Diga "aaaaaaah" para la enfermera Hillary
por Mark Steyn, 3 de octubre de 2007
(Publicado en The New York Sun, 24 de septiembre de 2007)
Nuestro tema de hoy viene de George W Bush: La libertad es el deseo de todo corazón humano.
Cuando el Presidente utiliza la frase, la está aplicando invariablemente a las diversas zonas ignorantes del mundo musulmán. Se diría que hay todo un abanico de pruebas que sugieren que la libertad no es el principal deseo de todo corazón humano en, digamos, Gaza o Waziristán. Pero ¿por qué empezar por ahí? Si usted observa en, por ejemplo, Bruselas o Londres o Nueva Orleans, ¿sale usted con la impresión aplastante de que 'la libertad es el deseo de todo corazón humano'? Hace un año, escribí que 'La historia del mundo occidental desde 1945 es que, invitadas a elegir entre libertad y la 'seguridad' del gobierno, grandes cantidades de personas votan para dejar de lado la libertad -- la libertad de tomar tus propias decisiones en materia de atención médica, educación, derechos de la propiedad, cinturones de seguridad y una tonelada de cosas más.
Esta semana la libertad recibió otro revés. Hillary Rodham Clinton revelaba su nuevo plan de salud. Al contrario que su antiguo plan de salud, que precisaba de más tiempo para leerse del que necesitan para matarte la mayor parte de los cánceres, éste es instantáneo e indoloro -- una cucharadita de azúcar gubernamental para ayudar a arruinarse a la medicina. De ahora en adelante, todo el mundo en América tendrá un seguro de atención médica.
¡Hurra!
Y, si usted no lo suscribe, será ilegal que usted tenga un puesto de trabajo.
Estooo, espere, ¿dónde está eso en la Constitución? Dar trabajo a legiones de indocumentados procedentes de México está perfectamente bien, pero si usted emplea a un americano sano de 26 años sin seguro médico ¿o usted o él o ambos estarán violando la ley?
Ésa es una importante cesión de libertad por parte del ciudadano al estado. '¿Y qué?', dice el colectivo de la preocupación. '¡Algo tenemos que hacer con esos alrededor de 40 millones sin asegurar! Vaya, quería decir 45 millones sin asegurar. Tal vez 50 a estas alturas'. La cifra siempre es mencionada como si fuera un club en el que puedes entrar, pero nunca irte: el primer americano sin asegurar de todos fue el viejo Bud, que volvió de la Guerra Española y descubrió que no tenía seguro y así fue el primero de la lista, y después Mabel se jubiló de bailar el Swanee en el turno de tarde en 1926 y se convirtió en la segunda, etc., etc., hasta que las cosas comenzaron a agravarse realmente bajo la junta Bush. Y, para cuando lea esto, la cifra de personas sin seguro podría haber alcanzado los 75 millones.
Nadie sabe realmente cuántos 'sin seguro' hay: dos investigaciones diferentes de la Oficina del Censo llevadas a cabo el mismo año identifican la cifra de indocumentados en (a) 45 millones ó (b) 19 millones. La cifra (a) es de la que usted escucha hablar, la cifra (b) aparentemente ingresó en el Programa de Protección de Testigos. De esos 45 millones de 'americanos sin asegurar', la propia Oficina del Censo afirma que más de 9 millones no son americanos en absoluto, sino nacionales extranjeros. Tienen varias protecciones sanitarias: si usted es un canadiense sin asegurar en Detroit y le toca una cara enfermedad crónica, puede usted atravesar la frontera de vuelta a Windsor, Ontario, y volver a abrazar las delicias de la sanidad socializada; si usted es un uzbeco sin seguro, puede que sea más complicado. De los 36 millones restantes, un análisis del (Centro de) Investigación Actuarial para el Departamento de Salud y Servicios Humanos dice que otros 9 millones, en la práctica, tenían cobertura médica a través de Medicare.
¿Dónde estamos ahora? ¿27 millones? ¿Pero dónde están? ¿Bud y Mabel y una montaña de sacos de huesos con caderas rotas y piel apergaminada cubierta de abscesos y pústulas? No, es una población en rotación: gente que tiene seguro sanitario pero cambia de empleo, gente que está temporalmente en paro, jóvenes que sienten que están sanos y fuertes y que en esta etapa de sus vidas preferirían dedicar un pago mensual del seguro a comprar una casa o iniciar un negocio o gastarlo en cerveza y tías.
Esa última categoría es la que hay que vigilar: los americanos entre los 18 y los 34 años de edad suponen 18 millones del ejército de 'los sin seguro'. ¡Mire, hay un chico de 22 años y no tiene seguro médico! ¡Oh, horror y vergüenza! ¡Qué condena de América!
Bueno, no tiene seguro de vida tampoco, ni seguro de la propiedad. Lleva una vida felizmente libre del tedioso papeleo al que se es proclive en la madurez. Tiene 22 y piensa que es inmortal - y ya en cualquier momento Hillary propondrá dar la puntilla a sus ingresos con su nuevo plan de seguro de vida barato obligatorio por ley.
Así pues, de los 45 millones de americanos sin seguro, 9 millones no son americanos, 9 millones no tienen seguro, y 18 millones son jóvenes y sanos. Y el resto de estos pobres niños abandonados y desamparados en el Infierno Sin Seguro que esperan a que Hillary les rescate son, en la práctica, más ricos que la población general. Según el informe de agosto de 2006 de la Oficina del Censo sobre 'Cobertura sanitaria y pobreza e ingresos', el 37% de aquellos sin seguro -- ésos son 17 millones de personas -- procede de hogares que ingresan más de 50.000 dólares. El 19% -- 8,7 millones de personas -- de esos mendigos pisoteados aplastados por las brutales injusticias del capitalismo proceden de hogares que ingresan más de 75.000 dólares.
En otras palabras, si se caen del tejado, pueden extender un cheque. En la práctica, la llamada 'explosión' de los sin seguro ha sido alimentada casi por completo por hogares ricos que optan por no tener seguro médico. En la década posterior a 1995 -- léase desde la última ronda de reformas sanitarias por coacción -- la proporción de los sin seguro que ganan más de 25.000 ha caído un 20%, y la proporción de los que ganan más de 75 de los grandes ha crecido un 155%. La historia de la última década es que los pobres se están viendo arrastrados a la maquinaria estatal de 'la cobertura' y los ricos están huyendo de ella. Y, teniendo en cuenta que el precio del 'seguro' médico guarda cada vez menos relación bien con el coste del tratamiento o con la realidad actuarial de que a usted le toque alguna vez alguna enfermedad concreta, es completamente racional decir: '¿Sabe qué? Ya me preocuparé cuando suceda. Mientras tanto prefiero iniciar un negocio y enviar al colegio a mi hijo'. La libertad es el deseo de mi corazón humano incluso si mis arterias están completamente obstruidas y escleróticas.
Me alegró ver, al final de la Semana de Hillary de la Salud, que el excelente libro nuevo de mi colega radiofónica Laura Ingraham, 'Poder al pueblo' ha ingresado a la primera en el número uno de la lista de bestsellers del New York Times. Coge un eslogan fraudulento izquierdista (lo único que se puede garantizar de una 'república popular' es que el pueblo es lo de menos) y lo devuelve a aquellos que lo dicen en serio -- a aquellos que creen en una nación de ciudadanos libres que ejercen la libertad individual para tomar decisiones responsables.
¿Recuerda usted el denominado 'superávit gubernamental' de hace unos cuantos años? Bill Clinton dio un discurso en el que decía, sí, cierto, podría devolver el dinero al contribuyente pero [éste] 'podría no gastarlo de la manera adecuada'. La clase política norteamericana ha decidido que sabe mejor que usted 'el modo adecuado' de tomar decisiones sanitarias. Oh, no se preocupe, sigue usted siendo completamente competente para tomar decisiones sobre el coche que conduce o la película que quiere alquilar en el Blockbuster. Por el momento. Pero en lo que respecta a las cosas de adulto, lo mejor es dejarlas a la enfermera Hillary.
Mark Steyn es periodista canadiense, columnista y crítico literario natural de Toronto. Trabajó para la BBC presentando un programa desde Nueva York y haciendo diversos documentales. Comienza a escribir en 1992, cuando The Spectator le contrata como crítico de cine, Más tarde pasa a ser columnista de The Independent. Actualmente publica en The Daily Telegraph, The Chicago Sun-Times, The New York Sun, The Washington Times y el Orange County Register, además de The Western Standard, The Jerusalem Post o The Australian, entre otros.
© Mark Steyn 2007