Pulso en el Kremlin
por Florentino Portero, 28 de diciembre de 2010
(Publicado en ABC, 28 de diciembre de 2010)
Tras la descomposición de la Unión Soviética la renacida Rusia trató de hallar una nueva identidad y un nuevo papel que jugar en el mundo. Boris Yeltsin no era el hombre apropiado para regir los destinos de su país en aquellos momentos. El proceso liberalizador se hizo sin los necesarios controles y al final se convirtió en un reparto del patrimonio entre unos pocos, mientras otros aprovechaban la situación para hacerse con el control de determinadas actividades económicas. En apenas unos años se formó un grupo de empresarios extraordinariamente ricos y ansiosos por acumular poder. Para Putin, sucesor de Yeltsin, el primer reto fue acabar con estos grandes señores del dinero, como Iván el Terrible hizo con los boyardos.
Hoy Rusia se debate entre el autoritarismo de Putin y el reformismo de Medvedev. El primero, un agente del KGB, quiere dejar claro que el poder reside en el Estado. El segundo, un hombre de empresa con experiencia internacional, necesita dar garantías de que Rusia es un estado de derecho donde las inversiones extranjeras estarán en todo momento protegidas. Es el pulso entre la estabilidad y el progreso, las dos caras de una Rusia que se debate, como siglos atrás, entre mantenerse unida con sus limitaciones o abrirse al progreso con sus riesgos.