¿Demodura o Dictocracia?

por Rafael L. Bardají, 1 de abril de 2021

Escribo esto tras mi segundo cumpleaños en la pandemia y en medio de un cruce de acusaciones, todas infundadas, sobre cómo Madrid está horneando la cuarta ola por aferrarse a intentar salvar su economía. Hasta Revilla se ha subido al carro de denuncia antimadridista. Pero nadie se pregunta cómo es posible que, por poner un ejemplo únicamente, la Comunidad Valenciana, en estricto cierre perimetral y con limitaciones a la hostelería draconianas, se haya comportado mucho peor que un Madrid más abierto en cuanto a número de contagiados, ingresados y enfermos en UCIs. En mi segundo cumpleaños de la pandemia me duele tener que volver a repetirlo, pero parece que los españoles no queremos aprender: habrá cuarta ola y quinta no porque los ciudadanos seamos unos irresponsables que no sabemos vivir sin salir a la calle a tomar unas cañas. Las habrá porque la única forma de evitarlas es mediante una vacunación que inmunice a la mayoría de la población. Y el responsable de obtener las vacunas y de contar con un plan de vacunación es el gobierno de Sánchez e Iglesias. Sánchez ya declaró solemnemente su victoria sobre el virus en julio pasado, con luz y taquígrafos a los que todavía no ha logrado borrar. También dijo que para este verano el 80 por ciento de la población española estaría ya vacunada y hoy sabemos que sólo a final de abril será el 80 por ciento de los mayores de 80 años. 

 

Y así todo. Otro ejemplo del que no se puede responsabilizar a las farmacéuticas como siempre hacen nuestros dirigentes (compañías, por lo demás, a las que pocos reconocen el esfuerzo que han realizado para dar con las vacunas, probarlas y desarrollarlas en un tiempo récord en lo que la Historia de la medicina moderna): mientras que Iberia, por ejemplo, puso a disposición de Sanidad parte de su flota y tripulaciones para repatriar a españoles atrapados en el extranjero y para volar a sitios en China donde nunca había enviado un avión para cargar y traer a España el material indispensable con el que enfrentarse al virus (esos guantes, mascarillas y EPI´s en los que el gobierno despilfarró tantos millones), la Compañía de mayoría de capital venezolano Plus Ultra, no ofreció el único avión con  el que operaba limitadamente con España para nada útil socialmente. Y, sin embargo, el gobierno social-comunista se lanza a salvarla con un rescate al que califica de “estratégico” pero que, en justicia, no puede defender con la ley en la mano. Pero da igual.

 

La democracia en España siempre ha estado cogida con alfileres porque fue el producto de una evolución de un régimen no democrático y no una revolución democrática, la que puso en pie todas las instituciones de una democracia liberal. Es lógico, mientras que el centro-derecha sí cree en la democracia, la izquierda solo la entiende cómo una fase en la que explotar y abusar de las instituciones hasta llegar al poder. Entonces es cuando se abre un periodo revolucionario para hacerse con el control total de nuestras vidas. Cuando Iglesias dice que “no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España” tiene toda la razón. Lo que calla es que no la hay no porque haya jueces que le estén investigando en su ejercicio de la independencia que se le presume al poder judicial, no hay plena normalidad democrática porque él y sus correligionarios luchan todos los días para que no la haya. Con su ambición de controlar a los jueces; con la intimidación a los periodistas que no les son afines; con la creación de panfletos dedicados al libelo y no a la información; con su crispación; y con su cultura de considerar al adversario político el enemigo a batir. Cárcel o cuneta. O ambas, que no son auto excluyentes, me temo.

 

A España le ha faltado cultura democrática. Las instituciones han sido corrompidas porque el famoso régimen del 78 instituyó una partitocracia en la que todo debía pasar por las manos de dos partidos. Ahora unos cuantos más habida cuenta de que la tan cacareada nueva política ha resultado ser más vieja que la vieja. Y quien lo dude que mire bien lo acontecido en Murcia donde Ciudadanos Madrid obliga a renunciar a Ciudadanos Murcia de lo que había formado con el PP a cambio de un balón de oxígeno de La Moncloa y un PP que reacciona con el soborno de un sueldo y un puesto público a los militantes de C's que presumiblemente acabarían en la calle. Eso es la mejor expresión de lo que es la política española en estos tiempos. Y lo peor, que muchos “opinadores” lo que critican es que este juego de sillas, que no tronos, se haga en tiempos del Covid, no el hecho de que se haga. Prueba inefable de que no hemos logrado desarrollar una cultura política democrática de verdad. Si ya sabemos que la expansión del mercado en China no la ha vuelto democrática, es tiempo de reconocer que las instituciones democráticas per se no producen una democracia real si no hay cultura democrática y sociedad civil.

 

Por eso lo que tenemos ahora es una suerte de demodura o dictocracia en la que la ley no se cumple, las normas no son las mismas para todos, la libertad de expresión está mermada por el miedo, no hay libertad de circulación, el partido en el poder cree que es el Estado, los políticos actúan con total impunidad, los medios de comunicación se han vendido a servir de correa de transmisión y no de control del poder y tantas otras tropelías y perversión es que bien conocemos. Que exista un sindicato de manteros como plataforma de Podemos ya debería alertarnos de nuestra débil democracia.

 

Lo peor de todo es que aún no hemos recorrido todo el camino por el que pretende llevarnos la izquierda, que es el vaciamiento completo de las instituciones, la anulación de la división de poderes y la sumisión  total de los españoles. Un camino acelerado en buena parte porque eso que se llama el centro-derecha español, ese magma que va de Arrimadas a Casado, cree que con sus brillantes alocuciones parlamentarias es suficiente para salvar la democracia de sus enemigos. Son quien es más se han beneficiado de las instituciones y por eso deben creer a pie juntillas en ella. Pero no es con discursos y lloriqueos como van a lograr enderezar la situación. La izquierda actúa con o contra la ley mientras ellos lanzan sus peroratas.

 

La próxima estación de esta guerra cultural existencial es Madrid. Si la izquierda ganase, sería el final de la España democrática que conocemos. Pero si gana el centro-derecha se habrá evitado la hecatombe hoy pero su cobardía tradicional, sus vicios clásicos y su falta de músculo ideológico sólo nos promete una derrota final, tarde o temprano.  Para lograr que el centrito no bascule a la izquierda, lo que hay que hacer es tener una derecha alternativa fuerte, con la representación suficiente para poder frenar los peores instintos del PP. Me da que ni siquiera tengo que mencionar las siglas en las que estoy pensando.