El final de la década

por Rafael L. Bardají, 30 de diciembre de 2010

 

(Publicado en Expansión, 30 de diciembre de 2010)
 
La primera década de este Siglo XXI comenzó el 11 de septiembre de 2001, cuando Bin Laden destrozó el sueño de un mundo libre de amenazas; y acabará en noviembre de 2012, cuando los americanos decidan si Barack Hussein Obama ha sido un paréntesis anómalo en su Historia o, si por el contrario, la América retraída y decadente que preconiza su actual presidente es lo que de verdad quieren.
 
Posiblemente no haya habido otro dos acontecimientos tan relevantes para lo que América pueda ser en el mundo y, en consecuencia, lo que el propio mundo pueda llegar a ser. George W. Bush no puede explicarse sin tener en cuenta la jihad. Sin los ataques del 11S difícilmente se habría puesto en marcha todo eso que se conoce como la guerra contra el terror y que va desde las operaciones encubiertas de la CIA, a Irak y Afganistán.
 
A igual que posiblemente Obama no hubiera podido desarrollar tan rápidamente su visión de una América a la europea, ambigua, débil quejosa, si no hubiera llegado a la Casa Blanca en medio, o a causa, de una crisis económica profunda, extensa, duradera y de incalculables consecuencias estratégicas.
 
Para Europa, la década se abrió con la puesta en circulación del euro, en enero de 2002, por lo tanto algo más tarde que en América y, sobre todo, desvinculada de acontecimientos exteriores; y posiblemente acabará en un par de años, cuando las tensiones económicas entre los principales estados miembros de la UE decidan si el euro puede continuar como la moneda de todos o s hay que buscar nuevos mecanismos financieros y monetarios. En cualquier caso, esta ha sido una década de continuos fracasos ocultados por el resacón de tener una moneda común.
 
A pesar de la retórica grandilocuente, Europa sigue siendo una zona políticamente irrelevante en el mundo y económicamente estancada. Y lo seguirá siendo mientras la famosa expresión de Rumsfeld, “la vieja y la nueva Europa” no se acepte como un imperativo histórico: o cambiamos de modelo de integración hacia una más abierto, más atlántico y más liberal en lo económico, o nos condenamos a un futuro que báscula entre un balneario a escala continental o una colección de reliquias y museos.
 
Y para España la década empezó en marzo de 2004, en esos trágicos días del 11 al 14 de marzo y que tuvieron como resultado no un simple cambio de gobierno, si no un giro estratégico de 180 grados para el futuro de nuestro país: cambio de aliados, irrelevancia internacional, pérdida total de influencia en el seno de la UE, desestructuración nacional de la mano de los nacionalismos, polarización social extrema y, para remate, una política económica que sólo logra empeorar las consecuencias de la crisis.
 
Al igual que para América, el experimento radical español puede que acabe también en 2012 si lo que dicen las encuestas hoy se mantiene dentro de un año. De lo contrario nos enfrentaríamos a la década más larga de nuestra vida.