Historias del más allá: predicciones sobre el futuro
Conocido en España sólo por los muy fanáticos de la historia del baseball, Yogi Berra no es únicamente una institución en América por sus florituras deportivas (que le valieron entrar en ese Olimpo que es el Hall of Fame), sino también por su pensamiento. Podría decirse que fue nuestro Valdano pero sin verborrea, escueto y profundo. Una de sus frases más repetida por sus seguidores es “hacer predicciones es muy difícil. Particularmente sobre el futuro”. Lo cual, como todo el mundo sabe, es una verdad de perogrullo.
Y, sin embargo, no nos cansamos de jugarnos nuestra respetabilidad profesional vomitando predicción tras predicción, quizá en la vana esperanza de acertar alguna vez. Por ejemplo, articulistas de Libertad Digital, columnistas de ABC y editorialistas de El Mundo, por escoger tres ejemplos aunque me guarde de momento nombres y apellidos, nos vienen inundando recientemente, cuál García Márquez, con sus crónicas de una muerte anunciada, en este caso la de Vox, ese pequeño partido al que nadie, dentro del establishment, quiere. Que si es poco serio y a la vez intransigente en sus posturas negociadoras; que si le corroe la división interna, la lucha de egos y el choque de ideologías; que si sus votantes van a desertar en masa para irse a las formaciones de siempre, estables y de confianza... Cualquier argumento y su contrario son válidos con tal de sembrar un mar de dudas sobre el partido que lidera Santi Abascal.
Pero cuando se trata de defunciones, nuestros expertos debieran aplicarse ese otro consejo del jugador estrella norteamericano: “asiste siempre al funeral de los otros, porque si no, no vendrán al tuyo”. Es cierto que la derecha española es altamente propensa a suicidarse, pero no parece que ese vaya a ser el caso de Vox. Mucha gente, millones, le votó porque habían llegado a un estado de hartazgo que está lejos de haberse disipado. Los partidos serios de siempre siguen jugando a lo de siempre, a extraer cuanto beneficio propio puedan; el dinero público se sigue usando para tejer redes clientelares; y nadie se atreve a levantar objeción alguna al imperio asfixiante de la ideología de género. Por no hablar de MENAS, inmigrantes legales, subvenciones y todo cuanto coloca al español de a pie y al emigrante ilegal al final de la cola. Vox es solo un grito de todas esas voces tanto tiempo silenciadas. Pero las voces están ahí.
A muchos le fastidia la presencia de Vox, a quien ven no sólo como un intruso, sino como un gamberro irreverente dispuesto a exponer ante todos las miserias de la política. ¿de qué van a dejar de cobrar los parlamentarios si no trabajan? Y es que, siguiendo a Yogi Berra, “el futuro -su futuro- ya no es lo que era”. O podía haber sido si no es por Vox.