Navidad en guerra

por Rafael L. Bardají, 28 de diciembre de 2005

(Publicado en Expansión, 28 de diciembre de 2005)
 
España es una nación tan acomplejada en el tema militar que sus soldados raramente obtienen el reconocimiento que se merecen por la labor que realizan. Particularmente cuando se desdibuja desde el gobierno la misión que cumplen, como en Afganistán, o en estas fechas tan señaladas y familiares. Son las madres, hermanos y demás parientes quienes corren con la tarea de explicar qué hace su familiar de uniforme tan lejos de casa y de su país. Es verdad que los ministros de defensa han adoptado como práctica habitual sacrificar parte de sus vacaciones y aparecer como por arte de magia en algún punto del despliegue internacional de las fuerzas armadas españolas. En los 90 fue Bosnia la cita obligada; ahora es Afganistán. Desgraciadamente es difícil deslindar la parte de ministro de defensa de un político profesional como el actual responsable de esa cartera, José Bono. Y lo que debiera ser un acto de sentido reconocimiento hacia quienes luchan por la libertad lejos de sus hogares, hacia quienes están dispuestos a entregar su vida si fuera necesario, tiende a convertirse en un circo mediático, en una visita donde todo gira en torno al ministro y las tropas, lamentablemente, sólo sirven de decorado de fondo. ¿Qué pueden pensar los españoles de tanto espectáculo barato? ¿Qué pensarán los hijos de militar? ¿Qué ilusión podrán encontrar quienes están meditando ingresar en las fuerzas armadas? Vivimos en una sociedad post-bélica y cicatera (de dónde si no que el ministro de defensa se niegue a reconocer el debido mérito a los fallecidos en el helicóptero Cougar en tierras afganas), pero hay que hacer entender que ser militar no es ni lo mismo ni equiparable a cualquier otra profesión, incluso de riesgo. Da igual que el gobierno de turno, como el hoy de Rodríguez Zapatero, diga que nuestros soldados se despliegan en misión de paz, si la situación sobre el terreno les llega a resultar hostil. Y en Afganistán estamos asistiendo a la aparición de terroristas suicidas que no discriminan según la nacionalidad de sus víctimas. Nuestros soldados, hombres y mujeres, corren un riesgo cierto y no se debería jugar con su imagen gratuitamente por mejorar en los índices de popularidad. Como tampoco se debería jugar con sus esencias. La familia militar aguanta -y mucho- porque está formada en el respeto y en el cumplimiento obligado de las órdenes que recibe, pero cuando uno está lejos de su casa y de sus seres mas queridos, cuando se juega la vida a la vuelta de una esquina o una duna, es lógico que se pregunte por qué. La respuesta, hasta ahora, siempre ha sido “por España”. Me gustaría creer que en tiempos de tanta centrifugación nacional alimentada por el propio presidente de gobierno siguen teniendo tan claro el valor de esa respuesta. Yo no lo sabría. Razón de más para acordarse de ellos en estos momentos, de fiesta y también de tribulación. Pero sinceramente. Las fotos se las dejamos al ministro.