Melilla y Ceuta; elementos de cambio, oportunidades crecientes

por Marcos R. Pérez González, 2 de abril de 2009

Si ha habido una constante en los análisis que se han hecho en las últimas dos décadas sobre Melilla y Ceuta, este ha sido sin lugar a dudas el pesimismo en torno a la posible evolución social y económica que iban a padecer las dos ciudades en el futuro cercano. No sólo se argumenta en torno a una supuesta crisis social existente, justificada en el aumento de población musulmana, la inestabilidad política que ha padecido la ciudad en los últimos años, las presiones sufridas continuamente por parte de otro Estado, Marruecos, que reivindica su soberanía sino también en la decadencia de un modelo económico que no habría dado sus frutos en términos de desarrollo social y que estaría a punto de agotar su credibilidad de cara al período que se avecina en el marco de las relaciones entre la UE y Marruecos. Parecería que las dos ciudades están abocadas a su extinción. Pese a ello, un análisis más fino permite introducir algunas consideraciones que pondrían en duda estos argumentos y explicarían otros tantos.
 
Melilla y Ceuta. Dos ciudades en continua evolución
 
Melilla y Ceuta siempre han estado en el ojo del huracán. Es cierto y el principal problema al que han tenido que hacer frente tenía dos vertientes, una nacional y otra ajena, dependiente de las veleidades de un país vecino, que reivindica su soberanía de forma intermitente pero continua en el tiempo. Respecto a la primera vertiente, que duda cabe que ha dependido del mal planteamiento que ha hecho siempre el Estado español en torno a las dos ciudades, privándolas de cualquier tipo de proyección estratégica, ya sea en el ámbito político, económico, militar o social. Pese a ello, las dos ciudades han seguido una evolución a lo largo del tiempo, que si bien no ha sido suficiente para garantizar su futuro, si les ha permitido adaptarse a un entorno igualmente cambiante.
Analizar los principales cambios acaecidos en Melilla y Ceuta en los últimos años permite profundizar un poco más en aspectos obviados en algunos análisis, como aquellos que consideran por ejemplo, el declive económico y el aumento de la población musulmana como las claves para analizar el futuro de las dos ciudades, lastrado por la inseguridad que ello generará en la población hispana1. Parece evidente que unas precisiones son necesarias para comprender en su justa medida cuales han sido los principales cambios que se han producido en las dos ciudades, y analizar si la situación hace tres décadas era mejor o peor que la actual. La perspectiva que se adopta en este análisis es que las dos ciudades están mejor preparadas para afrontar su futuro que hace algunos años, lo cual no impide considerar algunos problemas a los que inevitablemente habrá que hacer frente.
 
En efecto, si hay algún rasgo que ha caracterizado la evolución de las dos ciudades éste ha sido su dependencia no sólo de la evolución del país, España, sino también la de su entorno más cercano, en este caso el comprendido por otro Estado, Marruecos. A pesar de ello, el vínculo esencial en el desarrollo de las ciudades ha seguido siendo España. Podemos decir que Melilla y Ceuta han mirado siempre al norte sin desdeñar el sur, el retropaís, Marruecos. Esta consideración es importante pues en los últimos análisis económicos sobre las dos ciudades se incide sobremanera en la inevitable conexión de la economía local de Melilla y Ceuta con la marroquí, circunstancia que requiere ser matizada. Antes de ello conviene precisar que el desarrollo y la relación de las dos localidades con el resto del país han tenido un componente esencial como es el social, por cuanto la mayor parte de la sociedad melillense y la ceutí se han nutrido de agregados poblacionales migrados desde otras regiones españolas. Junto a ella habrá otras aportaciones como la hebrea procedente de Marruecos desde comienzos del siglo XX, limitada en su dimensión cuantitativa pero importante en la cualitativa, al permitir desarrollar el comercio entre las ciudades y su entorno2. Más tarde aparecerá en escena otro agregado poblacional, proveniente del país vecino, una migración carente de orden en sus flujos, con una dinámica propia, al no depender estrictamente de variables controladas desde España y profundamente diferente en su aspecto cultural, al menos en los primeros años en los que se asienta en las ciudades.
 
Hecha esta salvedad en torno a la población de las dos ciudades, lo cierto es que el desarrollo de Melilla y Ceuta ha dependido de circunstancias variadas en el tiempo y no siempre relacionadas con su propia historia. Así, en un principio será la guerra de Marruecos, en 1859 en el caso de Ceuta, con las campañas de Tetuán y más tarde en 1909, con la penetración colonial en la zona norte desde las dos ciudades, hecho este trascendental en la evolución social y económica por cuanto permitió el asentamiento de unas fuerzas militares sobredimensionadas para el territorio de las dos ciudades así como la aparición de todo tipo de negocios que como el comercio, dependía altamente de la permanencia de esas tropas. Ello permitió que la población aumentara considerablemente. También la construcción de las primeras infraestructuras urbanas y otras como las portuarias, de vital importancia. Un segundo acontecimiento será la creación del Protectorado en el norte de Marruecos. La pacificación del territorio asignado a España por el tratado de Algeciras de 1912, a partir del año 1927, generará una situación de bonanza económica, sobre todo en Melilla, debido a que pasaron a constituir dos polos de desarrollo en el entorno circundante. La generación de industrias agroalimentarias, la posesión de infraestructuras portuarias adecuadas, una red de servicios para la población española que habitaba en el protectorado y el hecho de ser un atractivo para la población nativa, permitió un desarrollo sin precedentes, cuya máxima expresión será el incremento poblacional. En 1956 se pone punto y final a una situación que no por excepcional fue negativa sino todo lo contrario. Desde entonces se inicia una etapa de transición cuyo corolario podría ser el año 1979 en el caso de Melilla y unos años más en el de Ceuta. En efecto, en 1979, Marruecos abre el puerto de Beni Enzar, lastrando parte de la economía de la ciudad de Melilla, por cuanto los flujos comerciales penetraban en Marruecos a través de Melilla esencialmente, además de ser el punto de salida del mineral marroquí hacia Europa. En el caso de Ceuta, la ubicación geográfica con una mayor cercanía a la península y su situación en una zona de gran tránsito de mercancías, como es el estrecho de Gibraltar, permitió un mayor desahogo, como muestra igualmente la permanencia de una flota pesquera considerable, algo que desaparecerá en Melilla. Las pocas industrias irán muriendo al compás del desarrollo de Marruecos, más perceptible en la zona cercana a Ceuta. En el caso de Melilla, será el estrangulamiento de la economía local la estrategia del reino alauita, no conseguida por cuanto no acabará con el calificado como comercio atípico. Desde 1980 hasta prácticamente la aprobación de los estatutos de autonomía, en 1995, Melilla y Ceuta viven una fase de declive, acrecentada por la falta de inversiones del Estado, elemento este que debe ser remarcado. Junto a ello, la inoperancia en la plasmación de una estrategia de desarrollo por parte de las autoridades locales y las estatales llevará a una situación de estancamiento. La permanencia de un gran contingente militar será el único elemento positivo en cuanto permitía dinamizar la economía local, que no en el estratégico, pues en el caso de Melilla, la ciudad parece que quedó apartada de la doctrina estratégica española excepto en lo que se refiere a los planes de defensa.
 
Durante prácticamente un siglo, Melilla y Ceuta se beneficiaron de una serie de acontecimientos, bélicos y coloniales. Su desaparición trae a escena los problemas derivados del aislamiento, la falta de inversiones estatales y la inoperancia de las medidas adoptadas por el Estado, acrecentado todo ello por la indefinición jurídica de su estatuto en el marco de la organización territorial del Estado así como la fuerte presión ejercida desde Marruecos. Pese a ello, la población se mantuvo estable en Ceuta, no tanto en Melilla, pues se produjo un descenso. En su gran mayoría seguía siendo peninsular, pese a lo cual, los años ochenta del pasado siglo supusieron un punto de fractura para las dos ciudades por cuanto unas decisiones discrecionales del Gobierno central, modificó para siempre el paisaje social de Melilla y Ceuta.
 
Cambio poblacional e indefinición jurídica; nuevos elementos en juego
 
No apuntamos nada excepcional al afirmar que los dos acontecimientos esenciales en la vida de Melilla y Ceuta desde 1980 al año 2000, serán los cambios poblacionales acaecidos y la aprobación de los estatutos de autonomía. Respecto a la primera cuestión, ha sido considerada por algunos analistas como esencial en la explicación del declive de Melilla y Ceuta así como explicativa de los problemas sociales que padecerían ambas localidades, por cuanto hablamos de un sector poblacional, el musulmán de origen marroquí, con dificultades de integración, diferencias sociales con respecto a la población hispana e incluso generador de una supuesta estrategia de islamización de la vida social, aspecto que supondría un riesgo “de una eventual cesión de soberanía”3. Parece obvio que estas apreciaciones requieren unos matices, que deben comenzar inexcusablemente por el análisis del colectivo musulmán de las dos ciudades.
 
En efecto, Melilla y Ceuta cuentan con dos agregados poblacionales de religión islámica y de procedencia marroquí, por cuanto la mayor parte de sus ascendentes llegaron de las zonas aledañas a Melilla y Ceuta, al otro lado de la frontera. Pese a ello, el ritmo y evolución del asentamiento de este agregado poblacional no fue uniforme en el tiempo y se benefició de determinadas circunstancias. Así, a diferencia de la inmigración hebrea, ordenada en el tiempo, asumida por la población europea y generadora de una cierta riqueza en las ciudades, por cuanto se dedicaban al comercio y profesiones liberales, en el caso de la musulmana no fue así. De hecho, hubo varias oleadas durante el siglo pasado. Quizás las dos más importantes fueron las que se produjeron durante el Protectorado, con un deficiente control poblacional, y tras la independencia, ésta última ilegal y desordenada. Así, podríamos considerar esta inmigración como bastante dinámica por ser continua en el tiempo, desordenada en los flujos por ser incontrolada desde España, con una marcada dualidad campo-ciudad al proceder del ámbito rural, circunstancia que implica la escasa cualificación profesional de quienes accedieron a Melilla y Ceuta y generadora de bolsas de pobreza desconocidas en ambas ciudades, con excepción de las década de los años treinta del siglo pasado. Esta situación acabó generando problemas en estas ciudades, sobre todo pobreza, analfabetismo, desorden en el asentamiento urbano y una situación de ilegalidad que se perpetuará hasta bien entrado el siglo XX. Esta situación inicial cambió con el tiempo, en particular con la concesión de la nacionalidad española a la mayor parte del colectivo, circunstancia que no solucionó los problemas comentados. Pese a ello, el esfuerzo integrador realizado por una parte del colectivo es notable y es perceptible hoy en día. Así, toda la población menor de edad está escolarizada, no faltan viviendas, parte de ella tiene un trabajo remunerado, en particular en el ámbito privado, y la mayoría conoce la lengua española, elemento clave para el desarrollo socio-económico del colectivo. Finalmente, mantienen estrechos lazos de unión con sus familiares al otro lado de la frontera, un aspecto este remarcable. Si ha costado su integración ha sido por el alto grado de analfabetismo, desconocimiento de la lengua española y pérdida de las actividades productivas tradicionales, algo que sólo se solucionaría con una activa campaña de formación, en la escuela y fuera de ella. Además, gran parte del colectivo ha logrado asentar un comercio en la ciudad, tanto en el interior como de cara al exterior, hacia Marruecos. La situación por tanto no es tan negativa como hace veinte años, con lo cual las posibilidades de que este agregado poblacional contribuya al desarrollo de las ciudades es importante más si cabe en el caso de Melilla que en el ceutí y debe ser fomentado. Y ello teniendo en cuenta las posibilidades de desarrollo del comercio y actividades empresariales a uno y otro lado de la frontera. Si hay un colectivo que puede crear las sinergias entre Melilla y Ceuta y su entorno inmediato, ese es el musulmán, aspecto que suele ser pasado por alto pero que habría que potenciar. La existencia de redes sociales a ambos lados de la frontera puede ser el detonante para la creación de empresas mixtas hispano-marroquíes, como medida ante el desarme arancelario que se producirá en breve entre la UE y Marruecos. La existencia de este agregado poblacional es por tanto una oportunidad de desarrollo para las dos ciudades. Esta situación no quiere decir que no existan problemas, como el desempleo o el hecho de que la tasa de analfabetismo sea muy elevada todavía, algo que la propia dinámica demográfica tenderá a corregir con el tiempo si antes no lo logran las instituciones educativas. Ello es causa de menor cualificación profesional e incluso explicaría el defectuoso problema de integración social, más perceptible en Ceuta, con una marcada diferencia social entre el colectivo musulmán local y la población de origen europeo.
 
Un aspecto al que se alude como un peligro para las dos ciudades es el relativo a la alta tasa de natalidad de la población musulmana, pero lo cierto es que el incremento poblacional del colectivo no se produjo históricamente por este motivo sino por una inmigración descontrolada. Asentado este elemento, la tasas de natalidad tienden a corregirse en parte de este sector poblacional como lo hizo en el europeo. Las condiciones socio-económicas y las expectativas de progreso social son similares en ambos colectivos, con lo cual nada impide que esa tasa de natalidad cambie de tendencia, como de hecho así está ocurriendo. González Enríquez afirma en su análisis que ese incremento poblacional del colectivo musulmán crea inseguridad en la población europea y rechazo a cualquier avance en la presencia pública de la población musulmana en la vida de la ciudad. Lo cierto es que los datos disponibles contrastan con este argumento, por cuanto hay sectores laborales donde la presencia musulmana es creciente, caso del comercio. Las profesiones liberales otro tanto, e incluso es patente la presencia en administraciones como los Cuerpos de Seguridad del Estado o el Ejército.
También hay representación en los partidos políticos y agentes sociales y si en el mundo de la cultura no lo es tanto, es porque el movimiento asociativo en este ámbito es insignificante. Afirmar que no se reconoce la lengua tamazight en Melilla y el árabe en Ceuta por miedo a la presencia pública de este colectivo desdeña otros aspectos más importantes como son  la existencia de un estatuto de autonomía que no reconoce esa lengua, lo que nos lleva a considerar un segundo elemento en juego que de nuevo sitúa a Melilla y Ceuta en una posición más ventajosa que en años anteriores.
 
Uno de los problemas a los que tuvieron que hacer frente las dos ciudades fue, como comentamos anteriormente, la escasa proyección estratégica que otorgó el Estado a las dos localidades durante bastante tiempo, al margen de quien ostentara la representación gubernamental. La concesión de estatutos de autonomía en 1995 muestra una vez más la miopía política del Gobierno central, pues de él dependía que el proceso no se hubiera alargado los 14 años que duró. Pese a ello y con un estatuto diferenciado del resto de los existentes en el Estado y con una indefinición administrativa al ser consideradas Ciudades Autónomas, lo cierto es que las dos localidades cuentan hoy en día con un régimen de autogobierno que aunque limitado, les permite tomar decisiones en materia económica, algo que no podían hacer en años anteriores a 1995, excepto en lo que atañe al régimen municipal. La situación actual, aún con sus deficiencias es mejor que la anterior, pues la ciudad tiene un reconocimiento jurídico que desactiva la reivindicación marroquí en cualquier estancia internacional y un régimen que otorga a las dos ciudades seguridad jurídica, clave para la creación y asentamiento de empresas. De nuevo, una oportunidad a la que habría que adjuntar la existencia de un régimen económico y fiscal provechoso para la creación de empresas y en el futuro, para el intercambio comercial con  Marruecos.
Respecto a la necesidad o no del reconocimiento de las lenguas autóctonas de las comunidades inmigradas y sus descendientes, nada impide que estas sean fomentadas al margen de las disposiciones estatutarias. Pese a ello, argumentar que este elemento es parte de una amenaza para las ciudades, como la propia población musulmana, no deja de ser una veleidad por parte de los analistas que así lo consideran. Nada impide que en el futuro estas lenguas fueran reconocidas, aunque ello no evitaría ni el fracaso escolar, dependiente en mayor grado de las malas condiciones socio-económicas de parte de la población musulmana que de otros motivos ni una mayor integración social del colectivo, que como el tiempo ha demostrado, dependió de la formación y del conocimiento del castellano. En cuanto a su reconocimiento jurídico o no, su defensa como lengua autóctona está sometida al reconocimiento de una situación de hecho como elemento inspirador, algo que en la práctica generará inseguridad, no a la población hispana sino al conjunto de la sociedad, también la musulmana, pues el reconocimiento que logre un elemento cultural en un momento determinado, podría desaparecer con el tiempo al depender de situaciones no controladas por la sociedad melillense y ceutí, como puede ser la aparición de otro grupo cultural con sus peculiaridades. El tamazigh o el árabe no tienen por qué ser elementos de confrontación sino más bien lo contrario, un elemento que permitirá al sector poblacional musulmán interactuar con su entorno con una mayor fluidez que el europeo.
 
Vemos por tanto como estas dos situaciones, la existencia de un colectivo musulmán en las dos ciudades y el hecho de que Melilla y Ceuta cuenten con estatutos de autonomía son elementos que pueden y deben jugar a su favor, a favor de su desarrollo, lo cual nos lleva a considerar un último elemento en juego, también de índole social, como es el religioso.
 
La religión como amenaza a la estabilidad de Melilla y Ceuta
 
Que Melilla y Ceuta cuentan con unas poblaciones de religión musulmana importantes desde un punto de vista cuantitativo es algo evidente. Que ello sea una amenaza ya no lo es tanto. El islamismo está presente en España desde hace dos décadas. Desde hace cuatro o cinco en Marruecos y desde hace varios siglos en otras áreas del planeta, en particular aquellas que dieron origen a este movimiento político de base religiosa. Ni el pietismo paquistaní, ni el wahabismo saudí, el tabligh originario de la India o las más recientes doctrinas como la propagada por los Hermanos Musulmanes en Egipto o el salafismo tuvieron origen y cabida en el norte de África hasta tiempos recientes, debido en parte a que esta zona era el último eslabón en el marco geográfico en el que se extendía la cultura islámica. No es por tanto extraño pensar que la extensión de estos movimientos políticos y sociales haya llegado con más retraso. La propia idiosincrasia social y la evolución de los regímenes políticos del Magreb sería otro elemento explicativo, además de las propiamente religiosas, como es el hecho de aceptar en el norte de África la escuela malekí en el ámbito del Islam.
 
En este sentido, ni Ceuta ni Melilla han conocido movimientos islamistas debido a que el entorno en el que se encuadran tampoco lo hicieron. Y ello es así debido a que la población musulmana de ambas ciudades procede del entorno circundante a las ciudades. En cualquier caso ello no tiene por qué impedir que penetren doctrinas islamistas, en particular debido a la porosidad que permiten hoy en día los medios de comunicación. El hecho de que en Ceuta se haya detectado un movimiento tabligh así lo muestra4. En Melilla por el momento no hay constancia de la existencia de grupos radicales, en parte por la propia idiosincrasia del Islam cultivado por la población, estrechamente ligado al marroquí así como otros elementos, bien la existencia de una cultura de origen bereber y no árabe así como el desarrollo de prácticas religiosas que como el marabutismo, son incompatibles con el islamismo. Esta situación no exime del peligro islamista a las dos ciudades, acrecentado en Ceuta debido a la proximidad de dos núcleos de población donde se ha desarrollado el islamismo en época reciente, como es el caso de Tetuán y Tánger. De nuevo es el vínculo de la población musulmana de Ceuta con la del entorno marroquí, la existencia de esas redes sociales a uno y otro lado de la frontera, elementos explicativos de esa situación. En Melilla el entorno islamista más cercano es el de las ciudades de Oujda y Berkane, donde se han detectado células islamistas recientemente. También en alguna localidad cercana a Nador, como Monte Arruit o Zeluán. El islamismo plantea un problema de fondo a la población musulmana de las dos ciudades y es que su integración y la evolución que ha seguido hasta nuestros días, podría verse interrumpida al asumir doctrinas radicales. En este sentido, son los propios musulmanes quienes de manera consciente han renunciado por el momento a la asunción de estos postulados, salvo casos aislados como los generados en Ceuta. El factor religioso no debe ser por tanto un freno al desarrollo de estas dos comunidades ni por tanto al de las ciudades, Más problemático si cabe sería el desarrollado en Marruecos, pues ello generará una situación de inseguridad que afectará no sólo a las iniciativas empresariales que pretendan llevarse a cabo al otro lado de la frontera, sino incluso a la interacción de Melilla y Ceuta con su entorno. Las amenazas de grupos como Al Qaeda en el Magreb no deben ser minusvalorados, habida cuenta que ya hay células durmientes en toda la zona, incluido Marruecos y también por el hecho de que las dos ciudades han sido amenazadas, al igual que España, en algunos comunicados.
 
El radicalismo religioso puede ser un freno al desarrollo de Melilla y Ceuta como también lo es de Marruecos. En este sentido, las dos ciudades estarán condicionadas por este fenómeno en la medida en que lo esté Marruecos y las poblaciones musulmanas a uno y otro lado de la frontera, un fenómeno que por otra parte no es exclusivo de estas dos localidades sino que afecta ya a todo el país.
 
Al margen del fenómeno religioso, algunos analistas asumen como irreversible una islamización de las dos ciudades debido a un pronóstico discutible como es el que la comunidad musulmana llegue a ser mayoría en Melilla y Ceuta en poco tiempo. Para ello apelan a una lógica demográfica que por otra parte no existe. Si así fuera las poblaciones o crecerían irremediablemente o decrecerían y ello no es así. Y no lo es porque no existe ninguna lógica en los procesos demográficos toda vez que están condicionados por múltiples variables de diversa índole, sociales, políticas, económicas, religiosas o geográficas. Tampoco existe la lógica electoral, que se lo pregunten a los sociólogos. En Melilla y Ceuta hay partidos que agrupan a parte de la población musulmana. Pese a ello, la mayoría no vota a estas formaciones, como lo demuestran los datos, a veces tozudos pero reales. El caso de CpM en Melilla es paradigmático, un partido surgido en 1995 de las cenizas del extinto partido hispano-bereber, en cuyo seno se integraron antiguos militantes del movimiento de protesta contra la ley de extranjería. Su evolución ascendente estos años le permitió ser la segunda fuerza más votada en el año 2003 con un 26,3% de los votos, representativos del colectivo musulmán principalmente5. Sus torpezas en los últimos años, con una ausencia de postulados ideológicos claros y una apelación al sentimiento identitario dentro de la comunidad musulmana, además del trabajo de las otras dos formaciones políticas en su contra, le llevaron a perder dos diputados en las últimas elecciones municipales, igualándolo con el PSOE. La coherencia siempre se premia en política y los bandazos de CpM parece que no le han ayudado mucho en este terreno. En el caso ceutí aún parece menos movilizado el electorado de base religiosa islámica, pues ni la UDCE ni el PDSC logran aumentar de forma decisiva su representación en la asamblea local, reflejo de una separación mayor entre la población cristiana y musulmana y un menor grado de integración de esta segunda en una ciudad europea como lo es Ceuta. En cualquier caso, el dato destacable es que la población musulmana no es mayoritaria en ninguna de las dos ciudades, marca sus propios procesos de integración en gran parte del colectivo al margen de las instituciones, mantienen estrategias sociales que favorecen su integración y apenas han sido sensibles a la penetración de ideologías islamistas, circunstancias todas ellas que denotan un sentimiento de pertenencia a ambas ciudades así como una actitud positiva en cuanto a lo que pueda depararles el futuro, en términos socio-económicos. El mayor control de la inmigración marroquí desde hace dos décadas ha permitido forjar una identidad nueva a este colectivo, alejado de los estereotipos que aquejan a la población marroquí del otro lado de la frontera y ello en parte ha sido debido al progreso socio-económico de parte de ese colectivo, muy en particular en Melilla.
 
Un nuevo punto de partida
 
Los análisis que se hagan en torno a Melilla y Ceuta, la reivindicación marroquí y la evolución de los agregados poblacionales de religión islámica no pueden prescindir de los elementos comentados anteriormente. Si bien hace unos años algunas de las predicciones realizadas apuntaban a que la comunidad musulmana sería mayoritaria y por tanto constituiría una amenaza para la estabilidad de las dos ciudades así como el mantenimiento de la soberanía española sobre Melilla y Ceuta, en la actualidad es conveniente revisar estos anatemas, por cuanto los datos muestran que no sólo no se han cumplido algunos de esos vaticinios, sino que han entrado en juego nuevos elementos no tenidos en cuenta. En estos momentos las dos ciudades padecen graves problemas socio-económicos, algunos de profundo calado como es la existencia de agregados poblacionales muy elevados en el umbral de la pobreza. El alto desempleo y la falta de formación son acuciantes, aunque este segundo elemento se ha ido corrigiendo con los años. Es más, es una variable que puede llegar a ser controlada con los medios adecuados para ello, con lo cual en el futuro es posible que desciendan aún más las ratios de fracaso escolar y analfabetismo. Más difícil será solucionar el problema del desarraigo que sufre parte del colectivo musulmán de las dos ciudades, aspecto de indudable importancia, por cuanto los vínculos identitarios podrían convertirse a medio plazo en una variable que pretenda ser instrumentalizada con fines políticos, tanto desde dentro de las ciudades como desde el país vecino, como ocurriera en la década de los años ochenta del pasado siglo, con los conflictos surgidos al aplicar la ley de extranjería.
 
Pese a ello, las circunstancias son también más favorables para el desarrollo socio-económico de Melilla y Ceuta y no sólo por lo apuntado en torno al colectivo musulmán. Así, la posesión de un régimen de autogobierno sólido, la pertenencia a la UE, los vínculos con el resto del país y la existencia de una cierta paz social, son elementos que permiten avanzar menos dificultades que en años anteriores a favor del desarrollo de las ciudades, lo que no debe ocultar los indudables problemas que padecen, más graves en el caso de Melilla por su aislamiento y lejanía del resto del país. La situación de partida es diferente y más favorable que en otras ocasiones con excepción de la fuerte dependencia de Marruecos en términos comerciales, algo que habría que corregir y no sólo con vistas a la entrada en vigor del acuerdo de libre comercio entre la UE y Marruecos. Es que la experiencia muestra como la fuerte dependencia de las dos ciudades de su entorno cercano, aunque positiva en términos económicos, fue igualmente negativa por cuanto modificó su situación a través de variables no controlables, entre otras el desarrollo económico de Marruecos o su independencia de las metrópolis, España y Francia. El futuro de Melilla y Ceuta no puede depender de Marruecos. Ello no impide que las ciudades no se beneficien de las sinergias que se generen con esta zona. Lo contrario sería una temeridad. El rol de puente es la dimensión más favorable a los intereses locales, algo que habrá que desarrollar y dar forma en años venideros para que no vuelvan a quedar aisladas de las corrientes de desarrollo que generará el vínculo europeo con Marruecos. Pero eso no depende sólo de Melilla y Ceuta sino también de la proyección estratégica que quiera darle el Gobierno de España a ambas ciudades.

 
Marcos R. Pérez González es un sociólogo analista internacional.
 
 
Notas
1 González Enríquez, C. “Ceuta y Melilla: nuevos elementos en el escenario”. Real Instituto El Cano, ARI 159/2008.
2 Un buen estudio sobre la migración de población hebrea desde Marruecos la encontramos en Salafranca Ortega, J. ‘La población judía de Melilla,1874-1936’. Biblioteca popular sefardí, 1990.
3 González Enríquez. Op, cit
4 El tabligh puede ser definido como predicación. Es un movimiento islamista que sin ser violento, sí permite desarrollar un cierto radicalismo en alguno de sus seguidores.
5 En mayo de 1995, CpM logró un 19,8% de los votos y en 1999 un 20,4%.