La cepa catalana

por Rafael L. Bardají, 11 de febrero de 2021

Hay algo más letal para España que la Covid-19: el virus del independentismo. El coronavirus se trata y en algún momento, todos dispondremos de una vacuna eficaz. El independentismo se ha convertido en una enfermedad irracional para el que, de momento, no hay cura alguna.

Es irracional no sólo porque afecte al cerebro en lo que menos se controla, las pasiones. Sino, sobre todo, porque lleva a que los deseos confundan la realidad de manera dramática e irremisible. ¿Cómo si no explicar que, en Vich, que sufrió un terrible atentado de ETA en el que fueron asesinados, entre otros, cinco niños, en 1991, aplauda ahora como “hombre de paz” a Arnaldo Otegui, por entonces militante de la banda terrorista y condenado por secuestro? 

Los “anti-fascistas”, en realidad archi-fascistas, que apedreaban impunemente a los líderes y simpatizantes de Vox durante un mitin electoral en esa ciudad, están tan ciegos que no ven lo que tienen delante. Su ansiado “RH” catalán, esa supuesta frontera que debe separar a un españolo de alguien de estirpe gironense, por ejemplo, no sólo no existe, sino que si existiera pronto dejará de existir. Es lo que tiene la realidad: según datos del Instituto Nacional de Estadística, INE, en ese reducto independentista de Vich, algo más del 25% de los hombres empadronados de 16 a 44 años de edad eran inmigrantes musulmanes; el 59% de los bebés nacidos en 2019 eran hijos de una mujer nacida en el extranjero (el 62% si tenemos en cuenta al padre); el 36% eran hijos de una mujer africana y el 19% eran nacidos de una madre marroquí. Si uno hace una rápida proyección demográfica, tendrá que concluir que Cataluña va camino inexorablemente de ser Cataluñistán. Independiente sería una república, si, pero una república islámica. Que los jóvenes que viven por y para la violencia no lo vean, se puede explicar. Sólo viven el momento; que sus mayores no quieran verlo, roza ya lo patológico.

El auge de Vox en Cataluña se puede explicar como una lógica reacción de autodefensa, al igual que un cuerpo libera anticuerpos para luchar con un virus. Particularmente otro tipo de defensas han fracasado: la victoriosa Inés Arrimada intentado salvar ahora un puñado de votos apelando a su generosidad para apoyar a un gobierno del PSC sin independentistas. Pero su ensueño resulta poco creíble y superingenuo, toda vez que el socialismo catalán es presa de la enfermedad del independentismo. Por no hablar de un PP, siempre débil en Cataluña desde el descabezamiento de Alejo Vidal Cuadra como pago a Pujol, pero ahora ya en clara barrena. ¿Cómo explicar que Pablo Casado lleve al “nuevo PP” al viejo PP de siempre, y recite toda una serie de perlas en una radio separatista, renegando, además del uso del castellano? Ni C’s ni el nuevo-viejo PP son la salvación en Cataluña. Su tren partió hace tiempo.

Hace bien Vox con su lucha para asegurar la libertad de expresión y la democracia en la calle, tomada hasta ahora por los radicales que quieren acabar con España, desde los independentistas hasta los podemitas de turno. No son los españoles quienes tienen que sentirse incómodos o atemorizados en sus calles y es una desgracia que únicamente el partido de Abascal se plantee en la práctica defendernosNo creo que el PP logre hacerse perdonar arrodillándose frente a sus adversarios acérrimos. Ni tampoco creo que les vaya a dar más votos.  Estamos en un momento que lo que se necesita más que el agua es claridad moral. El 14F nos dirá quien de entre los constitucionalistas es el que más confianza inspira.