La nueva Alianza

por Rafael Ortega González, 12 de enero de 2007

La extrema izquierda y el islamismo radical tienen un enemigo común: occidente, su sistema político, su sistema económico, su sistema de bienestar, su cultura, su religión, su historia. Ambos radicalismos tienen la misma obsesión y el mismo odio a occidente y todo lo que este simboliza, incluyendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ambos radicalismos son mutuamente excluyentes, sin embargo, con el fin de derrotar a su poderoso enemigo, ambos están dispuestos a aliarse temporalmente. El final de la Guerra Fría supuso la desaparición de la identidad de la extrema izquierda y su combinación con la socialdemocracia, dando lugar a una radicalización de posturas y exclusión de moderados y con ello mayor campo para la cooperación entre radicalismos islamistas e izquierdistas.
 
Hay algo más peligroso que un islamista radical y es un radical izquierdista que quiera servir al islamismo. La izquierda más clásica ha ido viendo como, poco a poco, después de la caída del Muro de Berlín y el final de la Unión Soviética como país, la fuerza ideológica de la izquierda se diluía y poco a poco desaparecían bastiones de la izquierda como el Pacto de Varsovia, otros se desvinculaban, e incluso antiguos tótem del izquierdismo osaban confraternizar e incluso abrazar al capitalismo, como ocurría con los antiguos países del Pacto de Varsovia, que pedían urgentemente su entrada en la maligna y odiada OTAN o con el inicio de una apertura al capitalismo de China. Aquellos que en su juventud habían abrazado al marxismo y habían alabado a los regímenes “populares”, contemplaban como en estos países se denunciaban los atropellos y excesos comunistas.
 
El fin del comunismo ha dejado huérfanos a los radicales que veían en esta ideología la victoria contra el capitalismo. Esto se ha notado especialmente en la disminución de actividad e incluso desaparición de los movimientos terroristas de corte marxista en el último decenio. Esto incluía a ETA aunque el caso etarra es más complejo, al estar impregnado de una mezcla marxista-nacionalista que hace que partidos, en principio de una derecha que roza el neo-nazismo en cuanto a su segregación racial, apoyen a este grupo que, desde sus orígenes, es marxista. Este apoyo nacionalista y complacencias nostálgicas de cierta izquierda ha servido de sustituto a la falta de apoyo marxista.
 
Una consecuencia de esta caída de muros fue el final de la utilidad de la socialdemocracia. Esta ideología nació después de la Segunda Guerra Mundial, principalmente como defensa de una izquierda al margen de los totalitarismos comunistas y del marxismo, aceptaba la libertad de mercado e incluso llegó a denunciar los excesos comunistas[1], y ahora estorbaba. Si no había (oficialmente) una izquierda pro-dictadura no hacía falta una izquierda con el sufijo de “democrática”, toda, desde marxistas ocultos a centroizquierdistas se englobaban dentro de una sola que negaba su pasado (la memoria histórica parece que no se refiere a este tema). El resultado final ha sido que, por ejemplo en España, los antiguos socialdemócratas fueron apartados de las estructuras por los más extremistas, los nuevos “demócratas” menos proclives al diálogo y más agresivos, y los puestos de los partidos socialistas fueron a parar a manos de excomunistas o socialistas marxistas más extremos.
 
El gran enemigo de la izquierda más clásica, que no es otro que el occidente de la libertad de mercado, libertades individuales, propiedad privada, democracia, separación de poderes; con su cultura, su religión y su historia, parecía el vencedor, sin la protección y ayuda al radicalismo que había procedido de la extinta Unión Soviética. Al igual que pasó con los nazis o los fascistas después de la Segunda Guerra Mundial, que negaban su pasado, los que habían defendido el régimen soviético como modelo de prosperidad y habían agitado el Libro Rojo de Mao tenían vergüenza a la hora de reconocer su antigua militancia política dentro del comunismo.
 
Pero el izquierdismo más radical vio la luz hacerse de nuevo, especialmente un 11 de septiembre, cuando unos islamistas radicales atacaron el símbolo del capitalismo, ni más ni menos que el World Trade Center situado en el centro de la “capitalista” Manhattan, en la “imperialista” ciudad de New York, dentro del “Gran Enemigo”, los Estados Unidos de América.
 
Sorprendentemente y a diferencia de lo ocurrido en países con mayor experiencia democrática como Francia, Alemania o el Reino Unido, en países como España, donde la socialdemocracia fue débil y el marxismo y el extremismo político siempre tuvo un gran protagonismo en la izquierda preconstitucional[2], se vivieron manifestaciones no de apoyo a Estados Unidos, sino de “protesta ante una posible represalia de Estados Unidos” en las que se veían impunemente pancartas a favor de Al-Qaeda o Ben Laden, es decir, directamente de apoyo a los terroristas. La izquierda más radical había descubierto que alguien podía contraponer su fuerza a occidente, un nuevo aliado en su lucha al haber desaparecido su vieja guardia comunista. Ideológicamente no fue tan difícil. Ya indicó un profesor francés experto en Islamismo: “La lucha de clases, como Engels la había previsto, sólo desemboca en la revolución cuando puede presentarse en términos religiosos; la finalidad del islamismo radical es totalmente terrena: crear un reino igualitario que derrumbe la arrogancia de los propietarios”[3]
 
No era la primera vez que la izquierda sentía pasión por grupos de lucha árabes. Ya el Frente Democrático para la Liberación de Palestina era uno de los valuartes morales de la izquierda en los años 70. Pero en esta ocasión se hacían referencias a los tópicos izquierdistas: el pueblo (en este caso el Palestino), la lucha popular, ejércitos populares. Al fin y al cabo era un movimiento izquierdista, con lucha de clases incluida, como se reconoce en su web oficial[4] con una unión difusa con la religión y métodos que luego perfeccionaron los islamistas. Tampoco era nuevo que la extrema izquierda pactara con posturas aparentemente opuestas, sólo hay que recordar el pacto Molotov-Ribbentrop.
 
Lo nuevo de esta situación era que esta izquierda “popular” se aliaba con los intereses de los grandísimos poderes económicos situados en Oriente Medio, los mismos que financian el terrorismo internacional. Las relaciones de hombres de la izquierda con grupos de presión económica y política del mundo árabe están a la orden del día.. Lo nuevo era también que personas de izquierdas abrazaban posturas antagónicas en su afán de lucha anti-occidental. Si bien es cierto que Stalin pactó con Hitler, los comunistas nunca abrazaron la ideología nazi, aunque si lo apoyaron en algún mometo más de lo que la izquierda quiso reconocer.[5]
 
Posteriormente, la propaganda progre modificaría esta relación de manera conveniente para poder presentarla ante su público como una lucha de los pueblos árabes contra el totalitarismo de las Monarquías y contra la corrupción, la misma imagen que la izquierda ha aplicado a ETA en España y a otros grupos terroristas especialmente desde la década de 1960, la visión del terrorista-Robin Hood[6], llegando a afirmarse últimamente que el Islam es la religión del pueblo frente al opresor. Teología de la liberación rebozada de un poco de tópicos islámicos.
 
No deja de ser curioso, volviendo al pasado, ver que la izquierda sigue los pasos de Franco, que tuvo el apoyo de Marruecos en la Guerra Civil con 70.000 voluntarios de ese país, así como el apoyo de jefes de Estado de varios países árabes en los años inmediatamente posteriores a 1945, dándole el apoyo internacional que no tenía[7]. Una vez más, los extremos se tocan.
 
Los tolerantes
 
Al principio sólo los radicales de izquierda mostraban su apoyo al islamismo abiertamente, como se ha dicho, con pancartas alusivas en manifestaciones, con declaraciones o con apoyo explícito personal, en sitios web o en revistas. No era extraño ver a alguna entidad organizadora de actividades contra la Guerra de Irak compartiendo salón con personas que llevaban la camiseta con el “Euskal Presoak”, o ver el intercambio consentido de enlaces en sus sitios de Internet con grupos de protesta bastante conocidos (y politizados), alguno que protestaba contra petroleros, e incluso con buena imagen solidaria cuyo carné se cotiza al alza entre los progres más aburguesados, alguna ONG de esas que te encuentras en la calle pidiendo tu suscripción.
 
En esas mismas páginas se podían apreciar otros enlaces de “apoyo a Irak” o Palestina, boicot a Israel, colectivos Radical-Marxistas-Anticapitalistas, sindicatos de estudiantes que no estudian, antisistema o antimilitaristas y Contra la guerra. Luego se descubría que gran parte de sus miembros más activos comparten co-militancia en todas esas organizaciones. Siempre, en todas ellas están metidos los mismos. Tal vez por eso uno no se sorprende con declaraciones que descubre procedentes de Asambleas, Reuniones o miembros destacables de las primeras entidades indicadas, a las que ningún buen progre debe dejar de pertenecer[8].
 
Los más radicales, convencieron luego a los autodenominados “moderados” o “dialogantes” (izquierdistas o no) acomplejado e hipnotizados por lo políticamente correcto, que se niegan a enfrentarse al islamismo para no mancillar su brillante barniz de “tolerancia”. Aquél que se deja llevar por el eslogan fácil sin pararse a pensar en su significado. La situación dejó de ser un caso puntual para convertirse en una epidemia. Los radicales en general no penetran en la sociedad (sean islamistas, derechistas o izquierdistas), la población quiere vivir tranquila, no tener preocupaciones y huye de todo radicalismo. El moderado sí tiene esa capacidad de servir de transmisor de los principios subyacentes más radicales a la población, se confía en él, es moderado, se le escucha, sabe hablar, no da imagen de peligro, y como una lluvia fina va impregnando de suposiciones tácitas el inconsciente social y trasladando el listón de lo permisible cada vez más allá para gozo del radical que tras él le aplaude, adula y alaba, la energía que el “moderado” necesita para seguir funcionando.
 
Estas posturas cuentan a veces incluso con Presidentes de Gobierno y Ministros de Asuntos Exteriores, empeñados en ser enemigos de Estados Unidos, ponerse pañuelos para provocar tontos enfrentamientos con Israel o incluso partidos que están en el gobierno y que participan en manifestaciones a favor de un grupo terrorista como Hammas o Hezbolá. Siempre, a todo lo que salga de Estados Unidos hay que oponerse, se diga lo que diga y sea lo que sea[9].
 
Pero ya en el pasado la izquierda radical utilizó posturas en principio totalmente válidas o incluso loables como el pacifismo[10] o el ecologismo[11] como etiquetas sobre las que atraer a masas de personas a sus posiciones o, como mínimo, para que fueran permisivas con ellas y no les atacaran bajo pena de ser catalogados de fascistas, belicistas o enemigos del planeta. De esta forma atraían a personas, algunas de buena fe, engañados por las etiquetas; a acomplejados y amantes de lo “políticamente correcto”, de la equidistancia (dónde está la equidistancia entre dictadura y democracia, entre derechos humanos y tortura) y a anti-sistema todos revueltos. El pequeño núcleo extremista entonces se hacía con el poder y expulsaba a los más moderados como “vendidos”.
 
Esta vez la izquierda más o menos radical, para atraer a una pléyade de moderados acomplejados y obnubilados a sus postulados, ha abrazado términos como “multiculturalismo”, “diálogo de civilizaciones”, “multiraza”, “tolerancia religiosa”. Una avalancha de etiquetas que un día tras otro martillean a la población favoreciendo un silencio que propicia el avance del islamismo radical bajo pena de ser calificado como racista, xenófobo e intolerante religioso. Este tipo de argumentación está al orden del día y son muchos los que caen en sus garras de tolerancia ante lo intolerable, de izquierdas y también de derechas.
 
No tienen problemas a la hora de traer a conferencias de entidades de prestigio a personajes como Tarik Ramadán, con problemas en Francia o Estados Unidos, a España a “dialogar” en el Club de Madrid o el Forum de Barcelona. También hemos visto[12] al Dr. Manuchehr Mohammadi, Vice Ministro de Asuntos Exteriores para Educación e Investigación de Irán pasearse invitado por organizaciones cuasigubernamentales y escoltados por altos cargos de Defensa y Exteriores, contemplando su defensa de su programa nuclear, su ataque a la existencia de Israel y su burla del Holocausto sufrido por el pueblo judío a manos de los nazis. No ha habido protestas oficiales, ni artículos, ni declaraciones grandilocuentes y los medios afines guardan silencio.
 
Esta tolerancia de lo intolerable o cuadratura del círculo ideológico tiene varios frentes en los que se pueden poner de manifiesto de forma clara la incongruencia de la postura del progresismo actual frente al islamismo, las paradojas entre lo que el progresismo proclama como su ideología y objetivos a defender y su actitud frente al Islamismo más extremista. Las consecuencias de esta actitud pueden ser en algunos casos muy graves, de gran alcance y no ser fácilmente revocables a corto y medio plazo. El futuro dirá cuanto deberemos pagar por la actual complacencia con el extremismo islamista igual que hemos pagado cara (y seguimos pagando en vidas) la complacencia con el extremismo izquierdista.
 
Política Internacional
 
El progresismo antinuclear ve con buenos ojos el programa y la escalada nuclear de Irán (también de Corea de Norte, uno de los pocos reductos comunistas en el planeta), se argumenta que Irán sólo se intenta defender y analistas de observatorios de defensa socialistas culpan en sus artículos a Estados Unidos y a su gran aliado Israel de esta situación. La esperanza es que, frente a la situación más o menos de tolerancia mutua actual de China frente a Estados Unidos, surja un poder armamentístico que tome el papel de la extinta Unión Soviética como amenaza permanente y contrapoder frente a Norteamérica.
 
Curiosamente esa postura choca contra el “unilateralismo” históricamente defendido por la izquierda en el caso de Europa. Recordemos las peticiones de desarme unilateral de los ejércitos occidentales realizadas reiteradamente por la izquierda durante la guerra fría, que no solicitaban lo mismo del bloque soviético. Me pregunto si el progresismo también estaría de acuerdo con el lanzamiento de un programa de armamento nuclear en Europa como “defensa” ante las amenazas que comienzan a surgir en países de corte extremista. Me pregunto también dónde están los que siempre protestan contra la energía nuclear, por qué callan ante la escalada iraní y de otros países.
 
Salvo casos puntuales y sin peso dentro del organigrama progresista, no se oyen, voces en contra de las declaraciones del Presidente de Irán sobre la destrucción de Israel, ni contra la celebración de una reunión que tenía como fin poner en duda al holocausto que sufrieron los judíos en Europa a manos de los Nazis. No se dijo una palabra aunque eso supusiera ponerse del lado de los nazis.
 
Esta actitud no sería más que la continuación de, por ejemplo, la negación de que Irak tuvo un programa nuclear o armamento químico y deberíamos tratar el tema de los Kurdos y el asesinato de su población con gas mostaza y otros compuestos asfixiantes y neurotóxicos.
 
Este mismo progresismo, cuando defiende su Diálogo de Civilizaciones como antídoto contra el terrorismo y acusa de intolerancia religiosa, xenofobia o racismo a los que no comulgan con él, olvida y deja indefensos a miles de habitantes de países musulmanes que mueren a diario, porque reconocer que las principales víctimas del islamismo radical no son los occidentales, sino los propios musulmanes masacrados a diario en sus propios países no entra dentro de los principios del Diálogo de Civilizaciones, igual que se olvida a irakíes desafiando la amenaza terrorista y yendo a votar. Se mira a otro lado ante el asesinato masivo de personas en nombre del Islamismo Radical en todo el mundo musulmán: 50 muertos de promedio diario en Irak, más Irán, Líbano, Sudan, Argelia, Indonesia… ante la mirada hacia otro lado del progresismo, incluyendo a sus innumerables ONGs que “se olvidan” de lo que se sufre en estos países y, cuando se acuerdan, por supuesto culpan a occidente. Cuando queramos reaccionar tal vez será demasiado tarde, y cuando hablemos de democracia nos preguntarán dónde estábamos cuando a ellos les mataban.
 
La alianza progresismo - islamismo puede tener otro aliado, el populismo que se extiende por Iberoamérica. No es extraño ver a gobernantes populistas con sus aliados islamistas, como Hugo Chavez, mano a mano con Castro y Mohammad Khatami, páginas como WebIslam mezclan noticias sobre Venezuela con informaciones contra Israel, Estados Unidos o su derecho a rezar en catedrales góticas que, fueron antes mezquitas. Hasta que punto este caso relativamente aislado puede extenderse por Iberoamérica está por ver. No obstante, para facilitar esta relación está el progresismo occidental, sirviendo de puente entre ambos, el mismo progresismo que mantiene buenas relaciones con los populistas iberoamericanos lo hace con los más extremistas islámicos.
 
La inestabilidad a nivel mundial que se está facilitando con esta complacencia con los totalitarismos es una receta para el desastre absoluto. Veremos a dónde nos lleva y cómo se podrá, si se puede, conjurar el peligro. Veremos cuantas catástrofes nos traen estos aprendices de mago. Veremos si las sonrisitas, pañuelitos o palmaditas en la espalda servirán de algo cuando tengamos la amenaza en las puertas.
 
Tortura y Crímenes de Estado
 
Otro aspecto a destacar es el doble rasero con respecto a la aplicación de los derechos humanos, que parece que sólo afectan a occidente. No hay manifestaciones ni se critica la aplicación de la pena de muerte ni la tortura generalizada. No hay ONGs que pidan sanciones o se manifiesten frente a embajadas, si lo hicieran se acabarían muchas subvenciones. Una vez más no importan masacres, fosas comunes ni juicios sumarísimos. Todos callan, unos por conveniencia por el aliado, otros para que no les señalen como “pro-yankies”, “pro-israelíes” o simplemente “fascistas”. La superficialidad es demasiado grande para temas tan profundos.
 
Podemos ver como antiguos enemigos perversos, torturadores y asesinos se convierten de la noche a la mañana en amigos y se olvidan los mil y un incumplimientos de la Carta de los Derechos Humanos, un verdadero lavado de cerebro que impide a cualquier progre reconocer abiertamente y en público el carácter de dicho enemigo, aunque tampoco se le cataloga abiertamente de amigo, hay que mantener la equidistancia.
 
En todo caso, siempre se deja subyacente el argumento o justificación de que se actuaba así motivado por occidente o por culpa de occidente, siempre la causa última de cualquier injusticia del mundo debe ser occidente, y el terrorista o tirano actuaban así presionados y forzados por la intransigencia de occidente. El terrorista y el tirano no son más, según esta visión, que una víctima de la voracidad del imperialismo Yankee y sus aliados.
 
Un buen ejemplo es el caso del régimen Talibán de Afganistán. De ser un peligro público y ver continuamente la voladura de los Budas de Bāmiyān y sus atrocidades, pasaron a ser vistos como “víctimas del imperialismo norteamericano”, de pedirse su derrocamiento a protestarse públicamente (y las mismas personas) por la intervención norteamericana en Afganistán.
 
De la noche a la mañana desapareció del consciente colectivo la imagen de horror que había vivido el pueblo afgano, la visión de gente asesinada por no seguir los principios que los talibanes habían establecido como Ley. En la imagen progresista que impide reconocer ningún logro o virtud a Estados Unidos no cabía más que aceptar que sí, eran malos, pero peores eran los Estados Unidos que querían expulsarles del poder sin ningún derecho… poder que no tenían derecho a ocupar los talibanes, pero que el progresismo olvidaba. Y todo aquel que recordaba las salvajadas talibanes era inmediatamente apartado bajo la etiqueta de pro-Yankee, amigo del sionismo.
 
No es el único caso. Está también el reciente caso de Irak, donde el progresismo ha defendido el derecho de Sadam Hussein (un dictador) a permanecer en el poder, incluso insinuando que era lo que deseaba el pueblo de Irak. Últimamente he tenido la oportunidad de hablar con gente de Irak y, el que diga que Sadam era querido por el pueblo iraquí sencillamente miente.
 
En el caso de Sadam Hussein se han olvidado los crímenes, las fosas comunes con cientos de cadáveres, el uso de armas químicas contra población civil, el intento de exterminio de los Kurdos y cientos de salvajadas más. No se oyen voces de las ONGs contra los crímenes. Me pregunto cuanto tardaremos en ver un documento serio en alguna televisión sobre lo que causó Sadam en Irak.
 
Religión
 
Podemos ver a antiguos ateos, enemigos de la religión y azote del cristianismo como “opio del pueblo” que se convierten al Islam, pero no por una súbita llamada divina y abandono del racionalismo desnudo, sino como forma de combate a uno de los pilares que más profundamente ha formado la actual cultura occidental: el cristianismo (ya sea catolicismo u otra confesión). Los mismos señores que prohíben y combaten expresiones cristianas o hebreas, prohíben Belenes en escuelas, eliminan símbolos religiosos, que dicen defender el laicismo, promueven y defienden con cargo al presupuesto público expresiones, centros de culto relativas al Islam, llegando algunos de estos ateos ex marxistas a orar en público. Convertirse al Islamismo está de moda entre los progres, como forma de contraposición a occidente. A la contracultura ha seguido la “contra-religión”.
 
El laicismo no va con el Islam, pero no por un descubrimiento de una fe, sino por su nuevo aliado el extremismo radical islamista. La tolerancia, el laicismo afecta a otras religiones, como Cristianismo, Judaísmo, Budismo, Shintoismo, Hinduismo… Al fin y al cabo en las otras religiones no hay expresiones extremistas que promuevan el combate contra Occidente. Nadie, de entre estos laicistas, protesta o critica la intolerancia religiosa de sus nuevos aliados.
 
Pero no son los únicos silencios. El progresismo que ha utilizado a la mujer y a los homosexuales como pancartas para obtener votos en unos momentos sufre también de memoria selectiva al tratar estos temas frente a su nuevo aliado.
 
Feminismo y homosexualidad
 
El mismo feminismo que protestó porque las azafatas de RENFE o Iberia no podían utilizar pantalones, como exigencia fundamental para el progreso de los derechos de la mujer, ante cualquier anuncio en un medio, calla ante el sufrimiento de millones de mujeres bajo el fundamentalismo islámico, ante la obligación de llevar el pelo tapado, cuando no toda la cara, calla ante la ablación, ante la lapidación de mujeres ante una acusación de infidelidad o ante la violación sistemática de mujeres por familiares (y no familiares) y su situación de indefensión ante una agresión sexual, incluyendo que la culpa recaiga sobre la mujer y siendo además, ejecutada, calla ante la imposibilidad de independencia del marido, ante la negación de la cualidad humana a la mujer. Los grupos feministas no se manifiestan públicamente, no hay grupos frente a las embajadas, no funcionan los mensajes SMS, no hay artistas repartiendo flores. Órdenes son órdenes.
 
Igual situación se produce en el tema de la homosexualidad. El silencio ante la situación de los homosexuales en los países islámicos llega a la persecución y retirada de subvenciones de aquellas organizaciones de derechos de gays y lesbianas que se atreven a alzar su voz contra la nueva ideología de la paz, la concordia y el diálogo. La situación más esperpéntica se vivió con el apoyo del concejal socialista Zerolo, al frente de una manifestación, al islamismo. Me pregunto si el señor Zerolo ha viajado mucho a los países islámicos haciendo gala de su homosexualidad. Me temo que no, le habrían matado.
 
La estrategia
 
Hay una facción de la izquierda que no ha progresado, se quedó anclada en los inicios del siglo XX, esa izquierda revolucionaria que justificaba el uso de la violencia como forma de obtención del poder. No recuerdo ninguna manifestación apoyando a Estados Unidos tras los ataques del 11-S, como no recuerdo manifestaciones a favor del pueblo Kurdo cuando era masacrado por Sadam Hussein, como no recuerdo manifestaciones en contra de China cuando aplastaba a los manifestantes de la Plaza de Tiananmen. La Memoria Histórica tiene muchas lagunas que no se quieren recordar.
 
Es de temer que la estrategia última es la cooperación de ambas posiciones con el fin del debilitamiento de occidente. Cuando éste sea suficientemente vulnerable será el momento de romper la Alianza. Es de suponer que entonces el progresismo, esta nueva palabra para designar a los enemigos de una democracia liberal, con su cinismo típico que lleva a llamar terroristas a demócratas y accidentes a atentados mortales para días después alabar la unidad contra el crimen, recordará públicamente las barbaridades del extremismo radical. La cooperación anterior habría sido un “mal necesario”, el progresista habría actuado, al fin y al cabo, para salvar a la humanidad de los terrores del capitalismo, mientras el islamista lo ha hecho por simple odio.
 
En ese momento el islamismo radical será proclamado el gran enemigo y el neo-izquierdismo el salvador. Serán necesarias medidas extremas, que justificarán el recorte en los derechos mucho más allá de lo que se hace en la actualidad y que tanto miedo causa al progresismo. Medidas restriccionistas serán presentadas como imprescindibles para la seguridad, control del partido de la justicia, de los medios de comunicación, de las fuerzas de seguridad, del poder económico. La puerta del poder estará abierta. Los más moderados que han sido útiles en esta labor callarán o serán eliminados del poder.
 
Ya no se nos venderá la imagen idílica y falsa de Al-Andalus como un vergel agradable, una especie de Jardín del Edén, ni la falsa tolerancia Andalusí. Tal vez incluso recuerden que existió un período de la historia de occidente que supuso el alejamiento de las posiciones medievales más o menos comunes que el islamismo radical aun conserva, me refiero al Renacimiento y, sobre todo, a la Ilustración, al siglo de las luces.
 
Lamentablemente, los islamistas radicales no se mostrarán muy colaboradores y, odiando como odian a los izquierdistas (exactamente igual que a cualquier occidental, para ellos liberales, progresistas, fascistas o comunistas somos todos occidentales). Iniciarán, tal vez antes, su lucha contra el socialismo. Para los islamistas radicales, la victoria sobre las democracias occidentales no es sino una batalla. No están dispuestos a perder su guerra, a consentir que sobreviva nada de occidente. Según el libro El Futuro será del Islám, de Sayyid Qutb, miembro de Hermanos Musulmanes y  utilizado por la Federación Internacional Islámica de Organizaciones de Estudiantes: “Esto exige una operación de resurrección seguida más temprano o más tarde por la toma de dirección del destino del mundo”, y “El Islam está destinado a todo el género humano: su campo de acción es la Tierra, toda la Tierra”.
 
Volviendo al pacto Molotov-Ribbentrop, ¿quién será el primero en iniciar una operación Barbarroja? Lo que sí está claro es que el perdedor, al igual que en dicho pacto, era y será siempre la democracia y la libertad.

 
 
Notas:


[1] También tuvo sus puntos oscuros, fue demasiado tolerante y colaboracionista con los regímenes del “socialismo real” en muchos aspectos. Fue la gran promotora del unilateralismo, posturas anti-OTAN, anti Pershing II y Cruise, mientras callaba ante los SS-20 y la entrada de la URSS en Afganistán, en general fue débil y cedía ante la Unión Soviética y germen del anti-americanismo posterior.
[2] Alimentándose del resentimiento y odio a la dictadura de Franco y presentándose como contraposición suya. Aunque su única legitimidad « democrática » era ser anti-franquista, lo que parece ser que limpiaba automáticamente su pasado también, y a su vez, anti-democrático.
[3]  Bruno Étienne, L’islamisme radical, Hachette, Paris, 1987, p. 327.
[5] En Estados Unidos, el Partido Comunista pedía la negociación de una paz con Alemania, acusó a Winston Churchill y Roosevelt de provocar una agresión contra Hitler y denunciando al gobierno polaco como fascista después de la Invasión Germano-Soviética. Se organizaron también huelgas que tenían como fin torpedear el envío y ayuda de Estados Unidos al Reino Unido en su lucha solitaria. No fue Estados Unidos el único país en sufrir este giro copernicano durante este período.
[6] Sería de suponer, por tanto, que deberían ser las clases humildes de los países árabes las que subvencionaran el terrorismo internacional. ¿no?. No parecen, sin embargo, cuadrar las cuentas con esta teoría. Más bien parece que el dinero sale de arcas bien llenas.
[7] “La Fantasía de Al-Andalus” Stanley G. Payne. El Mundo, 30 de noviembre de 2004.
[8] El autor se ha resistido, no sin dudarlo, a poner nombres de organizaciones, direcciones de Internet  y ejemplos de algunos comunicados y actos. Por supuesto obran en su poder documentación tomada a lo largo de los últimos ocho años (lleva tiempo metido en la red) de apoyo a sus palabras y a disposición del GEES.
[9] Como la esperpéntica celebración del 60 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, vendida por la izquierda española y sus medios afines como un logro de los Republicanos Españoles que combatieron con la División Leclerc. Silencio y ocultación del sacrificio Anglo-Americano. Ni mención a las playas de Normandía, Carentan, Saint Lo, Caen, y posteriormente Bastogne, El Bosque de Huertgen, Arnhem…
[10] Recordemos que la izquierda siempre había sido revolucionaria, aceptaba la violencia como forma de obtener el poder. Recordemos el pasado del comunismo, socialismo y anarquismo, que nada tiene que desmerecer al pasado del nacionalsocialismo o del fascismo.
[11] Curiosamente nunca se alzaban voces, o eran pocas y de poco peso, contra el desastre ecológico que se visualizaba en los países que practicaban el Socialismo Real. Algo que sigue ocurriendo en la actualidad. Nadie ha cuestionado las mega-presas que se realizan en China.
[12] El autor ha tenido la oportunidad de verlo personalmente.