El gran Obama

por Rafael L. Bardají, 28 de octubre de 2013

(Publicado en La Gaceta, 26 de octubre de 2013)

 

Hace un tiempo recibí un email en el que se veía a Obama y un niño compartiendo una tarta en la barra de un típico dinner americano. Y el niño le estaba diciendo: “me cuenta mi papá que nos espías el correo electrónico y nos escuchas por el teléfono…” a lo que Obama, muy serio, le contestaba: “chico, tengo que decirte que  él no es tu padre”.  Imagino, por lo que sabemos ahora a través del renegado Snowden, que el email de mi amigo habrá reposado un tiempo en algún disco duro de la NSA, la superagencia norteamericana para interceptar las telecomunicaciones. Hasta que por su inocuidad haya sido borrado. O tal vez no.

 

Esta semana hemos sabido que los Estados Unidos de Obama interceptaron en una sola semana 60 millones de llamadas y mensajes en Francia. Y por mucho que se diga desde la Casa Blanca que no se ha espiado a los líderes políticos galos, en verdad suena poco creíble. No creo sinceramente que el interés de los agentes de inteligencia de Obama estuviese en descifrar el argot de los bouquinistes del Sena. Es verdad que lo que el actual presidente americano hace –y que nadie antes ha ordenado hacer a tamaña escala- es posible gracias a adelantos técnicos. No en balde vivimos en la sociedad del big data. Pero Obama no sólo ha violado con ello diversas leyes nacionales, que poco le importan dicho sea de paso, sino que ha cruzado una importante línea roja en el mundo de la inteligencia: a los amigos no s espía. Al menos a esos amigos con los que se coopera activamente, como son los miembros de la famosa red global Echelon. Yo sinceramente, creo que eso es mucho más grave que la violación del derecho a la intimidad de miles de ciudadanos que, por lo demás, no dudan en exponer sus logros y sus miserias en todo tipo de redes sociales. Cuando uno decide vivir en la sociedad del Gran Hermano, es a lo que se expone.

 

Que uno espíe a sus adversarios, es una necesidad lógica. Que persiga descubrir las andanzas, tejemanejes y secretos de sus amigos y aliados es otra cosa. Por una sencilla razón, porque quiebra el principio básico de toda alianza: la confianza. Por eso, para mi, lo grave de todo este asunto no es el espionaje en sí, sino lo que dice el mismo del Presidente Obama: no parece creer que tenga amigos o aliados permanentes. Y por eso necesita espiar a todos. No se fía ni de sus aliados tradicionales, los pobres británicos.

 

La otra cuestión estratégica es que en este mundo espía quien puede. Aún peor, se defiende de la intrusión de otros quien tiene los medios adecuados para protegerse. Y esto es una cuestión de recursos. Claro, que un ministro de Rajoy dijo al principio del escándalo que a España no la espiaban. Una pena, porque se debería a que no importamos nada de nada.