Después de la democracia

por Florentino Portero, 3 de octubre de 2002

(Del libro Después de la democracia de Ralf Dahrendorf. -Entrevista de Antonio Polito- Barcelona. Ed. Crítica, 2002. 147 págs.
Publicado en El Cultural, 3 de octubre de 2002)
 
¿Vivimos en democracia? ¿Responde este concepto a las realidades políticas de nuestros días? Ralf Dahrendorf, una de las figuras europeas más interesantes de las últimas décadas, se adentra en este tema clásico del debate académico a iniciativa de Antonio Polito, quien realiza una modélica entrevista que se lee con interés y sin esfuerzo.
 
La tesis central es que lo que tradicionalmente hemos entendido por democracia hace referencia a un marco histórico superado, aquél que presidía el estado-nación dotado de instituciones parlamentarias y que, con mejor o peor suerte, pasó de un modelo liberal-oligárquico a otro de corte democrático. Si el siglo XIX asistió al desarrollo del liberalismo, el XX presenció su tortuosa evolución hacia la democracia, primero, y, ya en las últimas décadas, hacia formas post-democráticas.
 
Esta crisis tiene su origen, en unos casos, en fenómenos nacionales. Hemos asistido la evolución de los partidos políticos, que han pasado de ser organizaciones con un fuerte compromiso ideológico a convertirse en meras maquinarias electorales que rehuyen las convicciones y tratan de adaptarse a una demanda indefinida y a los condicionamientos impuestos por los nuevos medios de comunicación de masas. Un buen político es hoy aquél que sortea con facilidad las definiciones y consigue hacer llegar a su electorado una imagen de bondad, serenidad, simpatía... También somos testigos de la presión de los medios económicos, especialmente de los mediáticos, sobre los gobiernos, hasta el punto de confundirse.
 
En otros casos la crisis procede del exterior, del nuevo ámbito de acción. La democracia ha entrado en crisis porque el estado, el pilar de la sociedad internacional desde la Paz de Westfalia, está sufriendo una grave erosión en sus competencias. La Globalización no es sólo un problema para el Tercer Mundo, que se ve desbordado por Occidente en todos sus frentes, sin capacidad para resistir o dirigir el proceso. También lo es para el mundo desarrollado, pues sus instituciones fueron diseñadas para un contexto histórico distinto. Los problemas que preocupan al hombre de hoy no se pueden resolver, en muchos casos, en el ámbito estatal, sino en el internacional. La gestión de la economía se decide en la sede de la Comisión Europea, del Banco Central Europeo o en las reuniones del G-7, pero sólo en parte en las capitales europeas. El papel de los grandes fondos de inversión sobre las economías nacionales ya ha sido ampliamente discutido. Los problemas del medio ambiente, de la defensa o de la seguridad se tratan en organismos internacionales en mayor medida que en los parlamentos nacionales.
 
La historia es cambio y las instituciones deben adaptarse a los nuevos tiempos. Todos utilizamos el término democracia para hacer referencia a los pocos sistemas políticos representativos que hay en el mundo, a pesar de que las diferencias entre ellos son grandes y de que los envites que están sufriendo ponen en duda el principio básico de la representatividad: ¿en qué medida la elección de unos representantes afecta a la defensa de los intereses de los ciudadanos?
 
Con la amenidad que le caracteriza y con un discurso claro e inteligente, Dahrendorh repasa los muchos aspectos de este problema. La entrevista sigue un orden lógico y en ningún momento cae en repeticiones, por otro lado tan comprensibles.  El resultado es una obra destacada y recomendable, tanto por la forma como por el contenido.
 
Polito ha hecho una hermosa aportación, que en su caso no es la primera, a un género de enorme interés, el de las entrevistas. A medio camino entre la biografía intelectual y las memorias, aporta una perspectiva muy enriquecedora. Confiemos en que cunda el ejemplo.