El ejército de Irán asciende

por Amir Taheri, 9 de abril de 2008

La Unión Europea desechó las elecciones parlamentarias iraníes del viernes anterior como una farsa, al tiempo que Estados Unidos las describía como una aberración. Pero, independientemente de lo que puedan haber parecido a los ojos occidentales, los comicios proporcionaron una imagen crucial del equilibrio de poderes en el estamento de Teherán.
 
Las elecciones de la República Islámica recuerdan a las primarias de partidos americanos. Los votantes eligen entre candidatos elegidos con anterioridad y aprobados por las autoridades. El sistema se basa en el principio de que, dado que todos los candidatos son leales al 'Guía Supremo' y han jurado obedecerle, no supone ninguna diferencia cuál gana. En la práctica, sin embargo, las opciones dadas por el régimen - y las tomadas por el electorado -- pueden suponer y en ocasiones suponen la diferencia.
 
Con frecuencia, las opciones dadas por el régimen indican sus presentes necesidades y motivos de nerviosismo. En los primeros años del régimen, en 1980 y 1984, las opciones dadas reflejaron su necesidad de consolidarse en torno a un núcleo duro de mulás. En las elecciones que siguieron al final en 1988 de la guerra Irán-Irak, el régimen intentó movilizar a la clase media colocando a algunos académicos y empresarios como candidatos junto a los inevitables mulás. La tendencia continuó en los años 90, con el régimen intentando mantener un electorado popular desplegando candidatos con cierto seguimiento personal local.
 
Las elecciones del anterior viernes reflejaron dos tendencias.
 
La primera es la creciente sensación de inseguridad por parte del régimen. A pesar de la postura desafiante del Presidente Mahmoud Ahmadinejad, el estamento jomeinista aún teme la acción militar por parte de América, Israel o ambos. La República Islámica se percibe rodeada de fuerza militar norteamericana presente en 12 de los 15 vecinos de Irán. Esa sensación de inseguridad se ve intensificada por la inestabilidad en las provincias, donde los elementos de las minorías étnicas kurda, baluchi, árabe y turca vienen dando signos de revuelta contra el gobierno central.
 
Las elecciones muestran que el régimen califica la seguridad de su necesidad más urgente, con el Cuerpo de la Guardia Islámica Revolucionaria dominando el proceso electoral y ocupando la próxima Asamblea Islámica Consultiva (el Majlis) con sus altos mandos en activo o jubilados. El recuento de votos demuestra que el Cuerpo podría acabar con alrededor del 70% de los escaños del Majlis.
 
La Guardia Islámica colocó candidatos en tres formaciones. La mayor de ellas concibe a Ahmadinejad como su abanderado. Habiendo entrado en la carrera bajo la nomenclatura de 'fundamentalistas', la facción pro-Ahmadinejad acaba con 100 de los 290 escaños. La segunda formación, encabezada por el alcalde de Teherán Mohamed Baqer Qalibaf, General de la Guardia Islámica, acaba con 30 escaños. Una tercera formación, presentada a instancias de un antiguo mando de la Guardia, el General del estado mayor Mohsen Rezai, y respaldada por el antiguo negociador del tema nuclear Ali Larijani, acaba con 20.
 
Al menos la mitad de los 40 hombres elegidos como independientes son también miembros en activo o antiguos integrantes de la Guardia Islámica o de los servicios de seguridad vinculados a ella, y por tanto es probable que se alineen con sus antiguos camaradas del ejército en los asuntos cruciales.
 
Alrededor de 30 escaños acaban en elementos cercanos al ex presidente Ali-Akbar Hashemi Rafsanjani. Se describen como 'reformistas' y prometen formar el núcleo de la oposición a Ahmadinejad.
 
En el Majlis entrante, la cifra de miembros con trayectoria en la Guardia Islámica será el doble de la cifra de mulás.
 
Utilizando las elecciones como medio para purgar al régimen, la Guardia Islámica ha desalojado a muchos elementos vinculados a la revolución de 1979. La mayor parte de los prominentes mulás que encabezaron la revolución han desaparecido, junto con los hombres que se hicieron un nombre secuestrando a diplomáticos norteamericanos. Hasta a los miembros del clan de Jomeini, incluyendo los que guardan relación familiar con el difunto ayatolá, se les ha negado un escaño en el Majlis.
 
En otras palabras, la República Islámica ha desaparecido al estilo e muchos otros regímenes del Tercer Mundo, prescindiendo de la mayor parte de sus primeras ilusiones populistas e incrementando su dependencia del ejército y los servicios de seguridad. Al igual que las demás revoluciones, la revolución jomeinista ha vendido su alma al ejército con la esperanza de garantizar su propia seguridad.
 
La segunda tendencia destacada por las elecciones es que la política de la Unión Europea de suscitar un cambio de comportamiento en la República Islámica, una política también evocada recientemente por la administración Bush, ha tenido el efecto contrario. En lugar de indicar un deseo de cambiar el comportamiento en asuntos clave - incluyendo la iniciativa de Teherán por obtener armas nucleares -- la República Islámica ha dado lugar al Majlis más radical de su historia.
 
El año pasado, la administración Bush, respaldada por el Congreso de los Estados Unidos, incluyó a la Guardia Islámica Revolucionaria en la lista de organizaciones terroristas internacionales. Más tarde, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas designaba a varios mandos de la Guardia Islámica como personas non gratas en todo el mundo. Los bancos y las empresas pertenecientes a la Guardia Islámica han visto sus cuentas congeladas en más de 40 países, incluyendo Estados Unidos y la mayor parte de los miembros de la Unión Europea.
 
Pero el mensaje que sale de Teherán es claro: si se quiere tratar con la República Islámica, se tiene que tratar con el Cuerpo de la Guardia Islámica Revolucionaria. Aunque no ha emergido aún ningún Bonaparte iraní, en las máximas instancias de la política de Teherán la gorra militar ha reemplazado claramente al turbante.

 
 
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.
 
 
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