De la irresponsabilidad política

por Rafael L. Bardají, 8 de enero de 2019

Primero fue el voto del miedo: ese “votadme a mi y no a los demás, porque si no, gana Podemos” de Mariano Rajoy; luego fue el voto útil: ese “votadme a mi porque Vox es marginal, no sacará nada y es tirar el voto” de la campaña del PP en las andaluzas; ahora es el voto de la responsabilidad con el que todo el mundo le pide, le exige, a Vox que sea “razonable”, se olvide de sus principios básicos, trague con un acuerdo de gobierno cuyas líneas maestras son contrarias a su espíritu, y que, así, permita la investidura de un gobierno bipartito PP y Ciudadanos. Las mentes pensantes de nuestro país, todos los medios y los propios interesados, dicen que es lo responsable habida cuenta de que, para ellos, la política es el arte de lo posible y eso es lo único posible.

Con ese espíritu, ni Ronald Reagan, ni Margaret Thatcher, ni el Papa Juan Pablo II habrían intentado romper los moldes de lo aceptable de los consensos del día, y quién sabe, la URSS seguiría existiendo. Para ellos la política no era el arte de lo posible, sino de hacer posible lo deseable. Que es bien distinto.

Lo que se suele olvidar, interesadamente, estos días, es el por qué de esta situación de bloqueo en Andalucía. Difícilmente puede ser por Vox, fuerza política a la que, a fecha de hoy, todavía no se ha consultado. Para mí sólo hay un claro responsable, que es quien ha creado el actual bloqueo con sus declaraciones y actitudes: Ciudadanos. Los de Rivera han erigido un muro o cordón sanitario mental según el cual toda cercanía a Vox es repugnante, incluso en una foto. Y que conste que tienen toda la legitimidad para hacerlo, aunque muestre poco espíritu democrático y de respeto hacia otro partido político democrático. Máxime cuando han estado tras Susana Díaz cuatro años, apoyando una supuesta “estabilidad” en la región y desayunan con los líderes de Podemos e Izquierda Unida en aras de la “gobernabilidad”. Línea roja que demuestra a) su incapacidad para reconocer su peso real, tercer partido más votado, pero incapaz de formar gobierno ni siquiera en coalición con otro; b) que le interesa poco el cambio en Andalucía y que, en aras a salvaguardar su estrategia nacional, preferiría tener al partido socialista como aliado que a la derecha. Ciudadanos parece convencido de que la única forma de pasar a ser el segundo partido en España es, ahora, robarle votantes al PSOE. Sería lo único que explica sus tics.

Resumiendo, Ciudadanos es un partido que primero quiso que su candidato fuese elegido presidente de la Junta, a pesar de contar solamente con 21 diputados regionales; segundo, que buscó (¿y busca?) que el PSOE le preste su apoyo para la investidura y no tener que depender así de los partidos a su derecha; que le gustaría un imposible: un tripartito PSOE/Ciudadanos/PP, mejor que cualquier otra opción; y, cuarto, que, falto de mejor opción, exige a Vox que le de el apoyo a su pacto con el PP, sin pedirle abiertamente ese voto y sin permitir que Vox cambie “una sola coma” del acuerdo de gobierno.

¿Y qué ha respondido Vox? La increíble “locura” de recordar que si quieren su voto, que se lo pidan, afirmación que ha sido denunciada contra toda lógica como un acto de soberbia; y dos, que quienes van a recibir sus 12 votos, que escuchen y sean receptivos a algunas de sus demandas. Pero, ay, eso ya no es razonable ni responsable. En la mesa del parlamento querían que Vox tuviera voz, pero no voto. Desbarata esa operación, ahora lo que quieren es que Vox tenga voto, pero no voz.  Pero Vox es un partido que juega en su liga, mayor de edad, con casi cuatrocientos mil votantes en Andalucía, con todos los derechos que asisten a cualquier otra formación con representación institucional. Esa es la única realidad. Vox, voz y voto.

Y aquí es donde entra el nuevo chantaje: en realidad, se dice atribuyéndose el poder de hablar por todos los votantes, en diciembre los andaluces votaron menos por una opción política que por el “cambio”.  Es decir, el objetivo es acabar con el socialismo de 40 años (olvidando los múltiples intentos de Ciudadanos de mantenerlo vivo). Es más, se añade de nuevo el miedo: si se repitieran las elecciones, ganaría la izquierda, capaz de movilizar a más votantes. Me encanta el derrotismo como motivación. O sea, que lo que pasó el 12 de diciembre fue pura chiripa. Irrepetible. ¿De verdad podemos confiar en quienes tan poca confianza tienen en si mismos?

Lo que en realidad pasa es que el actual sistema que tan bien sirve a muchos excepto a los españoles, es lo que está en solfa y el miedo no es a no ganar, sino a perder mucho más. Y la mejor forma de evitar otra derrota es evitar que Vox siga creciendo. ¿Cómo? Convirtiéndole en uno más, dispuesto a olvidarse de sus votantes y abierto a desprenderse, como todos los otros, de sus principios.  Si Vox apoyase una investidura bajo el chantaje de los insultos y sin que se oigan sus justas reivindicaciones, se estaría atando a una traición que podría salirle muy cara. ¿Por qué tiene que ser el único partido que pague la intransigencia de Ciudadanos y la impotencia del PP?

La política no es una de las bellas artes a pesar de que para los políticos tradicionales españoles, todo se reduzca a un teatro: yo gimoteo por aquí, pero consigo esto otro por allí; yo insulto aquí, pero te abrazo allí, denuncio aquí, pero me das allí, prometo esto, pero hago lo otro, pienso una cosa, pero digo lo contrario… Yo estoy convencido de que los andaluces no votaron para seguir así el pasado mes. Es más, creo que los españoles no van a votar este año para dejar que las cosas sigan como hasta ahora. Ese es el problema a del PSOE, Ciudadanos y del PP. No de Vox.