Historias del más allá: Estío y hastío

por Rafael L. Bardají, 9 de agosto de 2019

Sam Keen es un académico norteamericano y filósofo de moda por escribir sobre las pulsiones básicas de las personas, el amor, la muerte y qué significa ser hombre hoy en día, entre otras cosas. Y lo hace con desparpajo, acierto y amenidad. Yo diría que es una buena lectura estival, de esas que producen una placentera sensación sin saber por qué y que no exigen mucho esfuerzo. Al fin y al cabo, como él mismo ha escrito, “el verano es cuando la pereza se hace respetable”.

 

Sam Keen evidentemente no es español. Aquí triunfa mucho más “El derecho a la pereza” no en vano del franco-español revolucionario Paul Lafargue, primero seguidor de Proudhon y final y simplemente yerno de Karl Marx. No sé a qué corriente se adscribe el sanchizmo más allá del propio sanchizmo, pero aquí nadie se pierde las vacaciones por más que haya que formar gobierno. Ya lo ha dicho la ministra Carmen Calvo: “Pedro Sánchez ya no es candidato, puede hacer lo que quiera”. Y olé.

 

Yo pertenezco a esa minoría que cree a pie juntillas que nuestros políticos no deberían volver de vacaciones, ya que nos va bastante mejor cuando todo está en funciones que cuando el presidente está con plenos poderes. Máxime si de Pedro Sánchez, no el guapo sino el narcisista, se trata. Pero el estío parece producirles a nuestros dirigentes hastío y volverán. Lo confiesen o no, nuestros políticos son adictos, pero no al trabajo, sino al poder. Los que lo tienen porque lo disfrutan; quienes no lo tienen, porque aún pueden alcanzarlo. Como el gran Ronald Reagan dijo una vez: “se ha dicho que la política es la segunda profesión más antigua de la Tierra; he llegado a la convicción en estos años que se parece muchísimo a la primera”.

 

Ahora bien, el “hastío nacional” poco tiene que ver con el hastío a la ociosidad. Los españoles están hartos. Pero no por tener que ir a votar más veces que en un cónclave papal. No. Estamos hartos de que se rían de nosotros y nos quieran vender milongas sin siquiera ruborizarse. A Ronald Reagan, cuando andaba en campaña presidencial, un periodista le preguntó, “¿Puede un actor convertirse en presidente?”; a lo que Reagan le contestó: “¿Puede un presidente no ser actor?”. Lo que pasa es que en España nos han llevado a una farsa. Churchill dijo “que la mejor crítica a la democracia es una conversación de cinco minutos con un votante medio”. En realidad, y hablando de la nuestra, la mejor crítica a eso que se llama el régimen del 78 es escuchar cinco minutos a cualquiera de nuestros líderes políticos.