Energía perfecta y modelo ideal

por Manuel Fernández Ordóñez, 7 de junio de 2010

(Entrevista publicada en El Imparcial, 4-6-2010)

En un mundo ideal, todos los recursos energéticos estarían a nuestro alcance y los explotaríamos sin el menor esfuerzo. El coste por consumirlos sería insignificante y este consumo no dañaría en ningún caso el Planeta. No ha pasado mucho tiempo en el que vivíamos como si en un mundo ideal nos encontráramos: nadie cuestionaba el exceso de consumo ni los esfuerzos necesarios para obtener esa energía; se disponía de todo el petróleo que se quería; no existía conciencia contaminante y, además, el precio a pagar por la energía era accesible para todas las clases sociales.

Pero cuando el petróleo barato se agota, la sociedad comienza a valorar la energía. Según el doctor en Física Nuclear y experto del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), Manuel Fernández Ordóñez, “en la actualidad estamos cambiando el paradigma energético. Los ciudadanos se han dado cuenta de que la energía es un bien fundamental y que no hay soluciones mágicas, ni panaceas”.

Si bien es cierto, por otra parte, que hoy también impera un nuevo cliché en torno a la energía: el ecológico. Los argumentos pro medio ambiente son empleados para determinar políticas energéticas insostenibles que nos llevan al déficit. Apostar únicamente por las energías renovables porque no contaminan es un error, aseguran los expertos. En este caso, advierte el analista consultado por EL IMPARCIAL, “nuestros problemas económicos no habrán hecho más que comenzar”.

La política energética diseñada por los políticos ha buscado, según Fernández Ordoñez, “la rentabilidad mediática” a través del “despilfarro del dinero de los contribuyentes en proyectos completamente ineficientes”.

Un modelo energético coherente debe cumplir cinco requisitos fundamentales: la seguridad de abastecimiento, la independencia del exterior, la competitividad económica, el respeto al medio ambiente y la aceptación social. Ninguna fuente energética obtiene sobresaliente o notable en las cinco materias por lo que el éxito de la explotación energética del futuro está en la combinación de recursos. Un “mix equilibrado entre las distintas fuentes energéticas”, sintetiza Ordóñez.

Para ello serán necesarias la “determinación y valentía en los líderes políticos para tomar las decisiones correctas que nos hagan crecer económicamente”, aunque apuesten por energías polémicas como la nuclear. De esta manera se evitará comprar fuera esa energía a un precio más elevado.

España, una isla energética
La dependencia energética de España es preocupante. Es “una isla energética que necesita importar el 80 por ciento de los recursos que consumimos, un hecho grave desde el punto de vista logístico y económico”. Esta dependencia afecta a la competitividad de nuestra industria que viene determinada, en gran medida, por los costes de producción.

Al otro lado de los Pirineos, Francia genera el 80 por ciento de la electricidad que consume en centrales nucleares mientras la mayor parte que la electricidad española se genera en parte gracias al gas importado de Argelia. “Ante un escenario de subida de los precios del petróleo y del gas, la industria española perdería su competitividad con respecto a la francesa, que utiliza uranio con precios muy estables a lo largo del tiempo”, argumenta el físico nuclear.

La combinación equilibrada y decidida de diferentes fuentes energéticas lograría reducir esta problemática dependencia que sufre España. Apostar decididamente por la energía nuclear, aprovechar cuanto se pueda de las energías renovables e ir haciendo lo posible para mudar hacia sistemas que permitan disminuir la importación de combustibles fósiles, como el coche eléctrico, es la solución que algunos proponen.

El peligro de depender principalmente de una única fuente provoca graves problemas económicos, crisis internacionales y conflictos sociales. El modelo económico actual depende fundamentalmente del petróleo que sustenta la actividad del 95 por ciento del transporte mundial. Cuando las reservas de oro negro se agotan, se encarece su importe y mientras la dependencia siga siendo tan grande, el desarrollo económico de la industria globalizada se verá mermado.

Como explica a EL IMPARCIAL el profesor de Economía Aplicada de la UNED, Enrique San Martín, “se va a acabar el petróleo barato, lo que puede tener consecuencias sociales importantes si no se hace la transición energética de los combustibles fósiles a las renovables o a la nuclear”.

Sin embargo, de momento, la apuesta por las renovables no está siendo coherente, según Fernández Ordoñez. Cuestan más de lo que se gana con ellas. En el caso de España, “lo que ha estado haciendo el Gobierno en los últimos años en materia energética es totalmente insostenible —apunta-. Mediante legislación ad hoc ha impulsado de manera completamente artificial las energías renovables, hasta el punto de haber disparado el déficit de tarifa eléctrica a récords históricos completamente inadmisibles”. Así, por ejemplo, en 2009 se pagaron 6.000 millones de euros en subvenciones a las energías renovables que, en el caso de la energía solar fotovoltaica, apenas produjo el 3 por ciento de la electricidad de España y, sin embargo, se llevó el 40 por ciento de las subvenciones.

La tarta de energía que consumió España en 2008 estuvo impregnada en un 47,6 por ciento de petróleo, en un 24 de gas natural, en un 10 de nuclear, en un 9,7 de carbón, en un 1,4% de hidráulica y en un 6,2 de otras renovables.

Ante el dominio de los combustibles fósiles y su pronto agotamiento, urge la implementación de un nuevo modelo basado en fuentes energéticas competitivas, respetuosas con el medio ambiente, estables en su producción y aceptadas por la sociedad. Fernández Ordóñez ofrece a El Imparcial un escenario “posible y realista”: un tercio de combustibles fósiles, otro tercio de energía nuclear y el último de energías renovables.

Aunque está calculado el fin del petróleo para dentro de 30 o 40 años, este analista del GEES afirma que “no hay que engañarse ni confundir los deseos con la realidad pues no prescindiremos de los combustibles fósiles en los próximos 50 años”. Se apostará más todavía por el gas y, tal vez, por el carbón.

Además, será prácticamente inevitable acudir a la energía nuclear que es rechazada, según Fernández Ordoñez, con “argumentos irracionales, demagógicos e ideológicos”. En cuanto a la defensa al cien por cien de las energías renovables como única fuente energética que sustituya a los fósiles es también “demagógica, irracional y profundamente no científica” ya que todavía no son capaces de generar la energía necesaria para abastecer el consumo industrial y doméstico