Para los ministros de buena voluntad

por Rafael L. Bardají, 26 de diciembre de 2008

(Publicado en ABC, 26 de diciembre de 2008)

Nadie quiere que Afganistán vaya a peor. Pero pocos están dispuestos a hacer lo necesario para que vaya a mejor. Visitar las tropas es una obligación hacia los soldados pero no una solución.
 
En Afganistán se trata de evitar los errores de siempre. El primero, pasarle la responsabilidad a la ONU. De hecho, Naciones Unidas ya están allí y sus logros en todos estos años son más bien escasos. No es ninguna sorpresa: allí donde se ha hecho cargo de la seguridad, se ha acabado siempre en la barbarie, de Bosnia a Centro África. La ONU nunca ha valido para hacer cumplir sus promesas.
 
La «afganización», esto es, que nuestros soldados sean progresivamente sustituidos por fuerzas afganas no evitará que el país caiga precipitadamente en la violencia. Reclutar, entrenar, equipar y hacer funcionar a las fuerzas de seguridad y el ejército afgano es un proceso complejo, caro y, sobre todo, lento. Lo sabemos bien por Irak. Es cuestión de años y no los tenemos frente a los talibán.
 
Siempre queda aplicar una nueva doctrina, en la estela de lo que el general Petreus hizo en Irak, esto es, aumentar el contingente militar, cambiar las tácticas de enfrentamiento e intentar involucrarse políticamente con aquellas facciones que pudieran desertar del enemigo. Pero para que esto triunfe se requiere un shock inicial de la mano de miles de soldados más. ¿Aparte de Estados Unidos algún otro aliado está dispuesto a hacer lo mismo, de una manera significativa? No vale pasar de 800 a 1.200.
 
Y en cuanto a la opción de la «civilización» del conflicto, esto es, poner el énfasis en la reconstrucción antes que en la seguridad, la mejor prueba de que no puede funcionar es el escasísimo número de funcionarios civiles y expertos de todo tipo capaces de levantar las estructuras afganas. No hay jueces, ni policías, ni médicos ni bomberos porque nadie quiere ir.
 

Hoy, por hoy, no hay más opción que la militar. La diplomacia peripatética de nuestros ministros, es más patética que eficaz.