¿El fin del mundo?

por Rafael L. Bardají, 15 de agosto de 2011

(Publicado en La Gaceta, 15 de agosto de 2011)
 
Tal y como lo hemos conocido y vivido hasta ahora, seguro que sí. ¿Cómo explicar si no que los americanos, esos que en su día fueron capaces de poner a un hombre en la Luna a fin de impresionar al resto de la humanidad, se hayan quedado sin medios de lanzar cualquier cosa al espacio y dependan ahora de los cohetes rusos? ¿O que China, esa superpotencia continental, acabe de botar su primer portaaviones, señal inequívoca de poderío militar y ambiciones de gran calado?
 
Hace no tanto, los economistas nos tranquilizaban advirtiendo de que esta crisis no le llegaría ni a los tobillos a la del crack del 29. Pero los números no lo son todo y, creo que nadie puede ya ponerlo en duda, no nos encontramos en una crisis económica como cualquier otra. Porque no sólo es económica. La recesión, el paro y la deuda son sólo manifestaciones de males mayores. Los indignados de todo tipo, pelaje y condición se multiplican, se clonan, desde Filadelfia a Tel Aviv, pasando por Madrid y Londres, todos lugares más que permisivos. Lo de los tanques en las calles sólo es dominio de los sátrapas del Medio Oriente. Pero no menos violencia política es la decisión de nuestros aburguesados sindicatos de intentar boicotear la visita de Benedicto XVI a nuestra capital. Estamos enfermos y no porque carezcamos de solvencia y liquidez. Hemos perdido el sentido común y nos hemos creído que podíamos hacer cuanto nos viniese en gana sin pagar las consecuencias, desde gastar mucho más de lo que se ingresa a borrar del sistema educativo el suspenso, por no hablar de una educación sexual que dispara los embarazos no deseados y los abortos entre los más jóvenes.
 
Arnold Toynbee dijo que las civilizaciones mueren por suicidio y no por asesinato. Nosotros, los occidentales, no parece que vayamos a ser la excepción. Nuestras debilidades son más fuertes que nuestras fortalezas. Lo malo es que no hay alternativa mejor a nuestro orden. No viene China, sino una nueva Edad Media.