Del ascenso a la decadencia alemana

por Adam Wolfson, 8 de noviembre de 2005

El rendimiento económico alemán a lo largo de la pasada década o así ha estado marcado por un PIB y un crecimiento de la productividad reducidos, débil creación de empleo, elevada tasa de paro y bajos tipos de retorno de la inversión. Las economías de Japón y de gran parte del resto de Europa no salen mucho mejor paradas -- comodidad por los pelos, quizá -- pero Alemania aparece como subdesarrollada cuando se la compara con las economías más dinámicas del mundo desarrollado. Son en gran medida los baluartes del antiguo Imperio Británico -- la propia Gran Bretaña, Estados Unidos, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.
 
La raíz del vacío de rendimiento económico entre Alemania y las naciones anglosajonas puede encontrarse en una catadura intelectual olvidada en gran medida acerca de los puntos fuertes del pensamiento económico. El debate de finales del siglo XIX enfrentó a los defensores de la economía laissez-faire de estilo inglés, con su énfasis en las virtudes del libre mercado, con un grupo de teóricos alemán que pensaba que su país debía trazar su propio rumbo. El segundo grupo ganó en la arena política, llevando a la creación de la economía social de mercado de Alemania, el modelo del país durante gran parte de los últimos 125 años.
 
El debate sería una curiosidad de la historia si no influyese en el tema más importante de la Alemania de hoy -- qué hacer con una economía que lleva una generación estancada y en decadencia. Alemania ha comenzado a cuestionar la economía social de mercado, con muchas voces pidiendo reformas tajantes que orienten a Alemania hacia el modelo de libre mercado de los países anglosajones. Quieren que Alemania suspenda programas de regulación, de gasto y la inversión de los programas de bienestar social. La reestructuración económica recibió enorme cobertura mientras Alemania se dirigía hacia sus recientes e inconclusas elecciones nacionales. Tanto el Partido Socialdemócrata del canciller saliente, Gerhard Schröder, como el Partido Democristiano de la oposición hacen campaña en favor de reformas, con el CDU sobrepasando al SDP, así que la reforma no es muy probable. No está claro si el próximo gobierno alemán, cuando se constituya, podrá llegar muy lejos a la hora de superar el apego histórico del país a la llamada economía social de mercado.
 
La génesis intelectual del sistema alemán se remonta al Methodenstreit, un debate acerca de la mejor metodología de la teoría económica. Por un lado se encontraban los economistas austriacos Carl Menger y Eugene von Böhm-Bawerk, junto con sus aliados de la escuela clásica británica. Desafiando a los austriacos y a los ingleses se encontraban Gustav von Schmöller junto con la 'joven' escuela histórica alemana.
 
La estrecha cuestión académica era si las teorías económicas podrían aplicarse a todos los países en cualquier momento. Los teóricos austriacos creían en la universalidad de sus propuestas acerca de los mercados que maximizan el bienestar social. La doctrina británica clásica concedía prioridad a las preferencias de los ciudadanos individuales como consumidores y capitalistas. Concebía una Mano Invisible que alteraba la mano de obra, el capital y otros recursos para cumplir las necesidades de la sociedad con eficacia.
 
La escuela histórica alemana dudaba de la magia del mercado, argumentando que lo que podría haber sido una buena política para Gran Bretaña no era necesariamente una política igual de buena para Alemania. Schmöller y sus aliados defendían la noción de que Alemania tenía que crear políticas que fueran específicas de sus condiciones, instituciones y necesidades, en lugar de duplicar las condiciones generales laissez-faire de la Gran Bretaña del siglo XIX. Rechazaban la doctrina británica del libre mercado, y buscaban defender la existencia del autoritario estado del bienestar imperante de Alemania.
 
Con el fin de defender las políticas existentes, la escuela histórica recomendaba estudiar cuidadosamente sociología, historia y hasta derecho. Grandes recolectores de datos, construían argumentos basados en análisis estadísticos y su percepción del entorno institucional que les rodeaba. Al recoger hechos específicos de cada país, estos economistas buscaban enmarcar las preferencias de la sociedad en lugar de las de los individuos, y después implementarlas a través de la política gubernamental. Schmöller convenció a los planificadores y políticos gubernamentales de que, sin importar los efectos en otras naciones, cualquier política que favorecieran debería funcionar en Alemania a pesar de los argumentos en contra de la economía política británica. Las leyes económicas universales no existían, así que la doctrina neoclásica tradicional de recelo a lo planificado y las economías basadas en el estado no siempre se aplicaban. La universalidad alemana se asienta en la teoría política, la sociología y la economía política en un momento en el que estaban controladas, y por lo tanto dominadas, por los historiadores, a causa de los vínculos cercanos de los historiadores con el gobierno alemán. Aunque con el tiempo perdieron peso intelectual, sus opiniones continuarán dominando el pensamiento alemán en materia de economía política durante décadas.
 
La escuela histórica dio así a Alemania la motivación intelectual para construir un 'tercer camino' entre el capitalismo y el comunismo, y el resultado fue el estado del bienestar alemán inaugurado por Otto von Bismarck (1871-1890), el primer canciller del país. La ideología dominó la economía política alemana entre 1880 y 1948, y de nuevo desde finales de los años sesenta. La única ruptura de la economía social de mercado llegó tras la aplastante derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y este período de tiempo relativamente corto proporciona una lección interesante acerca del potencial del modelo angloamericano en Alemania.
 
Ocupada por los aliados, la Alemania de posguerra se encontraba en ruinas tanto física como económicamente. La actividad económica se encontraba completamente estancada, la divisa y la infraestructura se encontraban por los suelos y salir a buscar comida se convirtió en el trance diario de la mayoría de los alemanes. De las tiendas que existían, pocas o ninguna tenía bienes que vender. En 1948, el director de la Office of Economic Opportunity era un economista llamado Ludwig Erhard. Trabajando junto con Wilhelm Röpke, su antiguo profesor de economía de la Universidad de Freiburg, llevó a cabo una reforma económica en dos partes que ambos hombres esperaban que revitalizase la economía de Alemania.
 
En la noche del 20 de junio de 1948, Erhard se dirigió a la radio para anunciar los detalles de lo que se conocería como 'la hoguera de los controles'. La primera parte del plan Erhard-Röpke era la reforma monetaria y la introducción de una nueva divisa, el Deutschemark. Se estableció un nuevo tipo de cambio para cada diez de los antiguos Reichmarks. El suministro monetario se redujo en más del 90%, poniendo fin a la inflación de posguerra. La segunda reforma eliminó los controles sobre los precios y los salarios y redujo los impuestos personales y empresariales. En cuestión de días, las tiendas comenzaron a llenarse de objetos para vender, las carencias alimenticias comenzaron a desaparecer y la inversión empresarial volvió a resurgir.
 
Estas reformas de posguerra crearon un sistema fuerte orientado al mercado que permitió que la economía de Alemania del Oeste rindiera beneficios brillantemente durante varias décadas. El PIB per cápita se triplicó entre 1950 y 1974. La tasa de paro se redujo a un simple 2,5% mientras el país sumaba 8 millones de empleos. Una economía que entre 1913 y 1950 apenas había crecido un 0,3% crecía entre 1950 y 1973 a un ritmo del 5,7% -- 19 veces más rápido, con una media anual del 1,8% durante los años cincuenta. Alemania se sacudió la derrota y se convirtió en un jugador relevante en la economía del mundo, superando a Gran Bretaña, Francia y a muchos otros. De entre las principales economías de la época, solamente Japón tenía una tasa de crecimiento superior entre 1950 y 1973.
 
Las políticas de Erhard provocaron un boom económico de posguerra, pero sus mismos éxitos llevaron a la nación a la presente enfermedad económica. Pensando que habían encontrado una gallina de los huevos de oro de interminable prosperidad, el gobierno alemán, con total respaldo por parte de la mayoría del electorado, comenzó a adoptar políticas desde los años sesenta que alejaron al país del libre mercado y lo devolvieron a los mismos controles que Erhard había abolido. Las fronteras fiscales y regulatorias crecieron. Los mínimos sobre salarios y condiciones de trabajo generaron rigidez en el mercado laboral y los controles de los precios redujeron la flexibilidad de la economía. Pagos cada vez más generosos a los empleados en paro alimentaron un declive en las tasas de participación del mercado laboral de Alemania. Como casi siempre es el caso, los efectos de estas políticas lastraron su implementación, pero los efectos fueron los que predice la teoría económica estándar cuando los incentivos a la gente también incrementan los programas estatales de bienestar social.
 
En aquel momento, el milagro alemán se esfumó y Alemania desarrolló una esclerosis económica -- una enfermedad que empeora conforme pasa el tiempo. Tras una década de crecimiento irrisorio, y en ocasiones declive obvio, la mayoría de los pronósticos proyectan un beneficio de un pálido uno por ciento en el PIB real de este año. Los pedidos industriales han caído constantemente durante cuatro meses consecutivos, machacando cualquier esperanza de revitalización de la economía. Añadir el 'paro oculto' al 10% de desempleados de Alemania significa que casi 6 millones de personas no pueden encontrar empleo. El crecimiento de la productividad durante toda la década de los 90 es de un mísero uno por ciento. Los gastos gubernamentales en materia social son casi la mitad del presupuesto de hoy, y el porcentaje de gasto gubernamental con respecto al porcentaje del PIB se ha elevado desde el 30,4% en 1950 a casi el 48% hoy.
 
La economía de Alemania no remontará sin cambios sustanciales. Es hora de que Alemania se reinvente a sí misma y cree un segundo milagro económico partiendo de cero con respecto a su propio pasado. La misma recomendación que cambió la realidad económica en 1948 puede cambiar en la práctica la del 2005. Debería incluir:
 
1.      Mejorar drásticamente las condiciones, con el fin de impulsar la actividad empresarial;
2.      Reducir el peso fiscal total sobre la economía;
3.      Liberalizar los mercados laborales poniendo fin a los controles de salarios y permitiendo el movimiento libre de trabajadores y la creación de nuevos contratos de trabajo;
4.      Reducir el porcentaje de gasto gubernamental en incentivos para la gente que permanece sin hacer nada;
5.      Desregular y privatizar allí donde sea posible.
 
La elección de Alemania está clara. Permanecer con el modelo de Schmöller y aceptar el estancamiento, o decantarse por los beneficios de conceder otra oportunidad a las ideas de Erhardt. ¿Sabrá encontrar Alemania la voluntad política para cambiar? No lo ha hecho en el pasado reciente, a excepción de los breves lapsos de la Segunda Guerra Mundial. Es hora de nuevo.

 
Robert Formaini es economista superior del Banco de la Reserva Federal de Dallas.