Lecciones desde Bélgica: cuando desaparecen los partidos nacionales

por Lourdes López Nieto, 6 de julio de 2010

 

(Publicado en El Imparcial, 22 de junio de 2010)
 
El conflicto (cleavage) centro periferia ha tenido y sigue teniendo manifestaciones en diversos ámbitos de la política interna de los Estados nacionales, aunque en la mayoría de los casos se originan y desarrollan entre las elites de los partidos. Se trata de uno de los conflictos históricos que han debido afrontar la mayoría de los Estados nación europeos, en diferentes momentos con mayor o menor intensidad. Pero este conflicto también ha tenido un importante impacto en las relaciones internacionales de los Estados tanto en el origen de los graves conflictos bélicos europeos del siglo pasado, como entre los instrumentos para evitarlos. Por todo ello, este conflicto continúa siendo uno de los temas preferentes del análisis politológico, que hoy se enfrenta a otro problema motivado por las pretensiones de algunos de utilizar fraudulentamente conceptos elaborados con rigor científico, sustentados en las aportaciones del pensamiento clásico y en la etimología de cada término. Así, al amparo de la pretendida evolución y cambios de la realidad, se otorga apellidos a la democracia, a sus instituciones, o se idean soluciones aparentemente innovadoras a procesos y conflictos políticos considerados como tales. Como ejemplo, el concepto Estado federal plurinacional impulsado por Ciudadanos por el Cambio, grupo político asociado al Partido Socialista de Cataluña, que pretende la implantación de este singular modelo de estado que tiene como punto de partida el Estatuto de Cataluña. ¿En que consiste este tipo de federalismo? El imaginario de sus inventores lo sitúa como “heredero de la idea de la Federación plurinacional de esta tradición federalista”. La atenta lectura del decálogo que trata de definirlo, presenta un modelo distinto de los grandes estados federales (Estados Unidos, Alemania). Se equipara a una confederación de estados, a su vez integrados en otra confederación de estados europeos que permitiría que sus ciudadanos formaran parte de tres comunidades políticas: Cataluña, España federal y Europa federal (www.viafederal.cat). Esta singularidad del modelo quizá explique que sus impulsores organicen una primera edición de escuela de formación sobre el tema, meses después de presentar la citada alternativa constitucional. Pese a que su contenido se desconoce por la mayoría de la opinión pública, incluyen una de sus propuestas en el barómetro del C.E.O. de mayo (el CIS del gobierno catalán) como una de las opciones a la pregunta “Que debe ser Cataluña? Un estado dentro de una España federal”. Esta opción tuvo un apoyo cuatro puntos menos que la de “una comunidad autónoma de España”. Al tiempo, quienes alimentan este conflicto tratan de imponer sus objetivos, casi siempre onerosos para los ciudadanos, al margen de la realidad. La reciente institucionalización de traductores en el Senado español es otro ejemplo, que coincide en el tiempo con la imperiosa necesidad de reducir los gastos públicos. La citada iniciativa es una nueva manifestación de la tendencia confederal del PSOE que se inicia cuando su actual Secretario General asume las implicaciones del Pacto del Tinell. La aprobación de la reforma estatutaria de Cataluña y de los llamados estatutos de nueva generación muestra además, que las prácticas de tipo confederal se han extendido en el PSOE y han contagiado al Partido Popular.
 
Por ello, vale la pena recordar que en Bélgica, durante la campaña electoral de 1968 los dos grandes partidos, el socialista y el social-cristiano presentaron sendas listas separadas, una flamenca y otra francófona en el distrito de Bruselas. Se trataba de una solución con la se pretendía solventar las diputas internas generadas por la supuesta necesidad de incluir elementos sub-culturales (como los lingüísticos y religiosos) en el seno de los programas de ambos partidos. El resultado veinte años después es conocido: creciente y continuada inestabilidad política e institucional, sucesivas reformas constitucionales y periódica amenaza de disolución del Estado belga. A ello se suma los menos importantes pero ilustrativos repartos arbitrarios de bienes comunes: cuando la Universidad de Lovaina se dividió en dos, se repartieron los volúmenes entre las dos bibliotecas yendo los pares a una de ellas y los impares a la otra.
 
Los derechos territoriales y colectivos, las reivindicaciones sobre los ríos y similares incluidos en los estatutos de nueva generación no distan de lo acontecido hace unas décadas en Bélgica. Por el contrario, el modelo de la Confederación Helvética es mucho más razonable. Los cuatro grandes partidos representados en el singular sistema político de directorio, tienen en cuenta las diferencias lingüísticas y religiosas, pero no hay partidos regionales (ni italiano, ni franceses ni alemanes). Por ello, parece necesario reivindicar la necesidad de evitar las tendencias confederales de los dos grandes partidos nacionales, el PSOE y el PP.