Corea del Norte. Un país sin sociedad ni libertad

por Francisco Medina, 18 de junio de 2012

 Muchos de los problemas humanos: el cansancio ante el individualismo, la falta de respuestas ante los problemas de la vida, las injusticias, el hambre y todo el mal… han llevado a muchos filósofos y teóricos de la política (sobretodo, los ilustrados del siglo XVIII) a favor de un Estado garante de la libertad humana y de la paz y la felicidad pública, achacando de “intolerancia y oscurantismo” a las religiones, incapaces (como sostuvo Voltaire) de responder a los deseos del hombre. Sin embargo, la Historia nos ha mostrado cómo los Estado que han llevado los ideales de felicidad heredados de la Ilustración han cometido auténticos desastres totalitarios en el siglo XX, superando la ficción. En el caso de Corea del Norte, esta regla se ha cumplido a un nivel verdaderamente trágico, pues el Estado no sólo ha intervenido cada vez más y ha sustituido a la sociedad civil, sino que ha hecho trizas el tejido social y, en su lugar, ha centrado toda su andadura en torno a la personalidad de su Gran Líder, Kim Il Sung.

 
 
Se conoce muy poco de la realidad norcoreana: cierta prensa no habla de ello y, por otro lado, existe una férrea censura por parte del régimen. Mucho de lo que se sabe es fruto de una exhaustiva investigación hecha por la Agencia Central de Inteligencia americana (The World Factbook) sobre Corea del Norte: todo el sistema parece ser una versión coreana del socialismo, mezcla de las ideas marxistas-leninistas con la rígida estructura jerárquica social y el autoritarismo confucionista. Su líder, Kim Il Sung, fundador de la República Democrática Popular de Corea del Norte en 1948, ha dominado todo su país a lo largo de su vida y después de su muerte: había participado en las guerrillas comunistas chinas contra Japón en la II Guerra Mundial y fue el líder y arquitecto de la República Popular Democrática de Corea del Norte. Ningún otro líder ha tenido tal papel en la planificación y dirección de la sociedad que ha creado: una rígida estructura de clases donde se enfatizan los valores jerárquicos confucionistas. Una sociedad orwelliana de “control del pensamiento”, fuertemente militarizada, con una economía socialista empobrecida, un sistema educativo limitado y un sistema de atención a la salud lamentablemente deficiente, sin libertad política ni religiosa. Lo que es sinónimo de “sociedad civil cero”.
 
Kim Il Sung ha dominado todo su país a lo largo de su vida y después de su muerte, como pocos líderes han hecho. Ha sobrevivido a Stalin y a Mao y ha resistido 6 presidentes Surcoreanos, 9 presidentes USA, 21 mandatarios japoneses. Nadie más que Sung ha tenido más éxito en diseñar una sociedad a su antojo, siendo él el principal arquitecto del estado y de la sociedad norcoreana. Combatiente de la guerrilla antijaponesa, sirvió en una unidad adscrita a la guerrilla del PC Chino y, después, al Ejército Rojo soviético en la II Guerra Mundial. Fueron los rusos los que le instalan en el poder en Corea del Norte en 1945.
Kim Il Sung no era un intelectual ni sabía leer bien. Según los informes, conocía mucho el Confucionismo y acumulaba gran conocimiento de Marx, Lenin y Hegel. En sus Memorias, deja claro que el Cristianismo ejerció una gran influencia sobre él, aunque, en su vida, negara haber sido influido por la religión (a pesar de su relación con la iglesia en su juventud), aunque sí reconociese haber recibido un trato muy bueno de la asistencia humanitaria cristiana. Su sucesor, Kim Jong IL, ya muerto, no ha dicho nada favorable acerca de la religión, ni ha relación personal alguna con creencias y prácticas religiosas.
 
Kim Il Sung ha diseñado y programado la vida cotidiana de su pueblo desde que se levanta hasta que se acuesta, de la cuna a la tumba. Quizá su papel en la vida diaria de la gente se haya sobrevalorado, sobretodo en los últimos años, en los que el culto a su persona alcanzó proporciones descomunales. Sin embargo, las evidencias nos muestran que ningún otro líer ha tenido tal papel en la planificación y dirección de la sociedad que ha creado: y es que se trata de una rígida sociedad de clases donde se enfatizan los valores jerárquicos confucionistas, una sociedad en el que predomina el culto fanático a Kim Il Sung como un “semidios”, una sociedad orwelliana de “control del pensamiento”, una sociedad fuertemente militarizada, una economía socialista empobrecida, con un sistema educativo limitado y un sistema de atención a la salud lamentablemente deficiente, sin instituciones libres religiosas y de enseñanza y con pocos derechos humanos.
 
EL CULTO A KIM IL SUNG.-

Lo principal en Corea del Norte es la lealtad al “Gran Líder”  Kim Il Sung y a sus enseñanzas. Desde 1994, también a la interpretación de su hijo y heredero (muerto hoy y sucedido por Kim Jong Ung), el “Querido Líder” Kim Jong Il. Este culto a la personalidad ha florecido en el contexto especial de un país relativamente pequeño con una población homogénea, una tradición de armonía social, gobierno autoritario y fidelidad del pueblo a su gobernante y, en este caso, al carismático líder con un estilo único de liderazgo. Durante sus casi 50 años de gobierno, Kim Il Sung viajó durante más de 150 días (en ocasiones, más de 225 días) al año por todo el país y la mayoría de los coreanos le vieron cara a cara en alguna de sus visitas a las distintas provincias.
 
No se pueden negar la personalidad peculiar y las habilidades de Kim Il Sung para establecer relaciones personales: su costumbre de fotografiarse con una cámara Polaroid junto con los niños, en sus interminables visitas a los hospitales y escuelas, ha hecho que en cada hogar haya un retrato de Il Sung colgado. Parece que el culto norcoreano a la personalidad reside en genuina creencia popular en la grandeza y el bien de su líder, algo que muchos turistas han recalcado. Raramente se escucha una crítica por muy pequeña que sea (incluso en privado): la gente tiene miedo de criticar al régimen, sobretodo, a Kim. Algunos disidentes han reconocido sus dudas secretas sobre su inhabilidad pero jamás las habrían mostrado en público o, en su caso, en privado. El hecho de que muchos desertores del régimen no teman en mostrar sus verdaderos sentimientos hacia Kim después de haber tomado la peligrosísima decisión de desertar y de no temer ser devueltos a su vida terrible de la que han escapado es una muestra del afecto a esta figura.
 
La inesperada y súbita muerte de Kim Il Sung dejó a la nación conmocionada y rota por el dolor a una escala que pocos observadores entendían. Su pérdida se vio como la pérdida de un padre, lo que llevó a que, en 1998, se le proclamase Presidente Eterno de Corea del Norte. Este culto se reforzó cuando, en 1995, con motivo de catástrofes naturales, inundaciones, sequías y hambrunas se apoderaron de la nación y la situaron cerca del colapso económico, muchos norcoreanos lo atribuyeron a la pérdida del “Gran Líder”. A su funeral no se invitó a ningún Jefe de Estado extranjero, en línea con la filosofía de independencia nacional: la juché (en coreano, chuch´e), aunque parece haber pesado más el sentimiento del pueblo de una pérdida tan personal y tan exclusiva como para compartirla con otros países.
 
Con la muerte de Kim Il Sung, el culto ha adquirido proporciones mayores, si cabe, y sigue dominando cada aspecto de la vida cotidiana de los norcoreanos. Kim Jong Il fue “aquél quien tenía la confianza de su padre, apoyando la deificación de Kim Il Sung”, según Hwang Jang-yop, secretario de ideología del Partido Coreano de los Trabajadores. Aunque pudiera parercer que el culto al Presidente Eterno haría sombra al poder de Kim Jong Il, esto no es así, ya que él concentró, durante todo su mandato, todos los poderes asociados al liderazgo.
 
Lo que más sorprende a los visitantes es que el Presidente Eterno está no sólo a la vista del pueblo, sino también en sus pensamientos. Se han elaborado representaciones teatrales sobre su vida (algunas de ellas producidas por su hijo); se han organizado peregrinaciones por todo el país, a menudo, a pie, y el día de su nacimiento se conmemora como el acontecimiento más importante del año. Otro signo del nivel al que ha llegado el culto a la personalidad es el monumento-tumba de Kim Il Sung (conocido como la “tumba-palacio”), que ha costado unos 9 billones en dólares americanos y contiene el cuerpo embalsamado del líder.
 
Por si no fuera suficientemente sofocante la atmósfera, el culto al Líder está siempre presente en la mente de los norcoreanos: niños memorizando poemas sobre su infancia y componiendo otros en su memoria; granjeros recitando sus escritos de memoria; hombres, mujeres…todos memorizando sus lecturas sobre la juché. Cada mañana se escucha la arenga política del régimen para el día (extraída de los escritos de Kim Il Sung) y existen encuentros sobre autocrítica. Como miembros de una sociedad ritual, a los norcoreanos no se les enseña a pensar: se les educa para seguir. En el resto de los aspectos, pueden actuar racionalmente. Pero, en los aspectos sentimentales relacionados con el culto o la vida y las enseñanzas de Kim, son totalmente intransigentes.
 
 
¿SOCIEDAD CIVIL?: CERO.
Kim Il Sung consiguió rehacer completamente la estructura social norcoreana sin tener que acudir al terror empleado por Stalin y Mao al crear las sociedades comunistas de la URSS y de China. El éxito de Kim Il Sung  en la plasmación del cambio social fue mucho mayor que el logrado por otros regímenes comunistas.
 
Una sociedad de “control del pensamiento”.-
La infancia es el único momento feliz que han podido tener los norcoreanos ante la realidad de la vida en una sociedad totalitaria de “control del pensamiento”. Y es que el Partido de los Trabajadores ejerce un control en cada aspecto de la vida de la persona en diversos grados. El único día que se revela como más emocionante para los niños es aquel en el que ingresan en los Jóvenes Pioneros (9-11 años). SE reciben dos horas al día de adoctrinamiento ideológico y dan un día completo (sábados) para el voluntariado.
 
Entre los 14 y los 16, ingresan en la Liga de la Juventud Socialista Kim Il Sung: en esta etapa, se les somete a continuo estudio, requerimientos para trabajar, autocrítica, dedicación y servicio al estado. A los voluntarios se les ofrece trabajar por la noche como medio para ganarse el favor del poder.
 
Junto al voluntariado, las sesiones de estudio sobre política son otra forma de adoctrinamiento. La participación en ellas es obligatoria y a los estudiantes se les separa de los estudios académicos para centrarlos en el estudio de temas de actualidad, que pueden incluir comentarios a las editoriales del periódico del partido Nodong Shinmun (Diario de los Trabajadores). En estas sesiones se estudia en profundidad el pensamiento del Presidente Eterno.
 
Parte de esta sociedad de pensamiento son los encuentros de autocrítica, que son auténticos momentos duros para la vida de una persona en Corea del Norte. Ya en los años 70, se tiene conocimiento de que Kim Jong Il había aconsejado a su padre la realización de tales encuentros semanales (en lugar de mensuales), con el objeto de sancionar las críticas y los comportamientos menos graves (fumar o acostarse muy tarde). Cada escuela y centro de trabajo disponen de una mañana o tarde a la semana para estos encuentros, que consisten tanto en la autocrítica personal como en la crítica hacia la actitud de otros. A la gente se la anima a llevar un cuaderno de notas donde se recojan lo que ellos y sus amigos han hecho mal durante la semana, con el objeto de usarlo como temas para hablar en las sesiones. (El “Gran Hermano” de G. Orwell). Para sobrevivir a estas sesiones agotadoras desde el punto de vista psicológico y salir de ellas con el mínimo daño y estrés psicológico, hay un truco: aliarse con amigos y acordar previamente a quién se va a criticar hoy y por qué. Esa persona no se sorprende ante la crítica de sus amigos y sale preparada para responder
 
Según las directrices de Kim Jong Il, se supone que todo el mundo ha de intervenir en cada encuentro, ya sea autocriticándose o criticando a otros, lo que no sucede siempre por falta de tiempo. En algunas ocasiones, las sesiones disparan la tensión, sobretodo, si se discuten temas políticos. Como muestra, un botón: un estudiante se acordaba de un amigo que había dejado de hablarse con otro estudiante que le reprochaba haberse saltado una clase política. En suma, para el régimen lo que importa es persuadir a la gente de hacer algo contra él. En definitiva, estas sesiones son un auténtico instrumento de control. Y es que lo que mantiene controlados a los norcoreanos es que ellos sepan que están permanentemente vigilados por sus amigos y vecinos, que pueden informar de sus actividades y actitudes.
Estas sesiones también fomentan algunas de las conductas humanas más viles: falta de respeto por los sentimientos ajenos, la instrumentalización de otros para fomentar la propia carrera, la deslealtad, la mentira, la superioridad moral y la actitud hipercrítica hacia los demás. Sin olvidar que es la gente joven quien está sujeta a presiones sociales y políticas más allá de su capacidad de aguante.

 

La unidad de producción.
Sea la fábrica, la granja colectiva, la administración o la unidad militar, ésta da vivienda, comida, ropa y atención médica. Para viajar, alojarse en hoteles fuera de la ciudad, comer en restaurantes…hay que obtener un permiso del centro de trabajo, quien autoriza las vacaciones y organiza los permisos vacacionales que concede el gobierno. Además, si se ha ahorrado dinero suficiente para comprar un reloj, una bicicleta u otros productos de consumo, se ha de contar previamente con la autorización de la Unidad para hacer la compra.
 
Es con los compañeros de trabajo con los que cada persona ha de asistir a las fiestas, entrenamientos militares, sesiones de autocrítica, sesiones de estudio por la mañana y por la tarde o actos culturales. El hecho de que una persona pueda pasarse en la unidad muchos años hace pensar en la importancia que se da en el centro de trabajo a las relaciones sociales. Es fácil hacerse una idea de las frustraciones e infelicidad que la gente tiene cuando no hay buenas relaciones y no hay esperanza de cambiar de trabajo. Y es que el responsable del centro tiene una gran influencia sobre la persona que sus propios familiares cuando se van a discutir las decisiones cotidianas, incluidas las que son esenciales en la vida de una persona (como casarse). Ello es muestra de cómo el régimen es capaz de controlar cada aspecto de la vida de las personas utilizando al responsable de cada centro de trabajo. En este sentido, el régimen norcoreano ha ensalzado los valores tradicionales confucionistas de la piedad filial, el amor a la familia y la lealtad al Estado.
 
Hay evidencias que muestran que la unidad famliar ya no es la unidad básica del tejido social norcoreano, en cuanto que ha sido suplantada por la unidad de producción, que controla casi todos los aspectos de la vida diaria. No obstante, aún sigue arraigado un sentido fuerte de familia y hasta es posible que se hayan fortalecido los lazos familiares como elemento de resistencia al control totalitario del estado sobre la vida de sus ciudadanos.
 
 
RELIGIÓN.

 

La Constitución norcoreana, en su artículo 68, garantiza la libertad religiosa y garantiza el derecho a construir edificios para el culto. Pero, en la práctica, el gobierno no sólo prohíbe las actividades religiosas organizadas sino que persigue, además, a los creyentes. Muchos observadores han sostenido que, en realidad, sí hay una religión oficial: el culto a Kim Il Sung, que da un fervor religioso en un estado ateo que, en realidad, proscribe toda confesión religiosa.
La mística religiosa de la vida de Kim Il Sung incluye una vinculación al Monte Paektu (la “montaña sagrada de la revolución”), donde el líder se escondió durante los años de la guerra y donde se supone que nació su hijo. En muchos hogares, fábricas y escuelas hay habitaciones pequeñas habilitadas como capillas para adorar al líder. De hecho, la mayoría de los norcoreanos comienzan y terminan el día con una genuflexión ante su retrato.
 
A comienzos del siglo XX, Pyongyang fue el centro de una labor misionera protestante muy activa en Corea. Los padres de Kim Il Sung y su abuelo fueron cristianos que asistían con regularidad a los servicios religiosos. Hoy día, los esfuerzos misioneros no son visibles: no hay cristianos que profesen abiertamente hoy en Corea del Norte y los centros cristianos misioneros han desaparecido ya hace tiempo. Oficialmente, se dice que las bombas norteamericanas destruyeron todas las iglesias durante la Guerra de Corea. Aún persisten viejas costumbres basadas en creencias religiosas occidentales y orientales (como la de revestir a los muertos y colocarles en cojines para la mortaja).
 
Sin embargo, algunos creyentes (las familias de aquéllos que emigraron a Corea del Sur después de la guerra, la antigua élite) son tratados como miembros de una clase “desleal”, “enemigos del estado” que pueden ser enviados a prisión por ello. A las Iglesias se las consideran “símbolos de la opresión imperialista”. Los desertores informan que, incluso en la intimidad familiar, los norcoreanos tienen miedo de expresar su fe en Dios. Un desertor de los años 90, campeón de tenis de mesa que se convirtió, a los 18 años, se convirtió en el prisionero político más joven del campo donde estaba recluido por cruzar un río helado hacia China en un arrebato de curiosidad (esquiando en Mount Paektu) señalaba lo siguiente:
“Cuando Billy Graham visitó Corea del Norte, dijo que el cristianismo estaba resurgiendo. Os diré la historia real de la religiosidad en Corea del Norte: no hay ninguna religión. Yo mismo vi tanta gente en el campo a causa de su profesión religiosa. Rezar en privado ya es suficiente para enviarte al campo. Probablemente, todo aquel que sea creyente en Corea del Norte haya sido enviado a un campo. Quiero escribirle a Billy Graham: “si quieres conocer realmente la religión en Corea del Norte, ven a un campo de prisión”. Cuando Billy Graham fue a un servicio religioso, debiera haber pedido a la gente de la congregación recitar versos de la Biblia”.
 
Sólo quienes nacieron antes de 1950 podían haber tenido algún conocimiento de antiguas creencias y prácticas religiosas. De hecho, la generación de Kim Jong Ii no ha recibido la fe religiosa de sus padres. Mientras Kim Il Sung recordaba asistir a los oficios religiosos e, incluso, tocar el órgano, su hijo no tuvo esa herencia. Conocía a su padre como un hombre que ya había renunciado al cristianismo (Kim Il Sung dijo que “no fue influido por la religión”) y fundó un estado ateo en el culto a Dios fue sustituido por el culto a su persona. Un editorial del Nodong Shinmun de 1980 elevó explícitamente el culto a Kim Il Sung a la categoría de religión nacional. En un desafío directo a la fe cristiana y en un intento de reeemplazar a la Trinidad por la didad de los Kim padre e hijo, dicha editorial proclamaba:”Pueblos del mundo, si estáis buscando milagros, ¡venid a Corea!. ¡Cristianos, no vayáis a Jerusalén!. ¡Venid mejor a Corea!. ¡No creáis en Dios!. ¡Creed en el superhombre!”.
 
Desde la muerte del primer presidente norcoreano en 1994, los extranjeros no han tenido noticias de la actividad de la iglesia en visitas posteriores. Quizás a Kim Il Sung le hubiese impresionado Billy Graham y puede que se hayan construido las dos iglesias cristianas de Pyongyang para impresionar a los turistas occidentales, pero su hijo, Kim Jong Il, no ha mostrado actitud similar alguna hacia las religiones desde que tomó el poder en 1994. Le ha concedido a la familia Graham un trato más considerado en sus posteriores visitas a Corea del Norte, pero no el celebrar oficios religiosos abiertamente. Al hijo de Graham no se le permitió predicar cuando visitó el país en el año 2000.
 
En 2006, el reverendo Rick Warren aceptó una invitación para predicar en Corea del Norte en un estadio con capacidad para 15.000 personas con ocasión de una gira evangelista para Marzo de 2007. La visita tenía el objeto de recalcar el 100º aniversario del Renacimiento de Pyongyang, uno de los acontecimientos más importantes en la difusión del Cristianismo en Corea. El evento fue organizado por un grupo de empresarios surcoreanos, aunque los oficiales norcoreanos acordaron dar una apariencia de tolerancia y de libertad religiosa después de que Corea del Norte recibió la condena mundial por su lanzamiento de misiles nucleares.
 
Según Hwang Jang-yop, las Iglesias en Pyongyang “son iglesias construidas para el espectáculo”. “Los verdaderos creyentes en Corea del Norte no pueden profesar su fe. Sólo se les permite hacerlo a los falsos creyentes”. Una mujer disidente norcoreana desveló su vida secreta de cristiana antes de partir en 1999. Sus padres eran cristianos y ella continuó la tradición familiar: “los creyentes religiosos han sido capturados y ejecutados, y a sus familias se les ha enviado a la prisión por criminales políticos…A los creyentes se les fuerza a vivir en la clandestinidad a causa de la dura opresión. Nadie podía hablar libremente de religión durante los años 60 y 70”. No obstante, ella descubrió que, a pesar de la opresión, las creencias religiosas resultaban difíciles de erradicar y los miembros de las iglesias clandestinas permanecían en contacto a través de encuentros. Quienes tenían radios de onda corta escuchaban los programas de los cristianos surcoreanos y compartían lo que oían con sus correligionarios. Los encuentros tenían lugar en casas de amigos, donde se celebraban “servicios domésticos” ilegales.
 
Desde la Guerra de Corea, el Norte y el Sur han divergido en muchos aspectos. La diferencia más importante entre las dos sociedades que más importancia tendrá en una posible unificación de la península coreana es que la religión oficial en Corea del Norte, tal como se practica hoy (el culto a Kim Il Sung), sería incompatible con cualquier creencia religiosa reconocida en el mundo de hoy.
 
En 2003, como signo de aparente acercamiento a Rusia, se construyó una Iglesia Ortodoxa en Pyongyang, financiada por el Gobierno norcoreano, mientras que la Iglesia Ortodoxa proporcionó los iconos y ornamentos litúrgicos. Al frente se puso a un sacerdote norcoreano formado en Rusia.