Historias del más allá: Populismo impopular

por Rafael L. Bardají, 23 de agosto de 2019

Prohibir es el verbo más querido de la izquierda y de buena parte de la derecha ilustrada que no confía en el pueblo. Raro es el día que no sale un corresponsal español en los Estados Unidos de Trump condenando una nueva matanza y culpando el fácil acceso a la mismas de los norteamericanos. En realidad, los muertos a tiros les importan un pimiento, pero creen que les sirven para deslegitimar la propuesta de Vox de asegurar el derecho a la autodefensa de los españoles. Algo siempre meridiano para la humanidad hasta la llegada de los progres de izquierda y derecha.

 

Habida cuenta de que en España la mayoría de homicidios son por arma blanca -y en el ámbito de la violencia doméstica, con cuchillos de cocina- asumo que habría que prohibir semejantes utensilios. Si el sector de la restauración, que tan bien va, se resiente, que vuelvan a acostumbrarse a cuchillos y cucharas de palo. Faltaría más. Y en las casas, nada de cuberterías de metal, preciosos o funcionales. No, todo también de madera, que el plástico mata, como sabemos gracias a Greta Thunberg, esa ecologista que viaja en yates de lujo y recuerda con su mirada a la niña del exorcista.

 

Ahora que se acaba de cumplir el segundo aniversario de la matanza islamista de las Ramblas, sería también el momento de prohibir el uso de toda camioneta y camión de envergadura. Si el sector del transporte se resiente, que recuerden cómo se movían las cosas en la época medieval. Nada de que lamentarse.

 

Con cada noticia de violaciones en grupo no hay más que reconocer que hay que prohibir la entrada de menores no acompañados, sobre todo cuando tienen más de 30 años y proceden de culturas que fustigan a la mujer. ¿Ah, que eso es racismo? Bórrenlo, que me echan a la hoguera los de “los brazos abiertos” y las feminazis que consienten toda vejación siempre y cuando no provenga de un español español.

 

Ya no es corrección política, es dictadura del pensamiento único, ese chapapote nacido de la izquierda, amamantado por la derecha débil y digerido malamente por nuestra sociedad. Adley Stevenson, un frustrado candidato demócrata a la Casa Blanca pero digno embajador ante la ONU, decía que “mi definición de sociedad libre es aquella donde no es peligroso ser impopular”. Desgraciadamente, si en España no comulgas con el establishment, eres un radical peligroso y de extrema derecha con el que hay que acabar. Ya lo avanzó premonitoriamente el poeta alemán Christian Johann Heinrich Heine, quien dijo “se empieza por quemar libros y se acaba quemando a seres humanos”. Y eso que murió en 1856. Su otra gran cita, “que Dios me perdone. Es su oficio”. Los hombres y mujeres de izquierda de todos los partidos no nos van a perdonar. Agarrémosnos a ella. Ser populista es, paradójicamente, impopular.