Entre la rana y el avestruz
Hoy España se debate entre in efecto y un síndrome, ambos expresión de una misma enfermedad mortal: la falta de conciencia unida a la cobardía.
Lo primero es el llamado “efecto de la rana” según el cual, si metemos a una rana en una olla con agua fría y prendemos el fuego, el animalito es incapaz de percibir el calentamiento gradual y en vez de saltar fuera del agua, acaba hervido. Y muerto, por supuesto.
Lo segundo tiene que ver con la actitud negacionista. En lugar de enfrentarse a los problemas, hay quien prefiere imitar a la avestruz y enterrar su cabeza de tal modo que no ve nada. Y ya se sabe, ojos que no ven, corazón que no siente nada. Ni siquiera como lo matan.
Se podría decir que una buena parte de la población española, a la que no le gustan las decisiones tomadas por el gobierno de Sánchez, es incapaz de unir todos los puntos y darse cuenta de la destrucción programada de España que está llevando adelante nuestro siempre sonriente presidente. Para esta parte de españoles hay errores, incluso maldades políticas, pero no un diseño para acabar con nuestra democracia. De ahí que reciban con escepticismo y pasividad todas las denuncias de golpe y avisos sobre la gravedad de la situación actual. Eso si, si se equivocan, como otros muchos creemos, acabarán cocidos como la rana.
También hay un segundo grupo, muy común en los cuadros y dirigentes del PP, que prefieren no ver el asalto al poder desde el poder que está protagonizando Sánchez y su gobierno. Porque reconocer la gravedad de la situación y no hacer nada al respecto, les dejaría en muy mala posición. Por ejemplo, Díaz Ayuso hizo hace unos pocos días una descripción muy acertada sobre el autoritarismo anti democrático de Sánchez, para venirse abajo en sus hechos creando una brecha enorme entre sus palabras y su alineamiento con Feijóo de que todo se resolverá en las urnas. Una de dos: o estamos en un momento excepcionalmente grave o business electoral as usual. Pero ambas cosas a la vez responde a la persona estrategia del avestruz: enterrar la cabeza y esperar que todo pase. Es lo que quiere Feijóo: esperar a que el diluvio escampe. Desgraciadamente nada se dice sobre cómo sobrevivir de aquí hasta entonces. Ni cómo será ese entonces sin separación de poderes, absoluta influencia sobre los medios, control del proceso electoral y unas ansias de perpetuarse en el poder dignas de un Calígula.
Es verdad que no hay números hoy para que una moción de censura contra Sánchez prospere. Pero no es menos verdad que la política no es una ciencia exacta ni una aritmética. Conlleva un componente moral que es consustancial a su ser. Si no de qué todas las convenciones sobre los derechos humanos, el maltrato infantil, trato a los prisioneros de guerra, igualdad de género y tantas otras cosas. Sin moral, la política es pura corrupción, que es lo que está pasando actualmente en España.
Oponerse a Sánchez no es una opción política. Es un deber moral. Yo he defendido que Vox tenía que dar el paso y presentar una nueva moción de censura aunque sólo fuera por dejar constancia de que queda un atisbo de dignidad y resistencia entre los españoles. Y me alegro que así se haya decidido. Como también me alegro de que Vox eleve su propuesta en favor de un candidato alternativo Independiente y con estatura de hombre (o mujer) de Estado. Si de verdad se cree que España y la democracia está en peligro, es lo mínimo que puede hacerse.
Aunque no se quiera ver, estamos ante un gobierno que está pervirtiendo el juego institucional, que está alterando el marco legal para saltarse todos los controles democráticos y que, en mi opinión, está actuando de manera ilegal, anticonstitucional y amoral. Por eso, también me parece muy acertada la propuesta de Girauta de iniciar la acusación parlamentaria de alta traición contra Sánchez. Todos los mecanismos legales deben utilizarse para parar la amenaza a nuestras libertades. Pero ya, no para las próximas elecciones que no sabemos cuándo se convocarán.
A veces hay que realizar sacrificios. Pero Leónidas y sus 300 valientes siguen siendo recordados. Hay que hacer que Sánchez solo sea el mal recuerdo de una pesadilla de la que nos hemos librado.