Latinoamérica en el contexto de recesión mundial y su relación con China
por Maximiliano Baranoff, 7 de mayo de 2009
El exponencial crecimiento de la economía china en el transcurso de las últimas dos décadas le ha hecho depender crecientemente de materias primas y recursos naturales, bienes abundantes en la región latinoamericana, lo que hace de ésta una coyuntura proclive al estrechamiento de vínculos comerciales entre ambas partes. Es un hecho que las Inversiones Extranjeras Directas (IED) provenientes de China han experimentado un crecimiento en la región, especialmente en aquellos países que se han relacionado diplomáticamente con ella adoptando la política de una sola China.
La captación de inversiones representa recursos imprescindibles para la expansión de la oferta de las materias primas, reduciendo los costes de transporte y modernizando las infraestructuras. Sin embargo, el veloz crecimiento de China y su riguroso desarrollo en cuanto a las exportaciones, sumado a un proceso de perfeccionamiento institucional e incremento de la credibilidad como corolario de su adhesión a la OMC en 1995 (logrando un marco jurídico de mayor estabilidad), no sólo la han transformado en un formidable socio estratégico sino que a su vez la han convertido en una importante competidora en materia de IED, llegando a ser favorita para muchas empresas que desean colocar inversiones con altas tasas de rendimiento, desplazando así a potenciales beneficiarios de inversión como América Latina.
La progresiva participación de China en la economía latinoamericana supone una serie de riesgos para las economías nacionales de la región, comenzando con la declinación de la balanza comercial por un incremento de las exportaciones chinas colocadas en sus mercados nacionales, declive que perjudica directa e inmediatamente a los productores manufactureros locales, quienes se encuentran imposibilitados de competir con los productos de la potencia oriental caracterizados por su alto valor agregado e ínfimos costos de mano de obra. El comercio bilateral entre China y cada una de sus contrapartes radicadas en América Latina se encuentra signado casi exclusivamente por el intercambio de manufacturas por materias primas. La continuidad de este esquema nos lleva necesariamente a proyectar un escenario muy desalentador para la región en el que corre el riesgo de quedarse estancada en una especialización tradicional en bienes primarios, dificultándosele cada vez más la diversificación de la matriz exportadora.
A diferencia del resto de la región, más del 50% de las exportaciones mexicanas y costarricenses son de manufacturas con contenido tecnológico medio y alto, por lo que no caerían bajo la categoría previamente mencionada de anclarse en la especialización tradicional en bienes primarios y productos industriales basados en recursos naturales. Pero el problema que enfrentan respecto al comercio con China se encuentra en sus balanzas comerciales, las cuales experimentan altos niveles deficitarios.
Más allá de la rentabilidad que pretendan las empresas chinas de las IED colocadas en la región, este mercado les resulta sumamente atractivo por el potencial de exportación libre de impuestos a los Estados Unidos. En este sentido, se pueden tomar como indicadores los TLC que tienen con Chile, Perú y Centroamérica, entre otros. A la luz de la producción asiática altamente competitiva, el resultado se traduce en un desplazamiento de la participación de la región en lo que representa el principal mercado para algunos Estados.
La profundización en este tipo de asociación comercial con China pretende lograr una diversificación de mercados a fin de disminuir la dependencia de un socio en particular, estrategia que tiende a ser explotada aún más en el actual contexto internacional de contracción. No obstante, cabe considerar que una basta parte de la región latinoamericana ha buscado insertarse en el mercado mundial de bienes y servicios y capitales asociándose con Estados Unidos, la Unión Europea y la región Asia - Pacífico. Esta última área, ha sido guiada entre las décadas del 60 y el 90 por Japón - tras su estrategia de transición hacia una economía de mercado y su desarrollo industrial orientado a la exportación durante el período de posguerra[1] -, quien realmente significó una opción de diversificación para América Latina. A partir de la dramática recesión económica que sufrió Japón desde finales de los 80 hasta las exitosas reformas liberales de Koizumi, China pasó a ser un actor preponderante en la región, pero al ser esta una economía en desarrollo, muchas veces se presenta como socio y muchas otras como significativo competidor, por lo que los países latinoamericanos han sido desplazados tanto del mercado internacional de bienes y servicios como así también del mercado de capitales.
De todos modos, el actual contexto internacional no es favorable a la extensión crediticia, por el contrario, los organismos multilaterales de crédito están congelando sus fondos al incrementar las condiciones de estabilidad económica de los países que solicitan préstamos así como también la efectividad de las políticas implementadas por sus respectivas administraciones, por lo que el mercado de capitales seguirá esta tendencia de contracción. En vistas de la caída de la IED, sería importante que en cierta medida pueda ir siendo compensada por la inversión pública. Las presiones por incrementos de sueldos y subsidios tendrán que ser resistidas por el gobierno manteniendo el gasto en materias esenciales como la educación y salud y en programas de política social dirigidos a los sectores más marginados.
Este representa un desafío primordial para la región, la cual no se caracteriza por comprometerse a un proyecto nacional planificando al largo plazo, sino que el horizonte para la mayoría de estos gobiernos se limita a los próximos comicios utilizando grandes recursos para sostener prácticas clientelistas; claro está que existen excepciones a la tendencia regional, como el proyecto brasilero de Lula, quien se retira luego de sus dos administraciones con altos índices de visión positiva por parte de la ciudadanía.
En cuanto al déficit fiscal que generará el cese de pago del IVA y otros tantos impuestos sensibles al consumo, su financiamiento tendrá que buscarse mediante el incremento de la deuda pública2, en mercados internacionales a costos más elevados.
Creo prospero avanzar hacia acuerdos comerciales con diversos socios a fin de diversificar mercados donde colocar las exportaciones y a su vez atraer IED, siempre y cuando se realicen previamente los estudios de factibilidad necesarios con el objeto de resguardar a los sectores industriales nacionales involucrados, a quienes se le debe asegurar su prosperidad mediante la inversión y la creación de mano de obra a través de pequeñas y medianas industrias.
Maximiliano Baranoff (Buenos Aires, Argentina, 1985) es Licenciado en Relaciones Internacionales. Trabaja como Consultor en el Tesoro General de la Nación del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de Argentina y como Analista Político-Económico para el Grupo de Estudios Estratégicos.
Notas
[1] Stiglitz, Joseph and Yusuf, Shahid. Rethinking the East Asian Miracle, copublication of The International Bank for Reconstruction and Development / The World Bank and Oxford University Press, New York, 2001, pág. 330.
2 Rodas Martín, Pablo. Impacto esperado de la Crisis Económica en Centroamérica, Oficina del Economista Jefe, BCIE, diciembre de 2008, pág. 8. En http://www.bcie.org/spanish/index.php.