No es país para ingenuos

por Rafael L. Bardají, 17 de marzo de 2023

Que la moción de censura a Sánchez es una obligación moral, no me cabe la menor duda. Y dado el nivel de corrupción y, aún peor, de perversión de la política en el que se ha instalado el socialcomunismo español, no me explico cómo cualquier constitucionalista no apoya la propuesta de Vox. Bueno, en realidad si se por qué: porque la política y la moral son dos cosas bien diferenciadas desde los tiempos de Maquiavelo; y porque la iniciativa parte de Vox. No tiene nada que ver con el candidato. De hecho, a m i, Ramón Tamames con su edad y todo su pasado más sus posibles ambiciones de divo me parece una de las mejores opciones para mostrar que lo que busca Vox va más allá de sus fronteras ideológicas y que está dispuesto a votar a una persona de izquierdas si con eso adelantamos el calendario electoral para echar a Sánchez.  Y adelantar las elecciones generales es, sin duda, una buena idea. Cuanto menos tiempo se le dé al gobierno para jugar con sus trucos, trampas y engaños, más posibilidades habrá de derrotarlo.

 

Ahora bien, el honor y la moral tienen, por desgracia, poca o nula cabida en nuestra vida política y por muy sentimentales que nos pongamos, la realidad es que los 300 de Leónidas o los ulanos de la caballería polaca acabaron muertos o derrotados. Y sí, se han convertidos en sendos mitos, pero dada la actual inquina izquierdista en rescribir la Historia, nuestra memoria poco servirá para que a nuestros nietos se les enseñe que Leónidas era transexual y que el Mayor Juniewicz era gay y negro y su brigada, todos sus jinetes amazonas.

 

Quiero decir, en política el momento, eso que ahora se llama “el timing”, es tan relevante como las ideas en sí. La oportunidad puede perderse o volverse incluso en contra en contra según las circunstancias. Y es en este punto donde me parece que Vox ha cometido un error por ingenuidad. Es verdad que anunciar, meses ha, la moción de censura tenía todo el sentido porque la podredumbre del momento era ya inaguantable. Pero si algún estratega pensó que estirar el proceso iba a darle a Vox más presencia, iba a erosionar a Feijóo e iba a lograr forjar una mayor oposición a Sánchez, me da que se ha equivocado. En toda organización se da el peligro del “group thinking”, la trampa de ver el mundo solamente a través del acuerdo de los integrantes de esa organización, con el riesgo de separarse lamentablemente de la realidad y perder la capacidad crítica para evaluar la idoneidad de sus decisiones. 

 

En España hay quien quiere ver en Santiago Abascal el Trump castizo, pero se equivocan. Santi es un político profundamente institucional que respeta el marco y buen función amiento de un sistema constitucional y democrático. Nuestro Trump, por desgracia, en Pedro “Antonio” Sánchez, alguien a quien la realidad se la refanfinfla porque está dispuesto a crearla a su imagen y semejanza e intereses. La mentira como verdad es su máximo exponente y logro. Aún peor, Trump definió a los medios de comunicación (o manipulación) de masas como el enemigo (en realidad la frase de es de exasesor Steve Bannon, ya que Trump siempre creyó, equivocadamente, que podía jugar con los medios y beneficiarse de su enfrentamiento), Sánchez ha preferido convertirlos en sus vasallos gracias a la chequera del erario público.

 

Yo ya he escrito en estas páginas reiteradamente que la actual batalla política en España es de todos contra Vox, porque es la guerra que no quiere perder el establishment, que en nuestro país va del IBEX 35 a los sindicatos, pasando por el Open Arms, las teles y todo tipo de chiringuito progre. Gobierno y oposición incluidos, por supuesto. 

 

De ahí que creer que una propuesta legítima y bien intencionada no se iba a encontrar con la unidad total, cada cual a su manera, para ridiculizarla, denigrarla y volverla en contra de Vox, es una peligrosa ingenuidad. Creer que Vox puede triunfar con todos los medios en contra, una temeridad. Trump contaba al menos con el potente grupo de la Fox (actualmente en contra de su candidatura) y aun así sucumbió a las fuerzas que le acabaron tumbando. Soberbia, ingenuidad y creerse el más listo del mundo es un coctel regularmente explosivo en política.

 

Si la moción de censura, cuyo tiempo es decidido por el gobierno, no por quien la presenta, es finalmente un circo o no, será responsabilidad de todos nuestros representantes en el Congreso. Bastante circo es el que siempre ha organizado Rufián y nadie le ha dicho nada parecido a lo que se le está arrojando estos días a Vox. En todo caso, sinceramente, no creo que ese sea el problema porque muy poca gente sigue el debate en directo. Será la imagen que den los medios lo que determinará la percepción que se saque del proceso. Y ese es el verdadero problema: la vida parlamentaria apenas despierta pasiones por lo que se haga en el hemiciclo sólo cobra vida en la medida en que se convierte en noticia. Cuando las noticias pueden preverse que van a ser negativas, hay que maniobrar en consecuencia. 

 

¿Ha conseguido Vox que se hable más del partido? Sin duda. ¿Ha logrado suscitar mayor complicidad con su programa? Tengo mis reservas.  ¿Va a perder apoyos por las críticas a su moción de censura?  No significativamente. ¿Va a ganar más adeptos con ella? Tampoco lo creo.  En todo caso creo que es legítimo preguntarse ahora y tras la conclusión de la moción de censura si Vox ha alcanzado sus objetivos, declarados o no. Es lo único que puede medir la idoneidad de la iniciativa y la inteligencia política de sus dirigentes. Se verá en mayo y cuando se celebren las siguientes elecciones generales. Esa será la métrica que no engañe. Todo lo demás es ruido, aunque el ruido pueda ser ensordecedor. Pero no olvidemos que a veces, como con las granadas aturdidoras, el ruido acaba siendo incapacitante.