Los "descuidos" en las cifras sobre cambio climático

por Mark Steyn, 20 de agosto de 2007

Algo bastante extraño sucedía el otro día. Si usted va a la página web de la NASA y mira los baremos de 'Temperatura del aire en superficie en los Estados Unidos' de los 48, puede que note que ha cambiado algo.
 
Una vez más, puede que no. No están difundiendo circulares de prensa sobre ello. Pero discretamente han revisado su Hit Parade de temperaturas de todos los tiempos en Estados Unidos. El 'año más caluroso que consta' ya no es 1998, sino 1934. Otra presunta fuente de bochorno, el año 2001, ahora se ha caído de golpe del Top Ten, y la mayor parte del resto del siglo XXI -- el 2000, 2002, 2003, 2004 -- ha caído por debajo incluso de los 100 más cálidos. En la práctica, hasta los años presuntamente calurosos del repertorio han visto reducidas sus temperaturas. Cuatro de los años más calurosos del Top Ten de América resultan ser de los años 30, la década en la que todos conducíamos en enormes todoterreno con el aire acondicionado a todo pasto. Si el cambio climático es, como dice Al Gore, el asunto más importante que cualquiera haya afrontado nunca en la historia de cualquier cosa que haya existido nunca, entonces Franklin Roosevelt no dijo ni una palabra de ello.
 
Y aún así sobrevivimos.
 
Así que, ¿por qué 1998 ya no es el rompedor de records de América? Porque un colega muy diligente llamado Steve McIntyre, de climateaudit.org, trabajó largo y duro para demostrar que había un error de computación en la gestión de los datos estadísticos en bruto de la NASA. A continuación dio parte a los científicos responsables, y recibió un reconocimiento de que el error era 'un descuido' que sería subsanado al próximo 'refresco de datos'. La respuesta fue casi tan fría como la tabla de listas revisada.
 
¿Quién es este hombre que comprende los datos climáticos norteamericanos mucho mejor que la NASA? Bien, ni siquiera es norteamericano: es canadiense. Solamente otro inmigrante que hace los trabajos que los americanos no hacen; ¿ni siquiera cuando son empleados públicos federales con presupuestos sin límite? No. McIntyre reside en Toronto. Pero los datos le olieron raro, encontró el error, y la NASA ahora ha corregido sus descubrimientos -- aunque sin la fanfarria que acompañó a la histeria del año más cálido del que se tiene constancia de hace casi una década. La luz del sol podrá ser el más eficaz de los desinfectantes, pero, en lo que respecta al calentamiento global, los expertos prefieren mantener el termómetro allí donde el sol no brilla.
 
Uno se ve tentado a explicar el error con el antiguo grito de guerra del experto: no es un error del programa, es una opción del menú. Para sostener la histeria del público, es necesario que los fanáticos del calentamiento puedan demostrar algo que está sucediendo ahora. O en palabras del [rotativo] Fort Worth Star-Telegram a finales de 1998:
 
“Es diciembre, y usted todavía está cortando el césped. No puede poner las luces de Navidad porque tiene miedo de que el sudor que resbala de su cara cortocircuite los enchufes. Las zarzas están floreciendo, los mosquitos asoman a traición.
 
“¿Bastante calor para usted?”
 
No es lo mismo si cambia '¿Bastante calor para usted?' por 'Sí, es hora de sacar los recuerdos sepia de la infancia del abuelo en Colorado”.
 
Pero aún así, El fraude no sería tan eficaz si no hubiera tantos que se lo tragan. ¿A qué se debe eso?
 
En mi libro, aún disponible en todas las buenas librerías (podrá usted encontrarlo levantando la pata del troquelado de la Verdad inconveniente de Al Gore), intento responder a esta pregunta al estilo de unas celebradas observaciones de la aclamada novelista británica Margaret Drabble, hablando justo después de la liberación de Irak. Ms. Drabble decía: 'Detesto la Coca-Cola, detesto las hamburguesas, detesto las películas violentas y sentimentales de Hollywood que cuentan mentiras sobre la historia. Detesto el imperialismo americano, el infantilismo americano, y el triunfalismo americano con motivo de victorias que ni siquiera lograron'.
 
Es una lista interesante de agravios. Si usted viviera en Polonia en los años 30, no le preocuparía el gusto de los soviéticos por la tónica ni la cultura pop sentimental del Tercera Reich. Si Washington fuera una gran potencia convencional, la clase intelectual estaría argumentando que los Estados Unidos son una amenaza para Francia o La India o el Chad o demás. Pero puesto que son la primera superpotencia no-imperial que el mundo ha tenido, inventar la tesis de que América es la amenaza no solamente para esta nación o aquella sino para el planeta entero, y no a causa de sus designios convencionales de gran potencia sino a causa de -- aún más aterrador -- 'su consumo', es muy mucho un estilo de vida. Ésas Coca-Colas y hamburguesas de queso detestadas por discriminatorias novelistas londinenses están devastando el planeta en modos en los que conquistadores abiertamente genocidas como Hitler o Stalin solamente habían soñado.
La construcción de esta fantasía es muy reveladora en materia de cuán inofensiva es América.
 
Y si los imperialistas de la hamburguesa de queso son provocados con verdadero aunque incierto fanatismo del calentamiento, ello no es motivo para que se detenga la repugnancia hacia uno mismo. El New Republic publicada recientemente un 'Diario de Bagdad' de un tal ”Scott Thomas“, que resultaba ser el soldado Scott Thomas Beauchamp. Ofrecía tres anécdotas de despliegue militar americano: la matanza deliberada de perros domésticos por el conductor de un vehículo de combate Bradley; un cráneo de un niño llevado por un efectivo norteamericano como accesorio de moda; y la humillación pública de una mujer a causa de su cara, una cara medio desfigurada a causa de un explosivo. En esa última anécdota, el soldado que llevaba a cabo la humillación era el autor en persona, citándola como prueba de lo mucho que la guerra de Irak ha degradado y deshumanizado a todo el mundo.
 
Según el Weekly Standard, los investigadores del ejército afirman que el soldado Beauchamp ha firmado ahora una declaración retractándose de sus espeluznantes anécdotas. Y hasta los editores del New Republic reconocen que la humillación de la víctima del explosivo tuvo lugar en Kuwait, antes de que el soldado Beauchamp llegase a aproximarse a Irak. No parecen darse cuenta de que esto destruye toda la premisa del artículo, que está orientado a tratar de la deshumanización de los soldados en combate. El soldado Beauchamp llegó pre-deshumanizado. En la práctica, estaba escribiendo fantasías de atrocidades en Irak en su blog allá en Alemania. Sería más cierto decir que fue 'deshumanizado' por la cobertura mediática norteamericana. En esto se une a una lista cada vez más larga de vendedores de falsas atrocidades como Jesse Macbeth, el Ranger del ejército que afirmaba haber masacrado a centenares de civiles en una mezquita. Resultó que no era ni Ranger del ejército, ni asesino de masas.
 
Existen muchos motivos honorables para oponerse a la guerra de Irak, pero sostener que nuestras tropas son monstruos enfermos no es uno de ellos. Lo enfermizo es la disposición de tantos ciudadanos de la hegemonía más benigna de la historia a creer que tienen que serlo.
 
Como dijo Pogo, allá por la edición del Día de la Tierra de 1971 de una tira cómica entonces célebre, 'Hemos descubierto al enemigo, y somos nosotros'. Hasta cuando no hacemos nada: en la era post imperial, las naciones poderosas ya no tienen que invadir o matar. Conduciendo simplemente un Chevy Suburban, podemos hacer que los océanos se eleven y borren de la faz de la tierra las distantes Islas Maldivas. Este es un tipo de narcisismo maligno tan arraigado que ahora se imparte en nuestros centros escolares. Lo cual podría ser el motivo de que hasta el cronista del New Republic vaya a Irak, se tope con el verdadero enemigo, y asuma que somos nosotros aún.

 
 
Mark Steyn es periodista canadiense, columnista y crítico literario natural de Toronto. Trabajó para la BBC presentando un programa desde Nueva York y haciendo diversos documentales. Comienza a escribir en 1992, cuando The Spectator le contrata como crítico de cine, Más tarde pasa a ser columnista de The Independent. Actualmente publica en The Daily Telegraph, The Chicago Sun-Times, The New York Sun, The Washington Times y el Orange County Register, además de The Western Standard, The Jerusalem Post o The Australian, entre otros.
 
© Mark Steyn 2007