Cap. II: Oriente Medio y el Magreb (Balance del terrorismo en el mundo en el año 2003)

por Juan Avilés, 13 de julio de 2004

El terrorismo representa una estrategia apropiada para la parte más débil en un conflicto asimétrico, es decir un conflicto en el que existe una gran desproporción entre las fuerzas de las dos partes enfrentadas. No hacen falta muchos recursos humanos ni materiales para cometer un atentado que tenga unas grandes repercusiones psicológicas y políticas en la población civil atacada. Por otra parte, las situaciones de conflicto asimétrico tienden a generar fuertes sentimientos de humillación en la parte más débil, y la humillación constituye uno de los más importantes resortes psicológicos que pueden empujar a una persona hacia una línea de acción en principio tan repugnante como el asesinato a traición de personas indefensas.
 
En los últimos años, incluido el 2003, la mayor parte de los atentados terroristas han tenido lugar en países musulmanes, o en lo que hemos llamado las fronteras del Islam, y uno de los resortes de esa violencia terrorista se encuentra en la extendida percepción de que el Islam se encuentra amenazado por todo tipo de enemigos. En su texto más extenso, la llamada Epístola ladenesa de 1996, Osama Bin Laden describió un panorama mundial en que los musulmanes perecían a manos de sus enemigos en Palestina e Irak en primer lugar, pero también en Líbano, Tayikistán, Birmania, Cachemira, Assam, Filipinas, Somalia, Eritrea, Chechenia y Bosnia. Desde la perspectiva yihadista cualquier conflicto en que una de las partes es musulmana se convierte en una manifestación de la ofensiva general contra los musulmanes que promueven los judíos y los cruzados. El problema es que esa percepción no es exclusiva de gentes como Bin Laden, sino que se encuentra muy difundida en todo el mundo islámico, por lo que constituye una gran baza para el reclutamiento de nuevos terroristas.
 
En la lista de los países afectados en 2003 por los atentados terroristas más sangrientos, publicada en la primera parte de este estudio, destacan, al margen del caso muy especial de Uganda, tres países: Israel, Irak y Rusia. Desde la perspectiva yihadista se trata de tres estados en los que unas poblaciones musulmanas (palestinos, iraquíes y chechenos) se ven oprimidas por potencias infieles, una percepción que, hay que insistir en ello, es ampliamente compartida por la opinión pública de los países musulmanes. Por ese motivo los casos de Palestina, Chechenia e Irak pueden ser considerados como los tres conflictos centrales que estimularon el terrorismo en el año 2003. Nos ocuparemos sucesivamente de los tres, para a continuación examinar los casos de otros países de Asia occidental y África del Norte que han padecido también atentados importantes en el pasado año: Arabia Saudí, Marruecos, Turquía y Argelia.
 
2.1.  Palestina
 
El conflicto israelo-palestino es uno de los más antiguos del mundo. Surgió hace un siglo, cuando se inició la masiva llegada de inmigrantes sionistas a lo que luego sería Israel; dio lugar a una primera gran rebelión árabe entre 1936 y 1939, cuando Palestina se hallaba

bajo mandato británico; se tradujo, a partir de 1947, en sucesivas guerras entre el nuevo estado de Israel y sus vecinos árabes; y desde julio de 1968, cuando un avión israelí de pasajeros fue secuestrado en Roma, vio el nacimiento de un terrorismo palestino de alcance internacional. Un año antes, la victoria en la guerra de los Seis Días había conducido a Israel a la ocupación de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, que quedó puesta en cuestión a partir del levantamiento de sus habitantes en la primera Intifada, de 1987 a 1991. Las negociaciones de paz, que se iniciaron con la conferencia de Madrid de octubre de 1991, condujeron a un inicio de autonomía para los territorios ocupados con el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina, en 1994. Pero las sucesivas negociaciones para una resolución del conflicto concluyeron en desacuerdo en los encuentros de Camp David, en julio de 2000 y en septiembre de ese mismo año se inició la actual fase de violencia, la Intifada de al-Aqsa, que en contraste con el carácter de insurrección popular de la primera Intifada, ha sido combatida por los palestinos fundamentalmente con medios terroristas.
 
A partir del análisis que hemos realizado de los datos que proporciona una autorizada fuente israelí, la página web del International Policy Institute for Counter-Terrorism (ICT), podemos precisar cuantitativamente el impacto del terrorismo en Israel. El siguiente gráfico, que recoge los atentados terroristas que se han producido desde el inicio de la primera Intifada en 1987, muestra con claridad el marcado auge del terrorismo que se produjo tras el fracaso negociador de Camp David.

Puede observarse que la violencia terrorista alcanzó su ápice en 2002, mientras que en 2003 se redujo algo, aun manteniéndose a niveles muy altos. Hay que señalar, por otra parte, que los atentados terroristas no han sido en estos años la principal causa de muerte con motivación política en Israel y los territorios ocupados. De acuerdo con los datos del ICT, en los años 2001 a 2003 murieron en atentados terroristas 804 ciudadanos israelíes y 108 terroristas suicidas palestinos, lo que representa menos de la tercera parte de las 3068 víctimas mortales de la violencia política en esos mismos años. Las otras víctimas se produjeron como consecuencia de operaciones contraterroristas israelíes, de enfrentamientos entre las fuerzas israelíes y manifestantes violentos palestinos, de homicidios selectivos de supuestos terroristas por parte de las fuerzas israelíes, de ataques guerrilleros palestinos y de actos de violencia intestina entre los propios palestinos.
 
El desglose puede verse en los siguientes gráficos.
 


 
De acuerdo con el ICT, en el año 2003 murieron por estos motivos un total de 649 palestinos y 183 israelíes. Amnistía Internacional estima que de los apro-ximadamente 600 palestinos muertos por los israelíes, 100 eran menores de edad, y que la mayoría de las muertes resultaron de acciones ilegítimas, como bombardeos y disparos temerarios en áreas residenciales, ejecuciones extrajudiciales (homicidios selectivos en la terminología del ICT) y uso excesivo de la fuerza. En cuanto a los aproximadamente 200 israelíes muertos en atentados realizados por los grupos armados palestinos, Amnistía Internacional estima que al menos 130 eran civiles y 21 de ellos menores de edad. De acuerdo con su valoración, ciertos abusos cometidos por el ejército israelí constituyeron crímenes de guerra, mientras que los ataques deliberados a civiles por los grupos armados palestinos constituyeron crímenes de lesa humanidad.
 
Los datos del ICT permiten identificar a las organizaciones responsables de 85 de los atentados terroristas realizados en el año 2003, como puede verse en el siguiente gráfico.
 

A continuación ofrecemos una breve caracterización de cada uno de estos grupos.
 
Hamas (Harakat al-Muqawamah al-Islamiya = Movimiento de Resistencia Islámica).  
 
Fundado por el jeque Ahmed Yassin (que sería asesinado por Israel en 2004), surgido en el ámbito de los Hermanos Musulmanes y fuertemente implantado en Gaza, donde ha venido desarrollando una importante labor social, Hamas comenzó su actividad terrorista en el curso de la primera Intifada y ha rechazado siempre el proceso de paz con Israel. Desde 1994 ha sido un gran impulsor de los atentados suicidas contra objetivos civiles. Su objetivo es la destrucción del Estado Israel y su sustitución por un Estado islamista palestino. Fue designado como grupo terrorista por los Estados Unidos en 1997.
 
Brigada de Mártires de Al Aqsa.
Vinculada a la organización Fatah que dirige Yasser Arafat, surgió al iniciarse la Intifada de al-Aqsa, a finales de 2000. Inicialmente sus objetivos fueron las tropas israelíes y los colonos israelíes de los territorios ocupados, pero a partir de 2002 comenzó a atacar a la población civil en el territorio israelí y a realizar atentados terroristas mediante mujeres suicidas. Según Israel, su primer dirigente fue Maruan Barghouti, dirigente de Fatah en Cisjordania (recientemente condenado por un tribunal israelí). Su ideología es nacionalista y su objetivo no es en principio la destrucción de Israel, sino la creación de un Estado palestino. Fue designado como grupo terrorista por los Estados Unidos en 2002.
 
Jihad Islámica Palestina (Harakat al-Jihad al-Islami al-Filastini).
 
Fundada hacia 1980 en Egipto por Fathi Shqaqi (asesinado en 1995) y otros estudiantes palestinos del entorno de los Hermanos Musulmanes, muy influidos por la revolución iraní y vinculados a los islamistas radicales egipcios. Ha desarrollado una importante actividad terrorista, incluidos ataques suicidas, desde mediados de los años noventa. Sus principales bases se encuentran en Líbano y tiene cierta influencia en Gaza.  Su objetivo es la destrucción del Estado Israel y su sustitución por un Estado islamista palestino. Fue designado como grupo terrorista por los Estados Unidos en 1997.
 
Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Fundado en 1967 por George Habash, condujo numerosos ataques terroristas, especialmente secuestros de aviones, en los años setenta. Sus acciones se reactivaron desde el inicio de la Intifada de al-Aqsa. Tiene sus bases en Siria y Líbano. Su objetivo es la destrucción

del Estado de Israel y su sustitución por un Estado socialista palestino. Fue designado como grupo terrorista por los Estados Unidos en 1997.
 
Hezbollah (Partido de Dios).
 
Organización chií libanesa fundada en 1982, ha realizado numerosos atentados terroristas en Líbano y otros países durante los años ochenta y noventa. Sus objetivos son la islamización del Estado libanés y la destrucción del Estado de Israel. Su actividad terrorista se ha reducido tras la retirada israelí del sur del Líbano en 2000. Fue designado como grupo terrorista por los Estados Unidos en 1997.
 
Tanzim.
Término con el que se designa a las milicias palestinas que combaten a Israel desde el inicio de la Intifada de al-Aqsa.
 
En resumen, las acciones terroristas palestinas son impulsadas tanto por organizaciones nacionalistas como por organizaciones islamistas y hay que destacar que tanto las unas como las otras tienen un importante apoyo popular, como puede verse en las encuestas realizadas por el Palestinian Center for Policy and Survey Research. Fatah, la organización de Arafat, seguía siendo en el año 2003 la más popular, pero Hamas le seguía de cerca.
 
 
De acuerdo con la misma fuente, un porcentaje importante de los palestinos, que disminuyó a lo largo del año,  apoyaba los atentados contra la población civil israelí.
 

 
La opinión palestina, al igual que la israelí, se muestra por otra parte mayoritariamente favorable a un plan de paz basado en la existencia de dos Estados. De acuerdo con una encuesta realizada en noviembre de 2003 por encargo del International Crisis Group y el Baker Institute, lo apoyan el 55 % de los palestinos y el 53 % de los israelíes. Dicho apoyo es particularmente elevado entre los ciudadanos árabes de Israel, entre los palestinos cristianos y también entre los judíos de mentalidad laica (que representan el 50 % de la población de Israel). La encuesta no planteó en cambio la interesante cuestión de las diferencias de actitud entre los palestinos islamistas y los que, siendo musulmanes, no apoyan al islamismo político.


La política antiterrorista del gobierno israelí presidido por Ariel Sharon se ha basado en medidas preventivas, algunas de las cuales han dado lugar a fuertes críticas internacionales. Por una parte, está construyendo un muro de separación entre Israel y los territorios ocupados de Cisjordania, destinado a evitar la infiltración de terroristas, pero que hace más difícil la vida de la población civil palestina y en ciertos tramos se está levantando dentro del  territorio palestino, lo que ha hecho temer que responda al propósito de anexionar parte de los territorios ocupados. Por otra, ha pretendido desarticular las organizaciones terroristas, recurriendo incluso a las ejecuciones extrajudiciales. No ha descartado sin embargo la retirada de los territorios ocupados, en el marco del proceso de negociación basado en la llamada hoja de ruta.
 
En conclusión podemos afirmar que el año 2003 presenció una reducción de la violencia en el conflicto israelo-palestino y en particular una disminución de los atentados terroristas, que sin embargo siguen siendo numerosos. El apoyo social a las acciones terroristas por parte de los palestinos es muy importante, como es frecuente que ocurra cuando el terrorismo es percibido como un arma eficaz por parte de una población enfrentada a una enemigo más poderoso, pero el apoyo  a un plan de paz que conduzca a una solución basada en la coexistencia de dos Estados es todavía más elevado, entre los palestinos y también entre los israelíes.
 
2.2. Chechenia
 
El conflicto de Chechenia, que desde el punto de vista geográfico pudiera considerarse un conflicto europeo (Chechenia, situada al norte del Cáucaso, se encuentra dentro de las fronteras convencionales de Europa), recibe mucha menos atención por parte de los medios de comunicación españoles que el  de Palestina, pero ha sido en estos últimos años mucho más sangriento.
 
Su origen remoto se puede situar en la conquista rusa de Chechenia, que tuvo lugar en 1859, como parte del prolongado proceso de expansión rusa hacia el sur, que incorporó  extensos territorios de población musulmana al imperio de los zares. A diferencia de otros territorios musulmanes, Chechenia no tuvo en la época comunista el status de República Soviética, que condujo a la independencia al disolverse la URSS, pero a pesar de ello declaró unilateralmente su independencia en 1991. Tres años después las tropas rusas invadieron Chechenia, pero tras dos años de guerra, con un balance de más de cincuenta mil muertes,  se llegó en 1996 a una acuerdo de tregua, que no prejuzgaba el status futuro del territorio. La tregua se rompió en 1999, como consecuencia de incursiones chechenias en el vecino Daguestán y de dos atentados, no reivindicados, que en septiembre destruyeron sendos edificios de viviendas en Moscú. En octubre se produjo una segunda invasión rusa que condujo a la ocupación de la mayor parte del territorio tras la toma de Grozni, la capital, en febrero de 2000. Los rusos nombraron administrador del territorio a Akhmad Kadyrov, antiguo mufti de Chechenia y aliado de los independistas, mientras que estos mantuvieron en la clandestinidad su propio gobierno rebelde, presidido por Aslan Maskhadov. Desde entonces los independentistas, cada vez más influidos por las corrientes yihadistas, han combinado las tácticas guerrilleras y las terroristas, incluidos los atentados, a menudo suicidas, contra objetivos civiles rusos fuera de Chechenia.
 
La falta de información precisa impide una cuantificación de la violencia provocada por el conflicto checheno en el año 2003. La responsabilidad de las atrocidades que se producen, por obra de los distintos grupos rebeldes, del crimen organizado (que presenta fuertes conexiones con los rebeldes), de las tropas rusas y de las fuerzas de Kadyrov, no es fácil de establecer, ya que no es frecuente que sean esclarecidas por la justicia. El 3 de julio de 2003 el Parlamento Europeo aprobó una resolución que condenaba las violaciones de los derechos humanos por las tropas rusas, calificándolas como “crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad”, que debían ser investigados y castigados, al igual que los crímenes cometidos por los rebeldes. Amnistía Internacional ha condenado también los crímenes de ambas partes. Pero muy pocas de las atrocidades cometidas por parte rusa han dado lugar a condenas judiciales. El caso más destacado es el de un coronel que había secuestrado y asesinado a una joven chechena y fue condenado el 25 de julio a diez años de cárcel.
 
En la atmósfera internacional creada por los atentados del 11-S Rusia puede, sin embargo, encontrar cierta benevolencia internacional, dados los métodos terroristas de los rebeldes chechenos y sus conexiones con el terrorismo yihadista internacional. Rusia se ha esforzado también en dar una apariencia de solución democrática al conflicto, aunque ha recurrido para ello a los métodos más burdos de falseamiento de la voluntad popular. En marzo de 2003 una nueva constitución regional que hacía de Chechenia una parte indivisible de la Federación Rusa fue supuestamente aprobada por el 96 % de los votantes, un porcentaje inconcebible sin fraude, lo que no excluye la posibilidad de que una mayoría real de los chechenos sean partidarios de aceptar una vía que pudiera conducir a la pacificación. Y en octubre Ahmad Kadyrov fue elegido presidente de Chechenia con el 81 % de los votos, en una elección en la que supuestamente participó el 88 % del electorado, porcentaje que contrasta con la escasa afluencia a las urnas constatada por diversos observadores. Posteriormente Kadyrov ha fallecido en un atentado terrorista, en mayo de 2004.
 
El panorama de los grupos rebeldes chechenos resulta muy complejo. En opinión de una experta, se trata de una laxa confederación de grupos que en ocasiones actúan al unísono y en otros lo hacen independientemente. En febrero de 2003 los Estados Unidos designaron como terroristas a tres grupos chechenos, de los cuales los más importantes son  la Brigada Internacional Islámica y el Batallón Riyadus as Saliheen (RAS).
 
Brigada Internacional Islámica. Fundada por el comandante árabe Ibn ul Jattab, integrada por voluntarios extranjeros y combatientes chechenos y financiada por simpatizantes árabes wahabíes, organizó las incursiones en Daguestán de 1999, que desencadenaron la segunda guerra chechena. Tras el asesinato de Jattab por los servicios secretos rusos en 2002, se puso al frente de la Brigada otro saudí, Abd al Aziz al Ghamidi, conocido como Abu Walid (supuestamente de origen chechenio, como el propio Jattab). Walid se mostró más dispuesto que Jattab a cooperar con el presidente rebelde Maskhadov, cuya ideología nacionalista contrasta con los principios wahabíes de la Brigada, peor que a su vez se ha mostrado en los últimos años más favorable al islamismo. Los militantes chechenos de la Brigada pudieran estar al mando de Shamil Basayev, antiguo primer ministro independentista, que colaboró con Jattab en la creación de la Brigada. Al parecer Abu Walid ha muerto en abril de 2004.
 
Batallón de reconocimiento y sabotaje de mártires chechenos Riyadus as Saliheen (RAS). Este grupo, de ideología islamista, se dio a conocer con el asalto de un teatro de Moscú en octubre de 2002. La operación fue públicamente condenada por el presidente rebelde Mashkadov, lo que indujo a Shamil Basayev, hasta entonces jefe del comité militar de Mashkadov, a romper públicamente con éste. Basayev, cuya vinculación a la Brigada Internacional Islámica ya hemos mencionado, parece ser el jefe del nuevo grupo, lo que le convierte en el hombre clave del terrorismo checheno.
 
A partir del año 2000 los terroristas chechenos han destacado por su recurso a las mujeres suicidas, que fueron responsables de los principales atentados de 2003. En cuanto a sus conexiones con el terrorismo yihadista internacional, resultan indudables, como lo prueba el papel jugado por Jattab y Abu Walid, pero no deben ser exageradas. Se trata fundamentalmente de un conflicto local, que se inició como un caso tardío de lucha anticolonial, de inspiración nacionalista, pero que, al igual que en el caso palestino, ha adquirido una orientación crecientemente islamista. Aunque no se dispone de encuestas de opinión, cabe suponer que los abusos cometidos por las tropas rusas hayan generado en la población chechena una fuerte reacción de hostilidad, que juega a favor de los rebeldes. El deseo de paz, después de diez años de violencia, puede jugar en el sentido contrario.
 
2.3. Irak
 
En Palestina y en Chechenia el terrorismo está vinculado a conflictos locales. Es cierto que en el pasado los palestinos contribuyeron decisivamente a la internacionalización del terrorismo y que en la actualidad ciertos grupos palestinos y chechenos pueden ser considerados como parte del gran conglomerado yihadista mundial, pero básicamente el terrorismo es en ambos casos una estrategia asimétrica empleada en un conflicto local. El caso de Irak es más complejo. ¿El terrorismo es un arma de grupos de resistentes locales enfrentados a las fuerzas extranjeras de ocupación y a las autoridades provisionales iraquíes? ¿Tiene por el contrario su origen en grupos yihadistas con fuerte participación extranjera? La respuesta más probable es que ambos elementos están confluyendo.
 
Como en otros conflictos graves, el terrorismo es tan sólo una de las formas de violencia política que se están empleando en Irak. De acuerdo con la definición propuesta en la primera parte de este ensayo, los ataques contra unidades militares debieran ser considerados como acciones guerrilleras. Los atentados terroristas con coches bomba, a menudo contra objetivos civiles, parecen ser sin embargo el arma más efectiva de los insurgentes, es decir la que más está dificultando la estabilización del país. En todo caso, en este análisis no nos ocuparemos de las acciones guerrilleras, ni tampoco de las acciones de las fuerzas ocupantes, que de acuerdo con el informe de Amnistía Internacional para el año 2003 incluyeron casos de uso excesivo de la fuerza y de torturas y malos tratos. El mismo informe recuerda también que tras la invasión se han localizado fosas comunes con miles de cadáveres, víctimas al parecer de ejecuciones realizadas por el régimen de Saddam Hussein.
 
Una cuestión previa que debe ser tenida en consideración es si el régimen de Saddam tenía vínculos con el terrorismo yihadista, como se ha afirmado en diversas ocasiones, La cuestión es importante porque, habiendo presentado la administración Bush la invasión de Irak como una parte de la guerra global contra el terrorismo, la evaluación de sus resultados depende en parte de si la caída de Saddam ha supuesto la desaparición de una base de apoyo para Al Qaeda y los restantes grupos yihadistas. Todo parece indicar que no es así. Es cierto que en el pasado los servicios de Saddam apoyaron a diversos grupos terroristas extranjeros, incluidos grupos palestinos laicos, y prepararon varios atentados, en general de manera bastante inepta, como fue el caso del que intentaron llevar a cabo contra el presidente George Bush Sr. en 1993. Parece incluso que hubo algunos contactos entre Al Qaeda y el régimen de Saddam. Pero, como ha afirmado recientemente la comisión de investigación del Congreso de los Estados Unidos, no hay ninguna prueba de la supuesta colaboración entre Bin Laden y Saddam. Lo cual no es muy sorprendente, dada la completa falta de afinidad ideológica entre ambos, que llevó a Bin Laden a ofrecer sus servicios al régimen saudí cuando Irak ocupó Kuwait. En cuanto a la teoría según la cual el organizador del primer atentado contra las Torres Gemelas en 1993 no habría sido el kuwaití de origen paquistaní Abdul Masit Mahmoud Abdul Karim, alias Ramzi Ahmed Yousef, terrorista vinculado a Al Qaeda, detenido en Pakistán en 1995, extraditado a Estados Unidos, juzgado y condenado por aquellos hechos, sino un miembro de los servicios de inteligencia iraquíes que habría suplantado su personalidad, hay que decir que se trata de una mera especulación sin base sólida.
 
Existe, en cambio, la inquietante posibilidad de que la invasión de Irak haya convertido al país en un foco de atracción para combatientes yihadistas, además de un argumento adicional para la propaganda islamista que presenta a Occidente como enemigo de los musulmanes. Lo cierto es que, a partir del verano de 2003, comenzó en Irak una fuerte ofensiva terrorista dirigida a la vez contra los extranjeros en general, tanto las fuerzas militares de ocupación como las sedes de la ONU o de la Cruz Roja, contra el Consejo de Gobierno provisional iraquí, sus agentes y sus partidarios, y contra la mayoritaria comunidad chií. Según una fuente norteamericana (el Iraq Index de la Brookings Institution) entre agosto y diciembre de 2003 se produjeron en Irak 33 atentados masivos, que causaron más de trescientas muertes.

 

Estos atentados no han sido reivindicados y sus responsables no tienen porque haber sido siempre los mismos. Pueden haber intervenido en ellos simpatizantes del antiguo régimen e iraquíes opuestos a la ocupación, así como islamistas iraquíes o de procedencia extranjera. Hay  dos grupos a los que conviene prestar particular atención, Ansar al Islam y, sobre todo, el que encabeza Abu Musab al Zarqawi. En su testimonio ante el Congreso en marzo de 2004, el entonces director de la CIA George Tenet los mencionó entre los grupos extremistas sunníes que se han beneficiado de sus vínculos con Al Qaeda.
 
Ansar al Islam. Grupo yihadista que comenzó a operar en el año 2001 en el Kurdistán iraquí, en la región fronteriza con Irán. Como consecuencia de la invasión de Irak, perdió su base territorial, pero mantiene militantes tanto en Irak como en otros lugares, incluida Europa. Su líder, el mullah Krekar, residía en Noruega, cuyo gobierno se dispone en estos días a deportarle a Irak. Algunos de los atentados cometidos en 2003 en el norte de Irak pudieran haber sido obra de este grupo. 
 
Tawhid wal Jihad (Monoteísmo y Guerra Santa). Esta parece ser la denominación del grupo encabezado por el jordano Abu Musab al Zarqawi, aparentemente uno de los terroristas más peligrosos en la actualidad, de quien las autoridades norteamericanas sospechan que sea el inspirador de los peores atentados terroristas cometidos en Irak. Veterano de la guerra contra los soviéticos en Afganistán, Zarqawi fundó en 1991 en Jordania el grupo Jund Al Shams. Al año siguiente fue encarcelado y a su liberación, en 1999, abandonó el país. Según fuentes norteamericanas, a comienzos del año 2002 fue herido en combate en Afganistán y huyó primero a Irán y luego a Irak, donde tendría buenos contactos con el régimen de Saddam Hussein. Tras la ocupación de Irak, parece haberse convertido en el principal impulsor del terrorismo yihadista internacional en Irak. De acuerdo con una carta incautada por los norteamericanos en enero de 2004, presuntamente escrita por Zarqawi al dirigente de Al Qaeda Abd al Had al Iraqi, sus hombres habrían realizado un total de 25 atentados, dirigidos contra los chiíes, contra los americanos, contra los policías y militares al servicio del Consejo de Gobierno provisional, y contra las fuerzas ocupantes. El propósito de los atentados antichiíes habría sido generar un enfrentamiento entre comunidades que sacara a los sunníes de su mayoritaria pasividad.
 
De acuerdo con todos los indicios, incluida una interesante encuesta realizada en agosto de 2003, de la tres principales grupos étnicos del país, los árabes chiíes, los kurdos sunníes y los árabes sunníes, son estos últimos los más favorables a la yihad emprendida por Bin Laden. Pero el simple hecho de que un tercio de todos los iraquíes declarara tener una opinión favorable de Bin Laden resulta en sí mismo muy inquietante.


2.4. Arabia Saudí
 
En Palestina, en Chechenia y en Irak, los principales enemigos contra los que luchan los yihadistas no son musulmanes. Su objetivo sería expulsar a los “infieles” de las tierras del Islam. Existe también un terrorismo que opera en países con gobiernos musulmanes, pero que son considerados por los yihadistas renegados, pues no se atendrían a las leyes del verdadero Islam. La gran novedad del año 2003 ha sido que este tipo de terrorismo, que en el pasado hizo estragos en Egipto y sobre todo en Argelia, se ha manifestado con fuerza en Arabia Saudí. La importancia que tiene esto es fácil de entender. Al albergar las ciudades santas de Medina y la Meca, Arabia Saudí representa el corazón del Islam. La casa de Saud que domina el país se inspira en la doctrina wahhabí, muy rígida en su interpretación del Islam y en el plano teórico muy similar a la doctrina de los propios yihadistas. El propio Bin Laden es de nacionalidad saudí y se formó en el wahabbismo. La solidez del régimen saudí, totalmente opuesto a todo tipo de medidas democratizadoras o liberalizadoras, resulta dudosa, y su combinación de rigorismo islámico y alianza con los Estados Unidos representa una continua fuente de contradicciones. Y por último la riqueza petrolera de Arabia Saudí hace que una desestabilización del país pudiera resultar muy peligrosa para la economía mundial.
 
Los atentados suicidas del 12 de mayo en Ryad, sin precedentes en el país, fueron dirigidos contra tres complejos residenciales habitados por occidentales. Las víctimas del atentado de noviembre, cometido también en un complejo residencial, eran en cambio árabes en su gran mayoría, aunque predominantemente extranjeros, no saudíes. El resultado ha sido que el gobierno saudí se ha visto obligado a abandonar su pretensión de que no existía amenaza terrorista alguna en el país, a proceder a numerosas detenciones, a moderar el discurso de los predicadores más radicales, y a proporcionar a los gobiernos extranjeros, incluido el norteamericano, más información de la que en el pasado habían dado.
 
En cuanto a la autoría de los atentados, no parece haber duda de que son obra de la propia Al Qaeda, que tiene cierto apoyo popular en el país. De acuerdo con una encuesta realizada entre julio y noviembre de 2003 (es decir antes de que se hiciera notar el impacto de un atentado dirigido contra musulmanes), bajo la dirección de Nawaf Obaid, sólo el 5 % de los saudíes desearían tener a Bin Laden como presidente, pero un 49 % tienen una opinión positiva de su discurso.
 
La fecha de los primeros atentados, el 12 de mayo, resulta muy significativa. Durante la guerra de Irak no se produjeron en ningún país atentados que pudieran tener relación con Al  Qaeda, pero a los pocos días de concluir los combates tuvieron lugar los de Riyad y muy poco después, el 16 de mayo, los de Casablanca, en Marruecos. Da la sensación de que los yihadistas no quisieron que sus acciones pudieran ser percibidas como un apoyo a Saddam Hussein. Una vez caído el régimen baasista, se apresuraron en cambio a actuar, quizá para dejar claro el mensaje de que ellos eran los verdaderos defensores de los pueblos musulmanes, como lo demostraba su capacidad para seguir castigando a los infieles cuando falsos líderes como Saddam Hussein habían sido vencidos por Occidente.
 
Tras los atentados, Al Qaeda parece haber sufrido en Arabia bajas importantes, por obra de las fuerzas de seguridad saudíes. El primer jefe de su organización en el país, Youssef Al-Ayri, fue eliminado en junio de 2003, y la misma suerte sufriría su sucesor, el yemení Khaled Ali Haj, en marzo de 2004. Los acontecimientos de este año están mostrando, sin embargo, que la amenaza no ha desaparecido. La falta de cauces legales para la oposición política puede contribuir al atractivo del terrorismo entre los sectores descontentos con el régimen, pero a su vez conviene recordar que los inicios de un proceso de apertura pueden resultar propicios para una explosión de radicalismo islamista, como ocurrió en Egipto en los años setenta y en Argelia entre 1989 y 1991.
 
2.5. Marruecos
 
Hasta mayo de 2003 la amenaza del terrorismo yihadista no parecía especialmente grave en Marruecos, aunque el año anterior habían sido detenidos militantes islamistas culpables de varios crímenes y había sido desarticulada una célula vinculada a Al Qaeda, formada por saudíes y marroquíes, que aparentemente preparaba un ataque marítimo en el estrecho de Gibraltar. Los atentados del 16 de mayo en Casablanca demostraron sin embargo que la yihad global antioccidental había adquirido sólidas raíces locales en Marruecos, lo que ha llevado al gobierno de Rabat a una enérgica respuesta, que se ha traducido en detenciones masivas de militantes islamistas.
 
Los ataques se produjeron tan sólo cuatro días después de los de Riyad y cabe interpretarlos como parte de la respuesta yihadista a la ocupación de Irak, que se había producido tan sólo unas semanas antes. Los paralelismos con los atentados de Estambul en noviembre, y con los de Madrid en marzo de 2004, son varios. En los tres casos los terroristas eran locales (marroquíes en Casablanca, turcos en Estambul, marroquíes residentes en Madrid), aunque existen indicios de vinculación con Al Qaeda. En Casablanca varios de los objetivos fueron judíos y uno español (el restaurante Casa de España, donde perecieron la mayoría de la víctimas), en Estambul fueron judíos y británicos y en Madrid hubo un ataque indiscriminado contra la población local y además los terroristas tenían planes para atacar objetivos judíos. Los judíos son un objetivo porque se les vincula a Israel y por el arraigado antisemitismo de los islamistas, Gran Bretaña y España por su papel en la guerra de Irak, y Marruecos y Turquía por ser dos de los Estados musulmanes con mejores relaciones con Washington.
 
Entre las 28 víctimas mortales de los atentados de Casablanca (al margen de los trece terroristas suicidas), veintiuna eran marroquíes, tres españolas, tres francesas y una italiana. Los terroristas suicidas, vecinos de uno de los suburbios más degradados de la ciudad, eran jóvenes, pobres, con escasa instrucción y sin empleo varios de ellos. Algunos de sus jefes y cómplices procedían en cambio de medios acomodados.
 
Las autoridades atribuyeron muy pronto la autoría de los ataques al grupo islamista Assirat al Moustakim (la Recta Vía) y las investigaciones avanzaron rápidamente, en parte gracias a la detención de algunos terroristas que no habían llegado a hacer explotar sus bombas. Su presunto jefe, Abdelhak Mul Sebbat, murió al  poco de su detención en circunstancias sospechosas, aunque la autopsia certificó que el  fallecimiento se produjo por causas naturales. El proceso por los atentados se celebró en agosto y se saldó con severas condenas, incluida la pena de muerte para tres jóvenes miembros del grupo terrorista y para Hassan Taousi, un teórico de la Salafiya Yihadiya, el movimiento del que formaría parte el grupo terrorista de Casablanca. 
 
La redada contra los yihadistas ha ido mucho más allá de los directamente implicados en los atentados de Casablanca. Un año después se estimaba, según fuentes no oficiales, que se habían efectuado siete mil detenciones, y el ministro de Justicia confirmó que unas dos mil habían sido procesadas por terrorismo. En total se han producido 17 condenas a muerte y muchas a cadena perpetua.
 
Todo esto revela la fuerza del yihadismo en Marruecos. Los datos de que se dispone sobre su estructura organizativa y sus vinculaciones con la red global de Al Qaeda siguen siendo sin embargo confusos. Las organizaciones que más se mencionan son tres:
 
Salafiya Yihadiya. Posiblemente no se trate de una organización definida, sino de un movimiento o tendencia en la que se engloban los yihadistas marroquíes. Representaría un sector minoritario de la gran corriente salafista, muy influida por Arabia Saudí,  que auspicia el retorno a la pureza del Islam inicial. A diferencia del sector salafista mayoritario, que se propone combatir las influencias corruptoras del materialismo occidental por medios puramente culturales, por lo que se le suele denominar  Salafiya Ilmiya (salafismo académico), los partidarios de la Salafiya Yihadiya han optado por la lucha armada. Entre ellos destacan los veteranos de Afganistán (donde combatieron unos 250 marroquíes).
 
Harakat al Islamiya al Mokatila al Magribi (Grupo Islámico Combatiente Marroquí). Se trata de un grupo mal conocido, fundado a inicios de los años noventa por marroquíes que habían combatido en Afganistán. Se considera que tiene vinculación con Al Qaeda.
 
Assirat al Moustakim (la Recta Vía). Es el grupo concreto que supuestamente realizó los atentados de Casablanca.
 
Es importante no dejarse confundir por la variedad de denominaciones. Todo indica que la red yihadista no forma una estructura jerárquica, ni a nivel global ni en el caso de Marruecos. Estamos más bien ante una nebulosa de grupos conectados entre sí de manera laxa, pero unidos por una misma ideología, que se difunde a través de los contactos personales, los sitios de internet, las cintas audiovisuales y la propaganda escrita. En tales condiciones resulta extremadamente difícil precisar si los terroristas que han perpetrado determinado atentado han actuado por iniciativa propia o han recibido una orden del núcleo central de la red, la propia Al Qaeda.
 
2.6. Turquía
 
Los atentados perpetrados en Estambul en noviembre representaron la aplicación en un nuevo país de una pauta que se viene repitiendo en los últimos años, la de los ataques espectaculares dirigidos contra personas no musulmanas en el marco de una guerra global contra los infieles. En este caso la mayoría de las víctimas eran turcos y musulmanes y sin duda se quería castigar al gobierno turco, que a pesar de los orígenes islamistas del partido gobernante se mantiene fiel a las normas del Estado laico y no ha modificado la orientación de la política exterior turca, caracterizada por la pertenencia a la OTAN, el propósito de incorporarse a la Unión Europea y las buenas relaciones con Israel. Con todo, no fueron unos atentados ligados a un conflicto específicamente turco, sino una manifestación de la yihad global contra Occidente y contra los judíos, como lo prueban los objetivos escogidos: dos sinagogas y dos entidades británicas (el consulado y un banco). Los ataques contra los objetivos británicos se produjeron además durante una visita del presidente Bush a los Estados Unidos, una coincidencia que implica el propósito de atacar a la coalición que ocupaba Irak. Los cuatro atentados fueron perpetrados mediante coches bomba conducidos por terroristas suicidas, un sistema a menudo empleado por los yihadistas.
 
Las investigaciones realizadas permitieron la rápida desarticulación de la célula responsable de los atentados, muchos de cuyos miembros han sido detenidos y procesados, aunque permanecen huidos algunos de ellos, entre otros su presunto jefe, Habip Aktas. Todo parece indicar que se trata de un grupo yihadista local que se habría  incorporado a la red de Al Qaeda. Varios de sus miembros se habrían entrenado en campos de Afganistán y habrían tenido contactos con los hombres de Bin Laden. Se ha afirmado incluso que Aktas habría recibido la orden de cometer los atentados del propio Al Zawahiri, el lugarteniente de Bin Laden
 
Uno de los comunicados que se recibieron tras los atentados los reivindicaba en nombre de las Brigadas Abu Hafs al Masri de Al Qaeda, pero no hay ninguna evidencia de que tales Brigadas, que han reivindicado también otros atentados, existan como una unidad terrorista efectiva, ya que puede tratarse simplemente de un término usado a efectos propagandísticos. Los terroristas suicidas y sus colaboradores detenidos parecían pertenecer a un grupo turco sunní denominado Hizballah (Partido de Dios), al que no hay que confundir con su homónimo libanés, que es chií.
 
Hizballah. Surgido en los años ochenta este grupo terrorista, cuyos militantes son mayoritariamente kurdos, llegó adquirir bastante fuerza en los años noventa, durante la sangrienta insurrección promovida por el PKK, una organización nacionalista kurda de extrema izquierda. Inicialmente centró su actividad en la lucha contra el PKK y sus simpatizantes, cuya orientación separatista y marxista era opuesta a sus principios, y evitó en cambio los ataques contra el Estado turco. A su vez las fuerzas de seguridad turcas, centradas en la lucha contra el PKK, realizaron escasos esfuerzos para combatir a Hizballah, aunque el número de operaciones contra este grupo aumentó desde mediados de los noventa. Pero fue a partir de 1999 cuando las circunstancias cambiaron radicalmente, al cesar el PKK en sus ataques. En enero de 2000 las fuerzas de seguridad turcas asaltaron la sede clandestina del grupo en Estambul, el fundador de Hizballah, Huseyin Belioglu fue abatido y se encontró una abundante documentación que facilitó la desarticulación de numerosas células del grupo. Hizballah no fue sin embargo erradicado en las tierras kurdas del este de Turquía, incluida la ciudad de Bingöl, de la que proceden varios de los autores de los atentados de noviembre en Estambul. La región de Bingöl es un área poco desarrollada, donde el nivel de desempleo es elevado y las circunstancias son por tanto propicias a un descontento social que puede conducir al crecimiento de grupos radicales. Y la yihad global iniciada por Al Qaeda les ha dado un nuevo motivo de lucha.
 
El gobierno turco está promoviendo importantes reformas encaminadas a la protección de los derechos humanos, aunque, de acuerdo con Amnistía Internacional, no han desaparecido los informes acerca de malos tratos y torturas de personas bajo custodia policial.
 
2.7. Argelia
 
Argelia representa el caso de un país musulmán que tras haber sufrido una brutal insurgencia yihadista está recuperando la paz civil. A partir de 1992, cuando fueron anuladas unas elecciones generales en cuya primera vuelta había logrado una gran victoria una organización islamista, el Frente Islámico de Salvación (FIS), Argelia ha padecido en efecto una durísima guerra civil, en la que las Fuerzas Armadas se han enfrentado a grupos yihadistas rebeldes que recurrían tanto a tácticas guerrilleras como terroristas. Pero el nivel de violencia se ha venido reduciendo desde mediados de los años noventa, a medida que las fuerzas gubernamentales han ido diezmando a los rebeldes y otros aceptaban la amnistía.
 
El balance de muertes se suele estimar en unas 100.000 y en el curso de los años noventa se produjeron atroces matanzas en las que la población entera de algunas aldeas fue asesinada. En la prensa occidental han sido frecuentes las informaciones acerca de que algunas atrocidades se produjeron como resultado de la infiltración de grupos rebeldes por agentes del Estado, pero tales acusaciones nunca han sido probadas. Cabe en cambio poca duda de que las fuerzas gubernamentales han sido responsables, a lo largo de los años de violaciones de los derechos humanos. Aunque no hay cifras precisas de víctimas, las muertes por violencia política han sido en 2003 mucho menores de lo que solían en los años más duros de la guerra civil, aunque se han producido algunos atentados graves.
 
El Ejército Islámico de Salvación, vinculado al FIS, cesó la lucha armada en 1997, tras una negociación con el gobierno, que ofreció una amnistía a quienes abandonaran la violencia. Los dos grupos más sanguinarios, GIA y GSPC, continúan en cambio sus operaciones.
 
Grupo Islámico Armado (GIA). Surgió a comienzos de 1993 de la fusión de varios grupos preexistentes. Entre sus militantes se encontraban algunos centenares de veteranos de Afganistán, donde los argelinos constituían uno de los grupos árabes más numerosos en la yihad contra los soviéticos. Se hizo famoso por la extrema crueldad de sus ataques contra la población civil y también por los ataques dirigidos contra residentes extranjeros. Formó redes de apoyo entre la población de origen argelino residente en Europa, sobre todo en Francia, donde realizó una campaña de atentados en 1995. En el curso de los años ha sufrido fuertes bajas y en la actualidad se supone que cuenta tan sólo con unas docenas de militantes.
 
Grupo Salafista de Predicación y Combate (GSPC). Surgió en 1996 como una escisión del GIA, cuyas matanzas indiscriminadas de civiles denunció. Su primer dirigente fue Hassan Hattab.

Muy pronto se convirtió en el grupo rebelde más fuerte y con más apoyo, en la propia Argelia y también en Europa, donde parece haberse hecho con el control de las redes del GIA. Se sospecha su participación en diversos intentos de atentado frustrados en Europa, como el de diciembre de 2000 en Estrasburgo. En febrero de 2003 secuestró a varios grupos de turistas extranjeros en el Sahara, que fueron más tarde liberados. Fue designado como grupo terrorista por los Estados Unidos en 2002. Desde el principio se ha supuesto que tenía estrecha vinculación con Al Qaeda y en octubre de 2003 un comunicado de su dirigente Nabil Sahraoui, alias Abu Ibrahim Mustafa (que moriría en 2004 en combate), anunció públicamente su apoyo a la lucha de Bin Laden contra Estados Unidos y a las luchas de los musulmanes en Afganistán, Filipinas y Chechenia.