La democracia en Iraq

por Ignacio Cosidó, 21 de diciembre de 2003

(Publicado en el Diario Palentino, el 21 de diciembre de 2003)
 
La captura de Sadam Hussein es un paso más que relevante hacia la consolidación de la democracia en Iraq. Esta detención tendrá al menos tres efectos positivos. En primer lugar, fortalece la voluntad de los Estados Unidos. En segundo término, generará confianza a la mayoría del pueblo iraquí. Por último, afectará negativamente a la moral y a la capacidad de los terroristas. Esto no significa que la transición a la democracia iraquí no esté aún llena de dificultades, pero la impresión es que ese proceso es cada vez más irreversible.

La caida de Sadam ha tenido un efecto inmediato en la popularidad del presidente Bush y en el apoyo del pueblo norteamericano a la presencia de sus tropas en Iraq. Este es sin duda el efecto más importante de la captura del tirano. Democratizar un país como Iraq, tras décadas de un régimen totalitario sangriento y situado en una de las zonas más convulsas del mundo, es una tarea titánica. Sólo Estados Unidos tiene la fuerza democrática y el poder económico y militar para un objetivo de esta dimensión. La reticencia de algunos de sus principales aliados, hace además que los norteamericanos se hayan embarcado en este difícil proceso en una relativa soledad de sólo sesenta socios, pero entre los que faltan algunos importantes.

Estados Unidos tiene además elecciones presidenciales en menos de un año. Ha perdido en Iraq varios centenares de soldados, la mayor parte de ellos después de haber derribado formalmente al régimen. Tienen también un creciente déficit fiscal, lo que hace más complicado explicar la generosidad con los iraquíes. Estados Unidos ha invertido ya miles de millones de dólares en Iraq y deberá seguir haciéndolo en los próximos años si quiere que la democracia triunfe en ese país.

La gran esperanza de los enemigos de la libertad es que el gigante se cansara de luchar. Lograr que la sociedad americana decidiera que no merece la pena seguir gastando dólares y arriesgando vidas por un lejano país sin remedio ni solución. Conjurado el peligro de un régimen que suponía un peligro para su seguridad y que buscaba permanentemente dotarse de armas de destrucción masiva, aunque con menos éxito del previsto, podía ser el momento de volver a casa y dejar que los iraquíes se mataran entre ellos sin interferencias.

Pero el objetivo no era sólo acabar con Sadam, que ya se ha hecho, sino construir la democracia en Iraq. Un Iraq democrático será sin duda un factor de estabilidad en la zona y de seguridad en el mundo. Pero aún más, un Iraq libre puede ser un factor democratizador de todo el universo árabe y musulmán. Y la democracia es sin duda el mejor antídoto contra el terrorismo.

La captura de Sadam Hussein permite a Bush seguir con ese gran proyecto democratizador sin poner en riesgo su reelección en el mes de noviembre. Los estadounidenses están dispuestos siempre a pagar altos costes, lo han demostrado en las dos guerras mundiales, pero necesitan una causa justa y una victoria. Ahora tienen ambas cosas para continuar. Este éxito no sólo refuerza la retaguardia de Estados Unidos, el flanco más determinante en esta guerra, sino que acreciente también la moral de sus tropas sobre el terreno y acrecienta su prestigio ante el pueblo iraquí.

El segundo efecto positivo es precisamente la confianza que esta captura inspira en buena parte del pueblo iraquí. El temor a Sadam era tan reverencial que muchos iraquíes creían aún que los norteamericanos se terminarían yendo y Sadam podría entonces volver sembrando el pavor de una venganza absoluta contra su propio pueblo. La imagen de un Sadam entregado a sus captores conjura muchos de ese miedo que solo el terror puede forjar en las almas. Para muchos, la detención del tirano es un hecho mucho más relevante que el mero derribo de sus estatuas en Bagdad.

Por último, la caída definitiva de Sadam es un duro golpe, no sólo psicológico, para los grupos terroristas que operan en Iraq. A pesar de que Sadam distaba mucho de tener un control operativo sobre los diferentes grupos, era obvio el liderazgo que ejercía sobre ellos. Su detención puede aportar, está dando ya al parecer, valiosa información sobre las redes de inteligencia y de financiación de estos grupos. La sensación de incertidumbre y de derrota se habrá acrecentado entre ellos.

La democracia en Iraq no se culmina con la detención de Sadam. Sus leales intentarán ahora por todos los medios vengar su caída. Pero a medido plazo la actividad terrorista irá decayendo. Lograr un nivel aceptable de seguridad es sin duda el elemento esencial para que la libertad pueda terminar triunfando en ese país. La detención de Sadam es un paso muy importante en esa buena dirección.