La jihad chechena

por Rachel Ehrenfeld, 30 de diciembre de 2005

La conexión entre terrorismo internacional y el “movimiento independentista” de Chechenia es sustancial y explícita, pero con demasiada frecuencia es ignorada en Occidente. La premisa popular es que Chechenia es un problema distante, que no es necesario que trate nadie de fuera de Rusia.
 
Desafortunadamente, las evidencias sugieren lo contrario. Los fundamentalistas islámicos y su táctica de terror llevan más de una década siendo un factor central en el Cáucaso. De Irak a Afganistán, de Londres a Moscú, los terroristas islámicos han encajado estrechamente Chechenia en las redes globales del terror.
 
Un suceso escasamente difundido pero altamente significativo en la guerra contra el fundamentalismo islámico en el Cáucaso tuvo lugar el 13 de octubre en la república rusa de Astemirov-Balkaria. Allí, aproximadamente 100 terroristas liderados por el fiel wahabí Anzor Astemirov mataban a veinticuatro funcionarios de policía y civiles al menos, aunque el diario ruso Kommersant difundió una cifra de bajas más elevada que el recuento oficial. En el asalto tomaron parte los chechenos y un grupo significativo de árabes, y las informaciones de las noticias sugirieron que el líder fundamentalista checheno Shamil Basayev pudo estar implicado directamente en la operación.
 
León Aron, el director de estudios rusos del American Enterprise Institute, cree que los militantes islámicos extranjeros han alimentado gran parte de la violencia del Cáucaso y secuestrado “la lucha chechena por la independencia”. Hay muchas pruebas que apoyan esta afirmación puesto que muchos fundamentalistas islámicos que tienen historial de terrorismo internacional se han implicado en el conflicto checheno. El principal lugarteniente de Osama bin Laden, Aymán al-Zawahiri, intentó establecer una base para los terroristas islámicos en Chechenia en 1996. Hacia 1999 se estimaba que al menos 100 miembros de Al Qaeda se habían unido a los chechenos en el Cáucaso. Además, se cree que Shamil Basayev se ha entrenado en Afganistán en 1994. Basayev ha reivindicado - entre otros horribles actos de terror - el secuestro de la escuela de Beslán, que se cobró las vidas de 330 personas, incluyendo mujeres y niños.
 
Este proceso de “islamización” chechena comenzó a mediados de los años 90, cuando cifras significativas de guerrilleros árabes se unieron a la lucha de los musulmanes de Chechenia por la independencia de la Federación Rusa. En aquella época, el Islam sufí moderado, predominante durante mucho tiempo en Chechenia, comenzó a ceder terreno al wahabísmo. El dinero procedente de países tales como Arabia Saudí, Pakistán y Afganistán era abonado a los que se convertían al wahabismo y a aquellos que reclutaban a otros para unirse a la secta militante. Como explicaba uno de los conversos chechenos: “Me gusta que los árabes quieran continuar luchando en la guerra hasta liberar al mundo entero [de los infieles]”, y la guerra santa debe continuar “hasta convertir a todos los cristianos al Islam”.
 
La afluencia de árabes y fundamentalistas islámicos pronto cambió el aspecto del conflicto en Chechenia. El Middle East Quarterly observaba con precisión el pasado verano que “un examen cercano de la evolución del movimiento checheno indica que los islamistas y los seguidores de Al-Qaeda han intentado competir cada vez más con el movimiento checheno como propio”.
 
Los servicios de Inteligencia americanos y rusos han descubierto pruebas que sugieren que muchos de los mismos grupos y particulares que financiaban Al-Qaeda también proporcionaban apoyo a los líderes chechenos, como el nacional saudí Ibn al-Jattab. También se sabe que Irán y Arabia Saudí han proporcionado financiación a Basayev y sus seguidores. La explicación de esta generosidad es inequívoca: este grupo distinto de fanáticos está unido bajo el objetivo común de establecer un estado islámico en el Cáucaso.
 
Los sucesos sobre el terreno continúan sugiriendo que las fuerzas que intentan establecer un estado islámico desde el Mar Negro hasta el Mar Caspio son relativamente débiles. No obstante, mientras Estados Unidos y nuestros aliados iraquíes aplastan las esperanzas de los islamistas en Irak, que intentan crear un nuevo califato, sus esfuerzos pronto se centrarán en otras partes - como ya es evidente en los recientes atentados del terror en Jordania, Indonesia y Bangladesh. Un blanco extremadamente probable será Chechenia y sus repúblicas vecinas.
 
Alexei Malashenko, experto en Chechenia del Carnegie Center de Moscú, afirmaba recientemente que “el conflicto checheno se está extendiendo a las repúblicas vecinas, escalando el proceso de desestabilización” en el Cáucaso y Asia Central. Esto supone una enorme amenaza tanto para la integridad territorial de Rusia como para los intereses a largo plazo de los Estados Unidos en la región. El proceso ya ha comenzado y es probable que provoque cada vez más polvareda conforme los islamistas comienzan a perder las esperanzas en Irak y Afganistán. La segunda guerra chechena comenzó en 1999 con la invasión de la república de Dagestán, vecina de Chechenia. Se trató de una tentativa de extender el conflicto con la esperanza de generar un levantamiento islámico mayor. Aunque las fuerzas rusas condujeron a los agresores de vuelta a Chechenia rápidamente, los islamistas están lejos de haber perdido la esperanza.
 
La república rusa de Ingushetia ha sufrido el terror a manos de los chechenos y sus partidarios islamistas. Las repetidas tentativas de asesinar al presidente pro-Moscú de Ingushetia, Murat Zyazikov, han sido hasta la fecha infructuosas. Sin embargo, la táctica del atentado suicida en coche empleada no sólo ilustra los mismos fines deseados por chechenos y sus aliados islamistas, sino también la llamativa coincidencia en los medios. Mientras que los islamistas han fracasado a la hora de derrocar a la cúpula ingush hasta el momento, sí que lograron brevemente hacerse con el Capitolio de la república de Nazrán en el 2004. Esta operación fue perpetrada por seguidores militantes de Shamil Basayev, y solamente concluyó después de que casi 100 funcionarios gubernamentales y efectivos de policía hubieran perdido la vida.
 
La afluencia del Islam radical y la naturaleza expansionista de las aspiraciones de sus seguidores han evidenciado que Chechenia ha pasado de ser una república en busca de la independencia a ser uno de los centros globales de la jihad islámica. Vladimir Putin describía el peligro de una ampliación del conflicto en una aparición televisiva de diciembre del 2003: “tienen objetivos completamente diferentes - no la independencia de Chechenia, sino la separación territorial de todos los territorios de residencia musulmana compacta. Se deduce que deberíamos resistir a ello, si no queremos el colapso de nuestro estado. Y si ocurre eso, aquí será peor que en Yugoslavia”.
 
Desafortunadamente, Putin no exageraba. El londinense Sunday Express informaba de que fuentes de Inteligencia británicas revelaban que los guerrilleros chechenos constituían algunos de los últimos reductos de la batalla de Tora Bora, en Afganistán. Los chechenos también han acudido a Irak a luchar contra los americanos y nuestros aliados. Las mismas fuentes británicas de Inteligencia declaraban al Sunday Express: “Esto no son solamente personas que sueñan con una patria, son figuras capitales del terrorismo global”. La fuente añadía: “Las fuerzas británicas en el Golfo, durante la fase inicial de la lucha, se estaban encontrando cadáveres chechenos entre los fanáticos que luchaban junto a las tropas de Saddam Hussein. Un buen número de guerrilleros extranjeros que hacen frente a nuestras tropas en Basora han resultado ser chechenos”. Así, los chechenos están adquiriendo experiencia en el conflicto de guerrillas y las operaciones terroristas en Irak y Afganistán rápidamente, y los que sobrevivan llevarán sus habilidades de vuelta a Chechenia.
 
Sin embargo, para comprender el alcance de los sucesos de Chechenia y sus repúblicas vecinas, uno tiene que conocer también los intentos globales de causar estragos por parte de los chechenos y sus socios islamistas no sólo en Oriente Medio y Asia Central, sino también en Europa Occidental. En el 2002, Shamil Basayev concebía un complot para asesinar al primer ministro británico Tony Blair y a la madre de la Reina. De haber tenido éxito, el atentado habría asesinado a varios miembros de la familia real y ciertamente habría tenido un impacto psicológico tan grande sobre el pueblo de Gran Bretaña como los ataques del 7 de julio. Los terroristas procedentes de Chechenia y sus vecinos han apuntado a intereses rusos y occidentales en Gran Bretaña, Francia, España y en otras partes.
 
Muchos de estos complots se originan en el Paso de Shevardnadze, en Georgia, un pasaje que discurre a lo largo del estrecho del este de Georgia conocido como el Pankisi Gorge, y es descrito por Paul J. Murphy, ex funcionario del contraterrorismo norteamericano, como “un área sin ley que Georgia no puede controlar en su totalidad y que ha servido como conducto de apoyo financiero y logístico y de refuerzos destinados a Chechenia desde los primeros años 90”. El Pankisi Gorge ha sido el escenario de las presuntas tentativas de utilizar ricina en Londres y volar la embajada rusa de París. Chechenos y miembros de al-Qaeda por igual buscan refugio y planean futuros ataques en los campamentos del Pankisi. Por tanto, está claro que cualquier intento de combatir el terror en Chechenia y por toda la región también tendrá que dedicar considerable atención al Pankisi Gorge.
 
La expiración del Georgia Trail and Equip Program en abril del 2004, un esfuerzo norteamericano por asistir al gobierno georgiano en el combate contra el terrorismo y llevar el orden al Pankisi Gorge, señala la falta de resolución por parte de Estados Unidos a la hora de aliviar el problema terrorista de Chechenia y sus territorios circundantes. Esto tendrá que cambiar y los Estados Unidos tienen que volver a dedicarse - en un grado mayor al mostrado previamente - a eliminar este problema. Las próximas elecciones presidenciales chechenas el 27 de noviembre ciertamente son un paso positivo; sin embargo, sin limitar la influencia de islamistas extranjeros y la sumisión de los segmentos radicalizados de la población chechena, ciertamente el nuevo gobierno va a poder ejercer poco control, y puede que sea solamente otra fachada artificial incapaz de dominar el fundamentalismo islámico que actualmente engulle Chechenia y sus regiones adyacentes.