y condenar y absolver allí donde deba hacerlo, la sentencia ayude a descubrir esa verdad que todavía se nos escapa. Un magnífico trabajo. El que los conspiracionistas no lo reconozcan y el que los oficialistas crean que constituye un respaldo a sus tesis sin realmente serlo incrementa su valor.