Historias del más allá: Un trago amargo

por Rafael L. Bardají, 28 de junio de 2019

(Publicado en la Gallina Ilustrada.es, 29 de junio de 2019) 

 

Esta semana se cumple el 100 aniversario del día en que el Conde italiano, Camilo Negroni, añadiese a su bebida preferida -Campari y Vermú dulce con un golpe de soda- ginebra, una rodaja de naranja y dos gotas de angostura, creando, así, lo que hoy conocemos como Negroni. La primera bebida de 007, no el dry-martini.

 

La irreverente Dorothy Parker decía que “me gusta tomar un Martini, dos como mucho; después del tercero, estoy bajo la mesa; después del cuarto, estoy debajo de mi anfitrión”. El Negroni, a pesar de entrar muy bien, sobre todo en verano, no conlleva tantos peligros. Excepto para quienes dos son muchos, pero tres pocos. 

 

La única pega que yo le encuentro a un buen negroni es su color rojo. Pero las bebidas azules son poco serias. Con todo, sería mi recomendación para la bebida del verano. Nada mejor que un trago amargo para enfrentarse a una realidad verdaderamente amarga. Las encuestas casi nunca aciertan, pero si acertaran, el panorama nacional no puede ser más catastrófico: el pupilo de ZP, Pedro Sánchez sube (eso sí, porque pilla un buen bocado de Podemos); el PP también sube, aunque menos; Ciudadanos sigue como está, confuso, y Vox caería, pues muchos de sus votantes volverían al PP. Lo llaman seriedad, creo. Yo lo llamaría estupidez, pero no me atrevo. El PP sigue siendo la extensión de la socialdemocracia, por su vertiente derecha. Y ya se sabe lo que se puede esperar de ésta.  Lo de siempre, más impuestos, más buenismo, más separatismo, más corrupción, más engaños y más olvido de los de siempre, los españoles de a pie.

 

El negroni es una bebida incorruptible. No se puede alterar como el gin-tonic, al que la izquierda y la derecha tonta le han sembrado una huerta entera. El negroni, como los valores tradicionales, tiene unas leyes escritas en piedra, inmutables.  Nada de modas ni experimentos del gusto de colectivos variopintos. Quienes decían que el rioja era para la izquierda y el ribera para la derecha, se equivocaban. El negroni es lo único que puede definir a un buen conservador. 

 

En fin, todo es posible en esta viña del señor y nadie puede estar tranquilo. Eso sí, hay dos principios inmutables en la vida: hay que comer y hay que evitar ser comido. Para ambos, el negroni es una gran ayuda, es digestivo y agudiza la alerta. Se acercan tiempos de zarpazos y aunque no siempre el pez grande se come al chico, no me cabe duda de que si el PP le pudiera hincar el diente a Vox, se lo tragaría. Eso si, sin negroni, se atragantaría.