Dependencia sanitario-terrorista

por Mark Steyn, 27 de julio de 2007

Hay muchas cosas que van mal en el sistema sanitario norteamericano, al igual que van inevitablemente en cualquier sistema sanitario. La pregunta es si América quiere seguir o no el camino británico -canadiense-cubano, por nombrar tres sistemas de sanidad gubernamentales que admira Michael Moore en su nueva película Sicko. Cuba, por supuesto, es un estado totalitario, y ni siquiera las celebridades de Hollywood, aunque les gusta ir de visita, quieren vivir allí. (A la sazón, el mejor tratamiento de salud disponible en Cuba se encuentra en Guantánamo). El Reino Unido, por el contrario, es una sociedad libre, pero el Jeep Cherokee en llamas de la semana pasada contra el Aeropuerto de Glasgow ha aportado una rara luz al curioso carácter del sistema sanitario de su gobierno.
 
De las ocho personas detenidas hasta la fecha en relación con el complot terrorista, siete son médicos del Servicio Nacional de Salud (el octavo es la mujer de uno y técnico de laboratorio del mismo hospital). Las bombas no estallaron por que una jeringuilla funcionó incorrectamente. No quiero decir que funcionara incorrectamente como jeringuilla (hasta en el derruido Servicio Nacional de Salud, las jeringuillas funcionan normalmente) sino como mecanismo detonador, a lo cual había sido adaptado aunque evidentemente no con demasiada eficacia.
 
¿Conduce inevitablemente el sistema sanitario gubernamental a médicos homicidas que no pueden esperar a saltar dentro de su todoterreno llameante y empotrarlo contra el mostrador de facturación? No. Pero la sanidad gubernamental sí lleva a la dependencia del personal médico importado de otros países.
 
Alrededor del 40% de los médicos en ejercicio de Gran Bretaña se formaron a ultramar - y ese porcentaje se incrementará conforme los doctores oriundos más ancianos se jubilen y los médicos inmigrantes más jóvenes ocupen sus plazas: según la BBC, 'Más de dos tercios de los médicos que se dieron de alta para ejercer en el Reino Unido en el 2003 procedían de ultramar - la gran mayoría procedente de países no europeos'. Cinco de los ocho detenidos son árabes musulmanes, los otros son musulmanes hindúes. Bilal Abdalá, el conductor wahabí del jeep incendiado y médico del Real Hospital Alexandra cerca de Glasgow, es uno de los más de 2.000 médicos iraquíes se trabaja en Gran Bretaña. Gran parte de este personal médico importado nunca ha practicado en sus propios países de origen. Tan pronto como terminan su formación, se mudan a un mundo occidental hambriento de médicos para respaldar sus sistemas sanitarios carentes de personal: El Dr. Abdalá obtuvo su licencia médica en Bagdad en el 2004 y practicaba en Gran Bretaña antes de 2006. Su co-conspirador, Mohammed Asha, neurocirujano, se licenció en Jordania en el 2004 y vino a Inglaterra en el mismo año.
 
Cuando el Presidente habla de necesitar inmigrantes para hacer “los trabajos que los americanos no hacen', la mayor parte de nosotros asumimos que se refiere a temporeros de la fruta o la camarera que hace su cama del hotel y deja sobre ella la chocolatina. Pero en el Reino Unido, los trabajos que los británicos no hacen de alguna manera ha llegado a abarcar la profesión médica. A Aneurin Bevan, el socialista que creó el Servicio Nacional de Salud tras la Segunda Guerra Mundial, le pidieron una vez que explicase cómo había convencido a los médicos del país de aceptar convertirse en empleados del estado: 'Les llené la boca de oro', cantó. 60 años después, ninguna cantidad de oro puede persuadir a los británicos de pasar su vida laboral en los viejos y decrépitos hospitales del país (ya pasan suficiente tiempo de su vida no laboral allí, esperando a ser examinados, esperando una cama, esperando intervenciones). Según una información de The British Medical Journal, los varones blancos comprenden el 43,5% de la población, pero ahora suponen menos de un cuarto de los estudiantes de las Facultades de Medicina británicas:: en otras palabras, ser médico ya no es una propuesta profesional atractiva para la clase media. Eso es todo un monumento a seis décadas de atención médica socialista de estilo Michael Moore.
 
De modo que hoy el Servicio Nacional de Salud está hambriento de personal médico procedente de casi cualquier parte del planeta, tan hambriento que el gobierno montó programas de inmigración especiales por la vía rápida: A Mohammed Asha, Mohammed Hanif y sus camaradas ni siquiera se le exigieron permisos de trabajo para venir y ejercer como médicos en hospitales del estado. No tienes que ser el jihadista más inteligente de la caverna para ver eso como una oportunidad, no más del gran talento que llevó a los asesinos del 11 de Septiembre imaginarse que el lugar más rápido para obtener tarjetas de identificación con las que embarcar en el avión era a través de la red de 'trabajador indocumentado' de Virginia. Todo el mundo desde el pasante venezolano hasta la mafia rusa conoce las vulnerabilidades de los sistemas de inmigración occidentales, de modo que ¿por qué no la Jihad?
 
Su error tal vez fue intentar volar el aeropuerto en lugar de causar estragos más sutiles a los infieles. ¿Vio usted el susto de la semana del sistema sanitario chino esta semana? 'Alrededor de 420 envases de proteína sanguínea en mal estado, albúmina, fueron descubiertos en hospitales de la provincia de Hubei pero ninguno había sido utilizado para tratar pacientes, dijo Liu Jinai, funcionario de la división de inspección de la administración de alimentos y medicinas de la provincia'. Bien, siendo esto China, donde las mentiras acerca de la sanidad pública son rutinarias, simplemente tenemos que fiarnos de la palabra de Liu Jinai de que 'ninguna había sido utilizada para tratar pacientes'. ¿Se imagina lo que el doctor Jihad podría causar si deja de intentar utilizar la jeringa como detonador y simplemente sigue utilizándola como jeringuilla?
 
Pero más allá de eso, la noticia del todoterreno de Glasgow simboliza una realidad más básica. El Servicio Nacional de Salud británico es el mayor patrono de Europa, y es completamente dependiente del personal médico importado como el Dr. Asha o el Dr. Abdalá. En Occidente, vemos la inmigración en masa como testamento de nuestra generosidad, de nuestra fe multicultural. Pero no lo es: la dependencia de la inmigración en masa siempre es una debilidad estructural que debería entenderse como tal. En los sistemas sanitarios socializados del Continente, las poblaciones envejecidas y cada vez más reducidas de europeos nativos pasarán sus últimos años recibiendo la atención de sus jóvenes médicos y enfermeras musulmanes. En la práctica, en el Servicio Nacional de Salud, la geriatría es un campo dependiente de manera aplastante del personal inmigrante.
 
¿Y qué hay del otro extremo del sector médico? Tómese Japón, un país con las mismas tasas de natalidad en colapso que Europa pero con virtualmente ninguna inmigración. En mi libro, observo una tendencia interesante en el sistema sanitario japonés: la ausencia de recién nacidos nuevos ha conducido a una falta de obstetras. Para un país con datos demográficos en el lecho de muerte, ¿por qué algún estudiante ambicioso de medicina con talento querría acceder a un campo en un declive tan agudo? En Japón, la tasa de natalidad es un negocio a punto de cerrar.
 
De vuelta al Real Hospital Alexandra, tres médicos están detenidos, y grupo de artificieros realizó la detonación controlada de un vehículo del parking. Extraído del Cherokee llameante, el Dr. Kafil Ahmed está siendo ahora atendido de quemaduras en el 90% de su cuerpo en su propio hospital por los mismos colegas a los que intentó matar. Pero a un cierto nivel, el Dr. Asha y el Dr. Abdalá y él no necesitan volar por los aires nada. El hecho de que el Sistema Nacional de Salud - 'la envidia del mundo' según el cliché absurdamente parroquial de todo político británico - tenga que contratar a médicos wahabíes sin ninguna comprobación de antecedentes te dice todo de a dónde va el país.

 
 
Mark Steyn es periodista canadiense, columnista y crítico literario natural de Toronto. Trabajó para la BBC presentando un programa desde Nueva York y haciendo diversos documentales. Comienza a escribir en 1992, cuando The Spectator le contrata como crítico de cine, Más tarde pasa a ser columnista de The Independent. Actualmente publica en The Daily Telegraph, The Chicago Sun-Times, The New York Sun, The Washington Times y el Orange County Register, además de The Western Standard, The Jerusalem Post o The Australian, entre otros.
 
 
© Mark Steyn 2007