Las intrigas de Irak
por Amir Taheri, 30 de agosto de 2007
(Publicado en New York Post, 6 de agosto de 2007)
Cuando el presidente Bush presentaba el incremento gradual de tropas en Irak, lo basaba en una premisa clave: conforme América mejorase la seguridad en Bagdad y sus aledaños, la dirección iraní daría los pasos [necesarios] para traducir los avances militares en progreso político.
Con el incremento en su tercer mes, hasta los observadores más críticos están de acuerdo en que, mientras que la violencia resuena aún a diario, la situación de la seguridad en Bagdad y las dos provincias más turbulentas, Diyala y Anbar, ha mejorado.
No ha habido, sin embargo, un progreso correspondiente en la escena política iraquí. Aunque la Asamblea Nacional (el parlamento) no ha tratado más de un cuarto de la agenda legislativa que se impuso a sí misma, sus miembros votaron a favor de unas largas vacaciones.
Lo que es peor, aquellos políticos aún en Bagdad han reanudado su juego favorito de conspirar unos contra otros.
El exprimer ministro Ibrahim al-Jaafari está ofreciendo generosas cenas en las cuales el fesenjoun - un plato persa a base de pato cocinado con zumo de granada y nueces en su jugo -- es el plato predilecto. Jaafari afirma que -- puesto que los americanos están destinados a salir corriendo una vez que Bush abandone el cargo -- la dirección chiíta iraquí haría mejor en restaurar sus dañadas relaciones con la República Islámica en Teherán.
Para hacerlo, afirma Jaafari, los iraquíes deben reemplazar al primer ministro Nouri al-Maliki, hacia el que los mulás iraníes sienten desagrado, por alguien aceptable para los iraníes. Uno no necesita profundizar mucho para descubrir que 'alguien aceptable para los iraníes' significa Jaafari en persona.
Jaafari pertenece al partido islamista Dawa (La llamada) que hace solamente un mes elegía a Maliki como su líder. El ex premier se ha acercado a Muqtada al-Sadr, el incendiario mulá con vínculos con Teherán, ofreciendo una alianza.
Sadr, sin embargo, tiene sus propios planes: está huyendo de la atención internacional hasta que los americanos aplasten a los insurgentes sunitas y a al-Qaeda - y después, una vez que un Demócrata ocupe la Casa Blanca, hagan las maletas y se vayan. En ese momento, Sadr podría reaparecer, resucitar su Ejército del Mahdi como la mayor milicia del país y apostar por el poder con la ayuda de Teherán y el Hezbolá libanés.
Jaafari y Sadr se ven animados por el hecho de que Abdul-Aziz al-Hakim, su principal rival en el bando chiíta, se encuentra en Irán sufriendo un cáncer probablemente terminal. El hijo de Hakim, Ammar, y su heredero putativo como líder del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak (SCIRI), es demasiado joven para reclamar inmediatamente un puesto elevado.
El grupo de personajes también incluye a Ahmed Chalabi, indiscutiblemente el más astuto de los nuevos políticos iraquíes. Chalabi no logró obtener un escaño en el parlamento, pero ha seguido siendo influyente como 'consejero' del primer ministro. En tiempos favorito de Washington para gobernar el Irak post-Sadam, Chalabi afirma haber aprendido a no confiar en los americanos, que son incapaces de distinguir a amigos de enemigos. (L. Paul Bremmer, el ex procónsul norteamericano en Bagdad, se las hizo pasar canutas a Chalabi acusándole de espionaje para Teherán).
No solamente los grupos pro-Teherán amenazan la frágil coalición Maliki. Los grupos pro-árabes chiítas también están trabajando para desbancar al primer ministro, argumentando que ha fracasado a la hora de afirmar 'la identidad árabe' de Irak. Encabezando la carga pro-árabe contra Maliki se encuentra Iyad Allawi, un chiíta secular que sirvió como primer ministro interino en la primera administración iraquí post-Sadam.
Arabia Saudí, Egipto y Jordania --tres de los cuatro jugadores árabes clave en Irak -- podrían respaldar a Allawi. Pero el cuarto, Siria, desconfía de Allawi y se incomoda con su postura anti-iraní. Y los mulás iraníes calificarían una nueva administración encabezada por Allawi de provocación. Obligados a tolerar a Maliki, encontrarían imposible de soportar a Allawi.
Mientras tanto, el mayor bloque árabe-sunita ha suspendido su participación en la coalición de Maliki y está tanteando en busca de aliados que ofrezcan las mejores concesiones. Sin embargo, algunos partidos árabes-sunitas más reducidos -- que piensan que Maliki supone la mejor opción por el momento o, al otro extremo, buscan restaurar el dominio de Irak por parte de su comunidad -- se oponen al bloque.
Contemplando todas las maniobras se encuentra el gran ayatolá Alí-Mohamed Sistani, el primus inter pares de la jerarquía clerical chiíta. En las comunicaciones que recibimos del gran ayatolá, una pregunta es planteada con insistencia: ¿se irán los americanos después de que Bush finalice su mandato?
Hasta ahora, Sistani se ha abstenido de tomar parte por cualquier grupo en la lucha de poder chiíta, porque está firmemente seguro de que el clero no debería tener un papel político directo. Espera que la coalición encabezada por Estados Unidos permanezca al menos hasta después de las próximas elecciones generales iraquíes del 2009. Pero no puede defender públicamente esta postura porque si los americanos sí se marchan, acabaría siendo el inocente que confió en 'los infieles.
También está el hecho de que, contra más y más iraquíes aprenden el juego político y comienzan a organizarse en sus diversos partidos, se inclinan cada vez menos a buscar la dirección política en Sistani.
Mientras las comunidades árabes chiíta y sunita han estado divididas siempre, la comunidad étnica kurda, suponiendo alrededor del 20% de la población de Irak, ha logrado permanecer unida hasta la fecha. Sin embargo, esa unidad también está amenazada.
Un grupo de jóvenes políticos kurdos está haciendo campaña por lo que llaman 'el relevo generacional'. El grupo quiere que Jalal Talabani, el veterano líder kurdo que sirve como presidente de Irak, se jubile permitiendo que un hombre más joven suba el peldaño. Su candidato a la presidencia es Barham Saleh, un primer ministro en funciones hoy y uno de los políticos nuevos con más éxito de Irak.
Talabani y Saleh pertenecen al mismo grupo, la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK). El otro grupo kurdo importante, el Partido Democrático del Kurdistán de Massoud Barzani (KDPI) está intentando conservar su implicación en la política iraquí general hasta un mínimo. Barzani tiene un largo historial de relaciones próximas a Teherán y podría apostar a un caballo pro-iraní a cambio de la promesa de que los kurdos obtengan el control de la ciudad del norte de Kirkuk a expensas de los árabes sunitas.
Diga a los iraquíes que sus juegos políticos pueden ayudar al enemigo, y le dirán que no están practicando sino democracia.
Como siempre, la situación en Irak se puede salvar exclusivamente si se cumplen dos condiciones:
Primera, un acuerdo bipartidista en Washington para no subir a ese último helicóptero en Bagdad.
Segunda, un acuerdo genuino entre los partidos y grupos sunitas, chiítas y kurdos con vistas a no interpretar el éxito militar contra los insurgentes como señal para peleas fratricidas motivadas por prejuicios sectarios y la sed de poder.
En lugar de organizar infructuosas conversaciones con la República Islámica, la administración Bush debería reunir a los líderes iraquíes, incluyendo a aquellos que están tomando el sol en la Riviera francesa, para zanjar las diferencias y crear una administración fuerte capaz de construir sobre el éxito del incremento gradual de efectivos.
Y si los iraquíes hacen su parte, será más fácil trabajar de cara al gran asunto real: una política norteamericana bipartidista sobre una guerra que se puede, y se tiene que ganar.
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.