Cuando el pez chico se come al grande
Parece que a Pablo Casado le enseñaron en la escuela aquello de que el pez grande se come al chico. Lo que no parece haber aprendido todavía es que eso es verdad en circunstancias normales, ni que ni el mundo ni la España actual viven en circunstancias normales. Que no comprende la situación actual está bastante claro, empezando por ser parte del equipo dirigente del PP que, con Rajoy Soraya a la cabeza, negaban la existencia de un referéndum ilegal en Cataluña a pesar de las urnas ya los votos de los independentistas; o que vaya a un radio separatista en Barcelona para acusar al ministerio de interior y a la policía de haberse propasado con sus actuaciones en contra de quienes acudían a votar en ese referéndum ilegal. Y qué decir de cuándo, ya elegido presidente del PP porque nadie quería a Soraya Sainz de Santamaría, decía en abril del 19, cuando se creía ya en la Moncloa, que pensaba abrir su gobierno a Vox y, sin embargo, ahora, vuelve a repetir la sarta de insultos que soltó contra Abascal durante la moción de censura y -toma ya- pide ni más ni menos que crear un cordón sanitario contra Vox.
El miedo es muy mal consejero estratégico. Y el miedo es lo que rezuma Génova, ese equipo instalado en una sede a la que culpó en su día de sus propios fracasos. Y hay miedo porque en circunstancias anormales, como cuando el pez grande está enfermo, es el chico quien se lo acaba merendando. Y no hay duda alguna de que la dirección que lidera Pablo Casado está profundamente enferma, herida de muerte. Las dos grandes victorias recientes del PP, Andalucía y Madrid, fueron logradas por dirigentes que no responden a la cuerda del duo Casado/Egea. Moreno Bonilla era defensor de Soraya y Díaz Ayuso se ha convertido en el azote de la izquierda que Casado no quiere ser. Porque lo suyo no es ayudar a generar un amplio frente conservador, sino llegar a gobernar con el PSOE. El cree que un PSOE sin Sánchez, aunque lo más lógico, de llegarse a la gestación de un gobierno de gran coalición, tampoco estaría él al frente. Rey por Rey.
Con todo, lo más llamativo es que después de acusar a Sánchez de todos los males que padecemos los españoles, Pablo quiera casarse con el socialismo sin darse cuenta que lo que él tiene en la cabeza, un supuesto PSOE responsable, sólo existió brevemente bajo Felipe González. No antes y desde luego, no después. Liarse con un trilero no eleva al engatusador, sino rebaja a quien lo hace. Yo estoy convencido de que si en Castilla y León el PP llega a gobernar gracias al PSOE, salvará el gobierno regional, pero acelerará la caída a nivel nacional.
Ya sabemos que nadie pierde en las elecciones y Génova anda sacando pecho, muy ufanos porque han aumentado en dos sus procuradores autonómicos. Lo que callan no es solo que no hayan alcanzado sus objetivos últimos, sino que se han dejado por el camino casi 120 mil votos. Y el PSOE más de 150 mil. Pero los grandes perdedores siempre quieren que se les considere los grandes ganadores.
El PP es el pez grande, pero enfermo. Y esa realidad no la pueden cambiar desde Génova a base de declaraciones. Casado dice que es fácil resultar atractivo quien no ha ejercido tareas de gobierno, en clara referencia a Vox. Pero hablemos de responsabilidad y visión de Estado. Casado, por ejemplo, se lanza a apoyar el discurso belicista inicial de Sánchez (luego rebajado por las presiones de Podemos) sin meditar lo que estaba haciendo. Las gesticulaciones de Sánchez nada tendían que ver con la seguridad de Ucrania frente a Rusia, sino a su deseo de captar titulares y proyectar la imagen de que él si que es un líder mundial. La prueban es que nuestras contribución a la OTAN en esta crisis no ha ido más allá de lo que ya están programado mucho antes de que se desencadenara. Pero a Pablo Casado alguien le enseñó que en materia de Estado, esto es, Exteriores y Defensa, siempre hay que estar con el gobierno. Y le da igual que sea el gobierno del socialcomunismo, el que apoya a Maduro, por ejemplo. Pero mientras que el presidente del actual PP se rendía a los pies de Sánchez, ese a quien desprecia, Santiago Abascal, era capaz de reunir en Madrid a los líderes de la llamada derecha alternativa y lograba que todos, incluyendo a quien se pinta siempre de putinófilos, Orban y Le Pen, firmaran un manifiesto en el que deja claro que el único responsable de esta crisis es Rusia. Eso es hacer Europa y no servir de felpudo de Pedro Sánchez en la puerta de la OTAN.
Casado cree que ya lo ha intentado todo para no seguir cayendo. Primero, hablar de un gobierno nacional con Vox; luego, imitar a Vox; tercero, denigrar a los líderes de Vox; cuarto, ignorar a Vox con la complicidad de sus medios afines; y, por último, gritar a favor de construir un cordón sanitario contra Vox. Pero todo cuanto ha intentado le ha fallado. Ya sólo le queda insultar a los votantes de Vox, pero tampoco le favorecería. Y todo por su incapacidad de reconocer que el bipartidismo está muerto de momento. Es más, si estuviese en lo cierto de que no hay espacio en la derecha más que para un partido, se equivoca si cree que va a serlo su PP. Ni tiene discurso nacional, ni tiene ideas, ni, más importante, despierta ilusión. Cuando habla, Casado suena a remedo de Marx, Groucho, con aquello de que “tengo mis principios. Y si no le gustan tengo otros”. Pero lo que vale para una comedia, es una tragedia en política. Hoy por hoy, Casado no es el caballo ganador.