El dilema egipcio

por Rafael L. Bardají, 24 de agosto de 2013

 (Publicado en La Gaceta, 24 de agosto de 2012)

 

El Gobierno ha decidido suspender los contratos de venta de armas a Egipto. Bueno, en realidad es una decisión de la Unión Europea a la que se suma nuestra diplomacia. Esta medida suma nuestra diplomacia. Esta medida se supone que responde al disgusto moral frente a la violencia en aquel país. ¿Moral? Más bien ingenuidad y estupidez. Si algunos generales de la Werhmacht hubieran depuesto a Hitler en, digamos, 1938, ¿de verdad les castigaríamos por no haber respetado el juego electoral que aupó a un genocida como el Führer? Ciertamente, los Hermanos Musulmanes no son el partido nacional socialista de la Alemania de 1930, pero se le parecen bastante. Racistas, antiliberales, violentos, supremacistas, antisemitas… y al igual que Hitler se hicieron con el poder a través de unas elecciones libres y limpias. Libres y limpias en medio de una falta de cultura democrática, en ausencia de una sociedad tolerante, y bajo una ola de religiosidad extremista. Pero elecciones al fin y al cabo.
 
Ahora la UE y el Gobierno español reclaman que los militares detengan la represión lanzada contra los cabecillas de la Hermandad y que convoquen elecciones generales cuanto antes. De hacer así, no sólo el general Al Sisi y sus compañeros de armas estarían firmando su suicidio, sino que sería el mejor garante para que, de nuevo, los Hermanos Musulmanes, la fuerza política mejor estructurada, volviera al poder. Y lo haría con una lección claramente aprendida: el juego de la tolerancia sólo se vuelve en su contra. Demandar elecciones ahora es lo mismo que reclamar la vuelta al poder de Morsi y sus correligionarios. O lo que es lo mismo, fomentar la islamización radical de Egipto. Desde la ruptura de Yugoeslavia sabemos bien que realizar elecciones rápidamente en zonas polarizadas, desangradas y socialmente desestructuradas, sólo conducen al auge de los radicalismos. La democracia –y es una pena que nuestros dirigentes no den más ejemplo de ello– es mucho más que un hombre, un voto. Sobre todo si el que gana tiene en mente aquello de “un hombre, un voto, una vez”. Yo, sinceramente no entiendo por qué a García Margallo le parecía muy bien venderle armas a los Hermanos Musulmanes por valor de 120 millones de euros, pero mal a los militares. ¿De verdad pensaba que Morsi quería consolidar la democracia en Egipto?
 
Lo que Egipto ha puesto de manifiesto es la imposibilidad de la democracia bajo un gobierno islamista. Que tampoco sea posible bajo una junta militar ya lo sabíamos. Y, por tanto, lo que nos exige a nosotros no es caer en el maniqueísmo Hermanos Musulmanes/golpistas, sino en esforzarnos de verdad en que las fuerzas antidemocráticas no triunfen. Debilitar a los militares hoy es abrir la puerta a unos islamistas más radicalizados.