El termómetro de la sociedad

por Lourdes López Nieto, 5 de mayo de 2010

 

(Publicado en ABC, 3 de mayo de 2010)
 
La historia, disciplina académica por excelencia (no la memoria, facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado) enseña que la Universidad ha pasado periodos sujeta a las decisiones del poder político de turno en la que sus rasgos y fines se incumplieron. Por el contrario, hubo épocas en las que dio razón de su significado etimológico (universalidad, totalidad, conjunto) donde los mejores maestros formaban en los estudios superiores a los discípulos capaces de alcanzar dicho conocimientos.
 
La presencia de un terrorista enseñando los fundamentos de su sabiduría y experiencia en actos delictivos, sin mediar crítica ni arrepentimiento, en la facultad de geografía e historia de la Universidad de Valencia, es una prueba de que esta institución está inmersa en una nueva etapa de oscurantismo. Ahora alumnos subvencionados representantes (¿de quiénes?, ¿de cuántos?) se imponen a los maestros y a las autoridades académicas y deciden que se ha de investigar y también si hay transferencia de ciencia y tecnología de los conocimientos recibidos, quizá ¿la constitucional independencia de los países catalanes? que defendiera este ilustre conferenciante, por cierto, ¿recibió algún emolumento por este trabajo?. Que, además, esta intervención se celebrara en el salón de grados, lugar donde se entregan los títulos y se defienden las tesis doctorales, solo refuerza el menosprecio de ¿las autoridades académicas? por los profesores y alumnos que tratan cumplir los fines que otrora se realizaran en la universidad. Unos formar y otros aprender, ambos sobre la base de la lectura razonada y crítica de todo el saber. Y los políticos también como las autoridades del centro de perfil, amparándose en las consabidas referencias jurídicas (autonomía, pluralismo....).
 
Este penoso episodio sucede al acto que amparó el rector de la Universidad Complutense al ocupar un recinto universitario para realizar imputaciones falsas y antidemocráticas contra las más altas instituciones judiciales y en el que además se exhibieron símbolos inconstitucionales. Ambos hechos se suman a otros anteriores en los que minorías excluyentes y totalitarias utilizaron las universidades públicas anulando el fundamento de esta institución. Se ha impedido la intervención de personalidades políticas como Aznar cuando era jefe de la oposición y después como presidente, de María San Gil, Rosa Díez entre otros. Otras veces han sido profesores quienes han sufrido prácticas antidemocráticas, amenazas y terroristas, en forma de atentados en diversas partes de España.
 
Todos estos casos tienen nombres, apellidos, fechas y demuestran que la universidad española es hoy un fiel reflejo de la decadencia intelectual y ética de la democracia española: de sus instituciones, de quienes ocupan puestos de responsabilidad en ellas y del relativismo y buenismo que preside su quehacer. Especialmente de aquellos que debieran defenderse de quienes, en un mundo polarizado, aplican el doble rasero y pretenden eliminar a quienes consideran enemigos y no meros adversarios políticos.