Esa combinación "Petróleo y Guerra". Tener lo primero ha significado ganar lo segundo

por Clifford D. May, 28 de diciembre de 2007

La historia definitiva del rol del petróleo en la guerra moderna aún no se ha escrito, pero se puede aprender mucho del nuevo libro de Robert Zubrin Energy Victory (La Victoria de la Energía).
 
“Durante casi un siglo”, escribe Zubrin, “el control del petróleo ha sido el factor decisivo a la hora de determinar la victoria o la derrota en la lucha por el predominio en el mundo”. Fue cierto en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial. Zubrin cree que el petróleo también será fundamental en el conflicto mundial en curso.
 
En 1914, Estados Unidos era responsable del 67% de la producción petrolífera del mundo. Cuando la guerra explotó en Europa, los alemanes utilizaban submarinos en su intento de evitar que Estados Unidos enviara petróleo a Francia y a Gran Bretaña. Preocupado por no tener el suficiente combustible para los camiones necesarios para movilizar a sus tropas, el primer ministro francés Georges Clemenceau declaró que “la gasolina es tan vital como la sangre en las batallas venideras”.
 
El presidente Woodrow Wilson sí consiguió transportar los convoyes americanos de petróleo sin problema a través del Atlántico. Zurbin escribe que “la formidable infantería alemana era tan férrea como la que más, pero no había manera de que pudieran hacerle frente a un ejército nuevo equipado con flotas de blindados con bullentes motores a gasolina y asistidos por nubes de aviones de combate sin igual”. En un banquete de la victoria en Londres el 18 de noviembre de 1918, Lord Curzon declaró que: “La causa aliada se había mantenido a flote camino a la victoria sobre una ola de petróleo”.
 
Hitler aprendió de los errores del Káiser. Algunas décadas después, tenía tanques - Panzers, que necesitaban grandes cantidades de combustible para sus ataques relámpago en Francia, Polonia y otros rincones de Europa. La necesidad de los nazis por combustible se amplió mucho más después de la invasión de la Unión Soviética en 1941. Con eso en mente, los alemanes pusieron los ojos en Bakú, el corazón de la industria petrolera soviética. Hitler dijo: “A menos que consigamos el petróleo de Bakú, la guerra está perdida”. No lo lograron y perdieron.
 
El mítico Afrika Korps de Erwin Rommel se vio impedido por la escasez de combustible y las tropas aliadas impidieron que capturasen los entonces infrautilizados yacimientos de Oriente Próximo. Zubrin recuenta que para 1944, aunque los nazis producían decenas de miles de aviones y tanques, “casi todos se quedaban inutilizados debido a la carencia de combustible”.
 
En la Batalla de las Ardenas, la sed de petróleo llevó a los nazis a intentar capturar suministros americanos de gasolina al este de Bélgica. Los soldados americanos frustraron un ataque con Panzers al volar puentes y prendieron fuego a barriles de petróleo para crear una cortina de humo y fuego. Al poco tiempo, los Panzers se quedaron literalmente sin gasolina. La aviación americana los destruyó cuando estaban aparcados.
 
El petróleo no fue menos importante en el teatro de operaciones del Pacífico. En los años 30, el creciente Imperio Japonés estaba en la terrible necesidad de  recursos petroleros; lo que le quedaba más cerca estaba en el Asia suroriental. Cuando los japoneses invadieron Indochina, Estados Unidos respondió declarando un embargo de petróleo contra Japón.
 
Después de Pearl Harbor, los submarinos americanos en el Pacífico hicieron de los buques petroleros japoneses su prioridad, sólo superados por los portaaviones. La escasez de combustible evitó que Japón entrenase a sus pilotos adecuadamente. Zubrin cuenta que un resultado fue el “tiro al pavo de las Marianas” en el que los japoneses perdieron 273 aviones. Estados Unidos perdió 29. La razón por la que los americanos se impusieron en la crucial batalla del golfo de Leyte - pese a la “ventaja centuplicada en potencia de fuego y blindaje” de los acorazados japoneses sobre la pantalla de destructores  protegiendo los buques de tropas de Estados Unidos - parece haber sido que la flota imperial se quedó sin combustible.
 
Desde la Segunda Guerra Mundial, la producción petrolera se ha desplazado cada vez más hacia Oriente Próximo. Hoy en día, la abundancia de petróleo de Irán se está usando para financiar el terrorismo y construir armas nucleares (sin importar lo que diga el más reciente Estimado de Inteligencia Nacional). El petróleo de Arabia Saudí se está utilizando para difundir la ideología supremacista y virulentamente antioccidental de los saudíes. Les damos dinero a los islamistas; ellos nos dan petróleo - más Osama bin Laden, Mahmud Ahmadineyad, Hizbolá, Hamás y los secuestradores del 11 de septiembre. Vaya negocio.
 
El problema es que nosotros no podemos usar ninguna otra cosa que petróleo para llenar los tanques de nuestros vehículos y camiones. La solución es diversidad: Crear una variedad de opciones de combustible. Zubrin argumenta que la manera más rápida de alcanzar esa meta es simplemente promulgar una ley para que todos los automóviles nuevos sean vehículos de combustible flexible. Será entonces que los empresarios competirán febrilmente por poner combustibles alternativos a la disposición del público.
 
La historia definitiva del rol del petróleo en la guerra moderna aún no se ha escrito. Pero entonces, todavía no sabemos cómo termina la historia. Sabemos esto: Desde la revolución iraní de 1979, el islamismo y el terrorismo han proliferado, al igual que la dependencia de Estados Unidos de una materia prima singularmente estratégica, controlada por regímenes cuyo objetivo final es “¡Muerte a América!” Un número reducido de nuestros líderes electos parecen comprender esto. Y menos aún han propuesto algunos pasos serios como respuesta.  

 
 
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.
 
 
 
©2007 Scripps Howard News Service
©2007 Traducido por Miryam Lindberg