Demagogia peligrosa; "arreglar el mundo"

por Thomas Sowell, 28 de enero de 2008

La mayor parte de los horrores del siglo XX -que hubo muchos- no habrían sido posibles sin la demagogia o la propaganda engañosa.
 
La mayor parte de la gente tiene demasiado sentido de la decencia y demasiado sentido común como para haber soportado esos horrores a menos que alguien encuentre la manera de suspender su razonamiento y avivar sus emociones.
           
Así es como Jim Jones lideró a cientos de personas hasta su muerte en Jonestown. A una escala mucho mayor, así es como Lenin creó un régimen de crímenes masivos en Rusia, y como Hitler hizo lo mismo en Alemania y Mao en China.
           
Aún así no parecemos ser más conscientes hoy de estar a la defensiva frente a la demagogia, en el siglo XXI, que esas personas a las que se les llenaba la boca de admiración por Adolfo Hitler en los años 30 y por numerosos demagogos más, grandes y pequeños, en todo el mundo a lo largo del turbulento siglo XX.
           
Muchas personas encuentran emocionante que el mantra del 'cambio' esté resonando por el país durante este año electoral. Pero hagamos lo que los políticos esperan que no hagamos nunca; pararnos a pensar.
           
Es dudoso que haya un solo humano en todo el país que esté satisfecho al 100% con todo lo que está sucediendo. En otras palabras, todo el mundo estará a favor del cambio.
           
La verdadera diferencia entre progresistas y conservadores se encuentra en las cosas específicas que quieren cambiar, y en qué sentido.
           
Milton Friedman fue el principal pensador conservador de su tiempo, pero quería cambiar radicalmente la Reserva Federal, el sistema escolar y el sistema fiscal, entre otras cosas.
           
Todo el mundo está a favor del cambio. Difiere en los detalles. Unir a la gente tras el mantra imprudente del 'cambio' significa pedir un cheque en blanco a cambio de retórica. Ese trato se ha llevado a cabo muchas veces en muchos lugares, y millones de personas han vivido para lamentarlo.
           
No es demasiado pedir a los políticos que en lugar de intentar arrastrarnos, dormir nuestro razonamiento y alentar nuestras emociones con enervante retórica, cuenten los detalles específicos.
           
Los optimistas pueden incluso esperar alguna consistencia lógica y resultados.
           
Barack Obama dice que quiere 'curar a América y arreglar el mundo'. Uno se pregunta qué hará como bis y si descansará o no al séptimo día.
           
Que tengamos a tanta gente dispuesta a dejarse arrastrar por tal retórica es un peligro enorme, dado que significa que el destino de esta gran nación se arriesga en manos de cualquier demagogo con habilidades que se presente.
           
Barack Obama dice que quiere 'curar' al país mientras al mismo tiempo promueve la idea de que todo tipo de personas son víctimas por las cuales luchará.
           
Ser divisorio al tiempo que se proclama unidad es algo que solamente se puede hacer en el mundo de la retórica.
           
El Senador Obama no tiene el monopolio de la demagogia, no obstante. El ex Senador John Edwards lleva más tiempo jugando a este mismo juego en la escena política, aunque de manera no tan eficaz.
           
John Edwards hizo su propia fortuna en los tribunales, representando a bebés con defectos congénitos como víctimas de los médicos que los trajeron al mundo. El precio de tal demagogia ha superado con creces las decenas de millones de dólares que Edwards se embolsó gracias a jurados crédulos.
           
Los delitos basados en divulgación científica han elevado el precio de la atención médica, no sólo directamente sino aún más de manera indirecta, llevando a un incremento de los partos por cesárea y demás 'medicina defensiva' cara para cubrir las espaldas de los médicos en lugar de proteger al paciente.
           
El mundo de John Edwards, al igual que el mundo de Barack Obama, es un mundo de víctimas cuyo salvador afirman ser cada uno.
           
Lo que asusta es el poco interés que el público y los medios tienen en el historial real de los salvadores políticos y los paladines del 'cambio' genérico.
           
América no es la Rusia zarista ni el Irán del shah, donde la gente podría pensar que cualquier cambio estaba destinado a ser la mejor. Pero hasta en esos países despóticos, los cambios - hacia el comunismo y los ayatolás - los hicieron mucho peores.
           
Ya va siendo hora de que los electores pidan detalles en lugar de retórica que enciende sus emociones y aturde su razonamiento.

 
 
Thomas Sowell  es un prolífico escritor de gran variedad de temas desde economía clásica a derechos civiles, autor de una docena de libros y cientos de artículos, la mayor parte de sus escritos son considerados pioneros entre los académicos.  Ganador del prestigioso premio Francis Boyer presentado por el American Enterprise Institute, actualmente es especialista decano del Instituto Hoover y de la Fundación Rose and Milton Friedman
 
 
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