Corea sí importa

por GEES, 13 de diciembre de 2012

 Fue durante su campaña electoral de 2008 cuando Barack Obama tendió por primera vez la mano al régimen norcoreano, pidiéndole diálogo y compromiso. Sólo unos meses después, a principios de abril, Corea del Norte probó el lanzamiento de un cohete balístico de largo alcance. Esa fue su respuesta al gesto del nuevo presidente americano. 

Las sanciones y el aislamiento a que Washington sometió a Pyongyang en los años sucesivos no evitó que en febrero de 2012, dos meses después de la muerte de Kim Jong Il y la llegada al poder de Kim Jong Un, Estados Unidos y Corea del Norte llegaran a un prometedor acuerdo: la suspensión del programa nuclear norcoreano y la entrada de inspectores al país a cambio de alimentos para sus más de dos millones de hambrientos. Dos meses después, Corea del Norte volvió a desafiar los acuerdos alcanzados lanzando un cohete, aunque sin éxito. La Administración norteamericana suspendió la ayuda.
 
Que ahora Corea del Norte haya hecho una nueva prueba misilística–según la versión del régimen, un satélite para ponerlo en órbita– no sorprende a nadie. No sólo porque había anunciado sus intenciones hace unos días, sino porque es una pauta ya consolidada. Lo ha llevado a cabo, además, oportunamente un mes después de que Obama fuera reelegido presidente y poco antes de las elecciones en Japón –el próximo día 16– y en Corea del Sur ­–el 19–.
 
Dice el régimen que la prueba ha sido todo un éxito. En tal caso, demostraría la fortaleza de Kim Jong Un en medio de una lucha de poder, y evitaría cualquier reacción de los militares, entre los que se han sucedido las dimisiones y degradaciones, y a los que se les ha quitado autoridad en temas económicos. Si por el contrario hubiera fracasado, la credibilidad del líder supremo hubiera caído peligrosamente, sobre todo tras el fracaso de las pruebas de abril. En cualquier caso, Pyongyang ha allanado el terreno a más sanciones y a menos ayudas externas.
 
Y para Estados Unidos, ¿qué significa? La nueva amenaza de
Pyongyang se produce un par de semanas después de que Obama volviera a tender la mano a los líderes norcoreanos en un discurso en Universidad de Yangon (Myanmar). El lanzamiento no es más que una nueva muestra de la infectividad de los gestos de Obama. Para el presidente norteamericano, Corea del Norte ha dejado de ser paulatinamente una prioridad política, y nunca ha querido verse obligado a tomar cartas en el asunto. Pero en el caso de que llegue a desencadenarse una crisis en la península, sería un importante test para la Administración en su pivote hacia Asia. Sin olvidar que durante más de una década Pyongyang y Teherán han seguido un programa conjunto de desarrollo de misiles. Y en breve Irán necesitará un vehículo de lanzamiento para las ojivas que está desarrollando. Seguramente la reciente prueba ha sido seguida con avidez por su mejor comprador, Irán. Así que nadie se engañe: Corea importa, y mucho.