La España Viva de Abascal

por Óscar Elía Mañú, 24 de abril de 2019

A pocos días para las elecciones generales, un fantasma recorre nuestro país: el fantasma de la España Viva. Ciertamente, VOX no va a ser mayoritario ni va a ganar las elecciones: lo cual no quita para que sus rivales, desde la izquierda a la derecha, desde Aznar hasta Pablo Iglesias, se escandalicen con su irrupción. El pataleo, el estrépito es monumental ante un partido que por ahora no gobernará ¿Dónde está, entonces, el problema? El hecho de lo que está aflorando a través de VOX es algo sencillo, profundo e inquieto: la España Viva, que a mi juicio se apoya sobre tres ideas fundamentales: un discurso de y por España; una defensa de la nación, su cultura y su tradición; y una reivindicación del sentido común frente a la corrección política.

En primer lugar, Abascal y VOX han recuperado para la política el discurso de y por España. Hay dos anomalías en nuestro país en relación con los de nuestro entorno: la hostilidad de parte de las élites culturales, mediáticas, políticas españolas hacia la nación; y la vergüenza y los complejos de gran parte de la sociedad hacia ella. Ambas cosas son antinaturales: lo natural en el hombre es amar a su patria, y en los dirigentes defenderla, pero en España se ha impuesto en la últimas décadas un tapón antipatriótico que, justo por antinatural, no podía durar mucho más.

La reacción espontánea y extendida por toda España ante los sucesos de octubre de 2018 en Cataluña mostró que esa España, variada, heterogénea pero unida apretada contra el fondo, estaba viva y buscaba una voz que los partidos clásicos no se atrevían y no se atreven a levantar. Ha sido Abascal quien ha puesto sobre la mesa política un patriotismo natural, sencillo y básico, encarnado en el himno y la bandera española que presiden todos sus actos. De esa naturalidad surge su viveza, porque el sentimiento natural es defender al país.

En segundo lugar, frente a la abstracción del “patriotismo constitucional” y la idea jurídíca e institucional de España, Abascal ha puesto sobre la mesa una evidencia fundamental: la nación no es una constitución; es una herencia, una cultura, una tradición. A través de las cuales el hombre es hombre. Abascal no sólo es capaz de afirmar que la nación pertenece a todos los españoles, sino que los españoles pertenecen a esta nación: a la patria le deben su forma de ser. Por eso la defensa de la nación nos lleva a la defensa de su contenido. Nuestra forma de ser hombres es ser españoles, y por eso la pregunta hoy en día es qué significa ser español. Y ser español significa sentirse, en mayor o menor medida, continuador de una cultura, una tradición y una historia profundas y formidables, que merecen ser proyectadas hacia el futuro.

Este tapón cultural e histórico no podía durar mucho: una historia patriótica de España (José María Marco) no podía seguir arrinconada, y sólo hacía falta darle voz. Esa España viva también ha salido a la luz.

Por fin, en tercer lugar, la defensa de la nación conduce directamente a la denuncia de la corrección política: ella es el verdadero enemigo, tanto de la nación española como de las libertades en nuestras sociedades. Respecto a lo primero, no es raro que la Ideología en todas sus manifestaciones -feminismo, secesionismo, ecologismo, europeísmo, multiculturalismo- tenga en la nación y sus expresiones culturales o religiosas el enemigo a batir. Y no es raro tampoco que lo haga mediante la censura y la prohibición: pocas veces la censura ha sido tan profunda en la vida corriente del ser humano como en esta época.

Frente a ello, el gran logro de Abascal está siendo recuperar para la política el sentido común: esa forma de racionalidad modesta pero profunda heredada de nuestros padres y de los padres de nuestros padres. El sentido común implica una mezcla de tres elementos: unas profundas convicciones morales, una sencilla racionalidad al alcance de cualquiera y un respeto profundo por lo recibido de nuestros mayores. Basta no obstante ver un telediario, una serie de televisión o un discurso político para darse cuenta hasta que punto el sentido común ha desaparecido de la vida pública: la inmigración irregular es el ejemplo más evidente. Este tapón tampoco podía durar mucho: la España viva, la del sentido común, pugnaba también por salir.

Yo no sé qué ocurrirá el domingo por la noche cuando los votos estén contados y se traduzcan en escaños: unos pocos miles de votos aquí y allá se traducen en bastantes escaños arriba y abajo. Los doctrinarios del voto útil se basan precisamente en este argumento, tan poco presentable, para frenar el avance de VOX. Yo creo que la cuestión no es esa, porque si la España viva es realmente viva, la cuestión no se agota en el número de escaños del domingo. Lo fundamental es aquí un hecho doble a largo plazo.

En primer lugar, Abascal ha conseguido aglutinar a varios millones de españoles detrás de un proyecto político sólido, que en las condiciones más difíciles y con toda la España oficial en contra, ha conseguido salir adelante. Semejante éxito sólo es posible entendiendo que existía gran ansia en gran parte de la sociedad española por votar a alguien de los suyos: ese ansia, natural y profundo, no se agota fácilmente. En segundo lugar, esos millones de votos se deben traducir en una estructura de partido, una plataforma motivada y activa con un líder sólido.

La España Viva tiene vida por delante.