Al Qaida se recicla y retroalimenta en Yemen
por Carlos Echeverría Jesús, 28 de mayo de 2012
A quienes todavía tienen dudas sobre si a día de hoy aún se puede hablar de Al Qaida en términos de amenaza yihadista salafista de alcance global, lo honesto es seguir dándoles la dirección de la red terrorista en diversos escenarios del mundo, en particular en Yemen. Aunque es cierto que quienes actúan en Yemen en términos yihadistas salafistas son, entre otros, una franquicia de “Al Qaida central” – Al Qaida en la Península Arábiga (en adelante, AQPA) surgida de la fusión del grupo saudí y del yemení fieles a Osama Bin Laden en 2009 -, pero también apéndices de esta como Ansar Al Sharía como veremos en este análisis, lo relevante es que la forma de actuar, con contundencia y en diversos escenarios, y las características del país del que estamos hablando, hacen del mismo un lugar en el que la marca del desaparecido líder puede engrasar perfectamente su maquinaria letal.
En Yemen Al Qaida encuentra un enemigo al que batir, una situación de debilidad que explotar, un campo de batalla en el que hacer frente a sus enemigos locales y foráneos – con los EEUU a la cabeza, pero también a Arabia Saudí -, y la suficiente elaboración doctrinal y organización para irradiar su veneno desde dicho país árabe tanto en términos propagandísticos como puramente operativos.
Un enemigo al que batir
La matanza de un centenar de militares yemeníes ejecutada por un suicida el 21 de mayo en Sanaa, la capital, pasará a los anales de los atentados propiciados por Al Qaida. Aunque en estos últimos años hemos corrido el riesgo de acostumbrarnos a las matanzas masivas de Al Qaida, lo cierto es que el macroatentado de Sanaa conviene que no lo olvidemos. Tal capacidad letal sirve para recordarnos que no hay que bajar la guardia frente a un enemigo que, aunque en términos estadísticos ya no es lo que era, sigue teniendo voluntad destructiva y la manifiesta en escenarios más dispersos y con menor efecto mediático que si lo hiciera en suelo occidental. Esta matanza no es la más importante cometida en Yemen pero sí es la mayor realizada en su capital, y por tanto con mucho más efecto propagandístico que otras. En términos de letalidad baste recordar que el pasado 4 de marzo elementos de AQPA atacaban un acuartelamiento del Ejército cerca de Zinjibar, en la atribulada provincia meridional de Abyan, y tras hacerse con el armamento de todo tipo que en este se guardaba asesinaron a 180 militares y secuestraron a otros 55 que fueron llevados como rehenes cuando los terroristas abandonaron la base. Semanas después, el 7 de mayo, una cuarentena de militares morían en el marco de un ataque lanzado por AQPA contra la 115ª Brigada de Infantería en la localidad de Zinjibar. A todo esto hay que añadir, por supuesto, el atentado lanzado el 3 de junio de 2011 contra el Palacio Presidencial que casi le cuesta la vida al entonces Jefe del Estado, Alí Abdallah Saleh, y que aceleró el proceso que culminó con su salida del poder en el otoño de ese año. Es cierto que este tipo de ataques es presentado por algunos analistas como parte de una ofensiva en términos clásicos de una insurgencia contra un régimen al que se quiere derrocar, alejándolos así de la categoría de atentados realizados por un grupo terrorista que ya no tendría hoy la envergadura de otrora. Sin embargo, creo que es preciso destacar, por un lado, que inventariar a AQPA, Ansar al Sharía e incluso lo que de “Al Qaida Central” pudiéramos identificar en Yemen, nos permite confirmar que la amenaza contra la seguridad del país sigue estando encabezada por terroristas, y, por otro, que la diversidad de respuestas que se le da a dicha amenaza – operaciones militares, por un lado, y ataques selectivos estadounidenses, por otro, pero sin formar parte unos y otros de una estrategia unificada que busque la derrota del enemigo – no hará sino debilitar a esta pero no hacerla desaparecer. A título de ejemplos, el 14 de abril un ataque selectivo realizado por un avión no tripulado (UAV) estadounidense eliminaba a siete miembros de AQPA en la ciudad de Al Zahar, situada al sur de la capital, Sanaa; el 22 del mismo mes era eliminado un importante cabecilla de AQPA, Mohammed Saeed Umda, en la provincia de Mareb, y en la primera semana de mayo otro cabecilla de AQPA, esta vez un histórico como Fahd Al Qasaa, vinculado por los EEUU al atentado suicida de Al Qaida que en 2000 acabó con la vida de 17 tripulantes del “USS Cole” en el puerto de Adén, moría al lanzarse contra él otro ataque con un UAV. Estas operaciones quirúrgicas provocan daños en el enemigo, sin duda, pero no contribuyen a vencerlo pues no se ven acompañadas de un control efectivo del terreno por parte de las Fuerzas Armadas yemeníes. Este último punto es clave, incluso cuando los ataques aéreos son más substanciosos como lo fueron los ejecutados el 3 de abril y que, según fuentes de la Fuerza Aérea yemení, las acciones combinadas de la misma y de elementos de apoyo estadounidenses habrían acabado con la vida de decenas de miembros de AQPA.
En este punto convendría no olvidar que el debilitamiento progresivo de “Al Qaida central”, gracias a la labor combinada de muchos actores en muchos rincones del mundo, es algo por lo que hay que felicitarse, pero a renglón seguido hemos de insistir en que ello no supone en absoluto la desaparición, ni siquiera progresiva, de la amenaza. De hecho el funcionamiento de Al Qaida no sólo permite sino que estimula el activismo de sus franquicias, con un “modus operandi” que le permite la ubicuidad y alimentar su misión propagadora de la ideología letal que la sostiene. Por ello discutir a estas alturas si la matanza de Sanaa es obra de “Al Qaida” o de AQPA es, al menos para mí, irrelevante. En realidad, quien ha reivindicado esta atrocidad ha sido Ansar Al Sharía, un grupo ligado a AQPA y, en consecuencia, miembro de la nebulosa de Al Qaida. Un verdadero terrorista yihadista salafista debe de estar preparado para actuar en cualquier lugar del mundo, en solitario o en grupo independientemente de los componentes que pueda tener este. Golpear al enemigo apóstata y al infiel, allá donde se produzca tal ataque, es lo importante, y si los yihadistas salafistas rechazan de partida las fronteras y las banderas nacionales mostramos ignorancia si pretendemos añadir el epíteto de la nacionalidad a quienes como tales actúan.
Una situación de debilidad que explotar
Cada vez se hace más evidente que la “solución” saudí a las revueltas en Yemen no es tal, y que la designación formal, el pasado 25 de febrero, de Abdel Rab Mansur Al Hadi, quien fuera Vicepresidente del apartado Presidente Saleh, como nuevo Jefe de Estado, no ha aportado estabilidad al país. Con esta maniobra saudí los países occidentales y el resto del mundo se daban por satisfechos: incapaces de visualizar otra posible solución daban por buena la fórmula que el “hegemón” de la Península Arábiga imponía.
Habrá quien diga ahora que aún es pronto para hacer valoraciones sobre la evolución de Yemen, que hay que darle tiempo y que el proceso – como el de los demás escenarios de revueltas árabes – habrá que verlo en perspectiva. El problema de aproximaciones tan voluntaristas es que, de facto, están asumiendo que el baño de sangre que se pueda producir durante el proceso es inevitable y eso algunos no queremos aceptarlo. El vacío dejado por un Presidente que había cumplido treinta y tres años en el poder, el desplazado Saleh, ha generado un agravamiento de la situación en un país que es clave en términos geoestratégicos y que Al Qaida “cultiva” desde antiguo. El que la maniobra política ahora realizada esté legitimada por unas elecciones – las del 21 de febrero – o el que la misma sea obra de estrategas árabes no quiere decir que sea necesariamente una buena opción, y si lo que hace es contribuir a empeorar aún más las cosas hay que tener la valentía de denunciarlo.
En las susodichas elecciones de febrero Al Hadi era candidato único y su realización ponía punto final al plan saudí legitimado en el seno del cada vez más visible Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) que había llevado previamente a la renuncia a la Presidencia de Saleh, realizada en octubre de 2011 y a cambio de la inmunidad. En realidad las elecciones poco han hecho en términos de cambio pues la formación gubernamental Congreso General Popular (CGP) sigue dominando el Parlamento, varios miembros de la familia del Presidente saliente siguen copando importantes puestos en los círculos del poder (su sobrino, el General Yehya, mandaba la Seguridad Central diezmada por el atentado suicida del 21 de mayo y fue destituido del mismo por el Presidente Al Hadi como respuesta inmediata) y el Jefe del Estado actual no goza de apoyo popular alguno. Por todo ello hablar como se habla de elaborar una nueva Constitución y preparar todo un calendario electoral no deja de ser un artificio. La única fuerza que tiene solidez,organización y proyecto de sociedad es Islah, un conglomerado de Hermanos Musulmanes y salafistas yemeníes que aquí se presentan peligrosamente unidos y no separados como en Egipto o en Túnez. Por otro lado, las rémoras que podíamos inventariar antes perduran haciendo de Yemen un campo de batalla ideal para los yihadistas salafistas como veremos en el siguiente epígrafe.
Un campo de batalla para hacer frente a enemigos locales y foráneos
En Yemen la estructura del poder sigue en buena medida siendo la misma, y los desafíos a los que tiene que hacer frente también. Los shiíes houthis siguen desafiando al poder central desde su reducto de la provincia de Sa’ada, en el norte, donde desde 2004 se han librado cuatro guerras que han terminado en falso con endebles acuerdos de paz; los separatistas siguen siendo fuertes en seis provincias del sur del país poniendo de manifiesto que la unión de los dos Yemen patrocinada en la década de los noventa por Arabia Saudí fue forzada como forzados son ahora los cambios que desde Riad se están imponiendo; y Al Qaida, sí Al Qaida a través de su franquicia AQPA, actúa de forma enérgica en la provincia de Abyan – el epicentro de su activismo – y en otras adyacentes también meridionales como Hadramout, Lahaj o Chabwa. Es significativo que Al Qaida haya asesinado ahora, el 21 de mayo, a un centenar de soldados yemeníes que ensayaban un desfile preparado para conmemorar al día siguiente el 22º aniversario de la unión de los dos Yemen.
Shiíes levantiscos, separatistas que ejercen como tales y todo ello con el telón de fondo de una sociedad profundamente tribal que además constituye el país árabe más pobre y más armado hacen de Yemen un paraíso para Al Qaida. Aunque he repetido hasta la saciedad, para tratar de desdecir las manidas afirmaciones simplistas, que la pobreza no genera automáticamente radicalización y terrorismo es indudable que, en determinadas circunstancias, sí ayuda. Lo hace cuando nos referimos a sociedades en las que el virus de la radicalización existe, y la yemení es sin duda una de ellas. La que fue cuna de Bin Laden y desde la que salió su familia hacia la vecina Arabia Saudí es una sociedad minada por las desigualdades y otras lacras sociales: el 34% de la población está en paro, el 45% vive por debajo del umbral de la pobreza, el 50% es analfabeta, un 46% tiene menos de quince años agudizando la frustración y el 73% vive estancada en el complejo (por tribal) y belicoso mundo rural. En cuanto a la proliferación de armas ligeras se estima que circulan unos 10 millones de armas de este tipo y ello para una población de 24 millones de habitantes.
En este escenario Al Qaida actúa a sus anchas y tiene una fuerte implantación en la provincia meridional de Abyan, en la que ocupa ciudades comenzando por la capital, Zinjibar, tomada en mayo de 2011 aprovechando el caos de las revueltas, y siguiendo por otra importante como es Radda, puesta temporalmente bajo control en enero de 2012. Aunque la ocupación de estas y de otras ciudades no es permanente los terroristas sí se hacen con ellas durante cierto tiempo, las abandonan y las vuelven a tomar poniendo así de manifiesto el escaso control que las autoridades ejercen sobre el territorio: Zinjibar permaneció bajo control de los yihadistas entre mayo y septiembre de 2011 y volvieron a atacarla en febrero de 2012 recuperando las autoridades el control de la misma el 24 de abril; y Radda fue ocupada durante una semana en febrero de 2012 y luego ha vuelto a ser atacada en diversas ocasiones. Su implantación le permite atacar prisiones para liberar a sus presos, su firma con los atentados suicidas – el último el susodicho de Sanaa el 21 de mayo – es la habitual en estos terroristas y fue emblemático el ataque de ese tipo realizado en la ciudad portuaria de Mukalla el 25 de febrero para saludar la toma de posesión como Presidente de Al Hadi y que provocó 26 muertos y múltiples heridos. También atacan acuertelamientos y comisarías, destacándose el producido el 31 de marzo contra una base del Ejército en la provincia de Lahj, que provocó la muerte de 17 militares y de 13 terroristas y al que sólo se le pudo poner fin gracias al apoyo aéreo brindado por aviones y helicópteros que acudieron a salvar la situación. El 10 de abril era Ansar Al Sharía el grupo que atacaba un acuartelamiento del Ejército en la provincia de Marib matando a al menos 8 militares.
La intensidad de los combates librados muestra la importancia de los medios humanos y materiales con los que cuentan los terroristas, así como la motivación de estos. Por referirnos sólo a acontecimientos recientes, el 1 de abril siete policías eran asesinados en Chibam, en la provincia de Hadramout, y ello un día después de que 28 militares y 12 miembros de AQPA murieran en enfrentamientos en la provincia también meridional de Lahaj que siguieron a un ataque terrorista a un gasoducto en la provincia de Chabwa. El 17 de ese mismo mes un terrorista suicida asesinaba a tres soldados en la provincia de Abyan. Al Qaida demuestra en Yemen su capacidad para combatir en ambiente tanto rural como urbano, realiza tanto ataques convencionales como atentados suicidas y alimenta su actividad proselitista y su manejo propagandístico de su Yihad guerrero y, sobre todo, su voluntad de seguir combatiendo y de utilizar a Yemen como plataforma para exportar su lucha por doquier, resistiendo el empuje combinado contra ella que realizan fuerzas gubernamentales, alianzas tribales y el apoyo desde el aire de los UAV estadounidenses. La matanza de Sanaa es en buena medida una respuesta a la gran ofensiva lanzada desde diez días antes por el régimen para tratar de aplicar lo que el Presidente Al Hadi ha expresado en diversas ocasiones desde que llegara al poder por el manejo saudí antes citado: su voluntad de acabar con el terrorismo para poder normalizar el país. Dicha ofensiva habría provocado – antes del susodicho atentado – 234 muertos según un recuento de la agencia de noticial France Presse: 158 serían miembros de AQPA, 41 militares, 18 miembros de las fuerzas de seguridad y 17 civiles.
Finalmente, y aunque la presencia de súbditos extranjeros es residual en Yemen, y más en las zonas más peligrosas, los terroristas aprovechan para, cuando pueden, atacar objetivos foráneos: tal fue el caso del asesinato, realizado el 18 de marzo, de un profesor estadounidense en la provincia de Taiz y que fue reivindicado por AQPA. Pero aparte de los objetivos occidentales los terroristas también atacan a objetivos extranjeros de origen árabe: es el caso del Vicecónsul saudí en Adén, el diplomático Abdullah Al Khaldi, quien fuera secuestrado en abril en una acción que fue reivindicada por AQPA el día 17 de ese mes exigiendo por su liberación un rescate y la puesta en libertad de un número indeterminado de presos. Vemos también aquí que las prácticas de AQPA son similares a las de Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) y son alentadas desde su refugio paquistaní por el emir de Al Qaida, el egipcio Ayman Al Zawahiri.
Elaboración doctrinal y organización de los yihadistas salafistas en Yemen
Mucho se habla hoy de que Afganistán ha dejado de ser para siempre el centro de operaciones de Al Qaida que fue, afirmación liderada por el Presidente Barack H. Obama y que sirve perfectamente para preparar la retirada del país centroasiático y para hacer un balance positivo de una década larga de esfuerzo antiterrorista global. De lo que se habla menos es de si hay – o puede haber – otros centros de operaciones. Lo que hemos venido denominando como la “dispersión de la red de redes terrorista” tras ser desalojada de Afganistán viene bien para despejar al menos esa visión inaceptable de un país concreto como base central del terrorismo yihadista salafista. Por otro lado, para algunos la idea de dispersión es reflejo de debilitamiento, de agotamiento progresivo y de proceso imparable hacia poco menos que la disolución final de la amenaza. Pero el problema es que esto no tiene porqué acabar así, y la dispersión lo que puede hacer es crear múltiples centros de operaciones para una amenaza distinta, debilitar nuestra percepción de la amenaza y, con ello, nuestro esfuerzo para contrarrestarla, y hacer la letalidad menos perceptible aunque esta alcance niveles que, bien mirados, son inaceptables. Yemen y algunos escenarios africanos del terrorismo yihadista salafista nos están dando la razón, creo, a quienes tenemos esta forma diferente de ver y de evaluar la magnitud de la amenaza.
Que Yemen ha venido siendo una plataforma privilegiada para diseñar y ejecutar acciones terroristas dentro y fuera del país lo sabemos y hay múltiples ejemplos para ilustrarlo. Sin ir más lejos, los EEUU ponían al descubierto a principios de mayo un plan urdido por los yihadistas salafistas en Yemen para hacer estallar en vuelo un avión comercial estadounidense. Sería muestra del empeño de Al Qaida por atacar de forma imaginativa a los EEUU y a sus intereses en el mundo, como ya se hiciera previamente desde el país árabe tanto con el terrorista nigeriano en vuelo a Detroit como con el envío posterior de material explosivo en aviones de transporte de carga. Si algo identifica a Al Qaida es la persistencia, y si no recordemos cómo entre el atentado frustrado del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino contra París desde el aire – en la Navidad de 1994 – y los macroatentados del 11-S en suelo estadounidense hubo algo menos de una década en la que los terroristas maduraron su idea y aprendieron a pilotar aviones de pasajeros. El intento frustrado de atentado contra dichos medios de transporte en tránsito hacia Norteamérica con líquidos portados por los terroristas en cabina, de 2006, estará siendo sin duda analizado en términos de perfeccionamiento y la experiencia nos está demostrando que eriales de seguridad como Yemen se están convirtiendo en los centros de investigación terrorista para llevar adelante sus imaginativas y letales acciones.
Una de las reflexiones más recientes sobre el futuro de Yemen como campo de batalla yihadista salafista ha sido alimentada por el efecto combinado de la optimista visión de los líderes de AQPA y de otros grupos que actúan en la zona, derivada de su intenso activismo que como vemos impresiona al inventariarlo, y la más pesimista derivada de algunos de los documentos intervenidos en el refugio paquistaní de Bin Laden, en Abbottabad el 2 de mayo de 2011. Bin Laden expresa su recelo ante el solapamiento de la causa propia de los sudistas yemeníes y el activismo yihadista de AQPA y de sus satélites, presentándolo como un elemento debilitador. Bin Laden transmitía en esos escritos ahora seleccionados y hechos públicos una inquietud alimentada además con la experiencia previa en Irak: los ataques masivos, suicidas o no, ejecutados en sociedades donde el tejido tribal es muy tupido, como la son la yemení y la iraquí, acaban costando muchas vidas que son contabilizadas por las distintas tribus creando agravios y dividiendo el frente de combate contra el régimen en el que, en principio, están situados unos y otros. Es evidente que esta cuestión puede pasar a ser importante en las próximas semanas y meses, y la advertencia de Bin Laden poniendo en evidencia los “errores de Irak” cometidos por sus acólitos en aquel país árabe puede tener su lógica e incluso puede llevar a reflexionar a los cabecillas terroristas sobre cómo diseñar sus futuras acciones, pero lo que es evidente es que matanzas como la ejecutada en Sanaa el pasado 21 de mayo no reflejan lecciones aprendidas en esa línea. Por otro lado, si en Yemen tiene que repetirse necesariamente el “fracaso para los yihadistas” que Irak habría supuesto está por ver, y sería irresponsable conformarse con aceptar que va a ser así y que podemos permitirnos esperar algún tiempo hasta que la amenaza se vea eclipsada gracias a la emergencia de importantes contradicciones en su seno. Finalmente, tampoco está de más llamar a la reflexión sobre la filtración ahora de una selección de documentos, es decir, no de todosm adjudicables a Bin Laden. Nada más fácil que querer dar una imagen de derrotismo en el corazón del terrorismo yihadista salafista global, sobre todo cuando hay prisa para irse de Afganistán, pero mientras los terroristas se sigan manifestando como acaban de hacerlo en Sanaa, o como también lo hacen en el norte de Nigeria, creo que es irresponsable precipitarse en cantar victoria.