Putin y las rockeras

por Manuel Coma, 18 de agosto de 2012

(Publicado en La Razón, 18 de agosto de 2012)

 ¡Las cosas de Putin! El dictador ruso ha lanzado al estrellato universal a tres chicas de 22, 24 y 30 que forman parte de un colectivo feminista de dudosa traducción desde el inglés: Pussy Riot. Riot es motín, pero pussy puede ser gatito u órgano femenino, éste en su versión más vulgar. Las crónicas de Moscú no lo aclaran. Llevar por título “disturbio” o “algarada” ya revela una intención ingenuamente provocativa, muy dentro de lo rockeramente correcto, pero el impacto semántico varía según sea de amorosos gatitos o de lo otro. El trío forma un grupito de rock. Putin mandó detenerlas en febrero, con las elecciones frescas, cuando aún no había permutado su puesto de primer ministro con el de presidente, y una juez muy en sintonía con el poder las ha sentenciado a dos años. Nada de que se hayan metido políticamente con el amo del Kremlim, se trata solamente de “gamberrismo motivado por odio religioso”, consistente en se metieron en la catedral de Moscú, donde entonaron o atronaron, según gustos, su canción protesta. Si al menos hubiera sido una mezquita, quizás la reacción judicial podría encontrar alguna forma de homologación en Occidente, ¡pero un templo cristiano! ¿Recuerdan a Carod Rovira y Pascual Maragall profanando el Santo Sepulcro, en Jerusalén! ¡Escolta, ni un euro de multa! ¡Y la que no se armó! Pero el putinismo compensa ampliamente su desprecio por los remilgos democráticos y las fruslerías electorales con un exquisito respeto por la religiosidad de la Santa Rusia.

Así que las Riot lo que sea van a estar a la sombra otro año y medio, de donde saldrán canonizadas y en olor de muchedumbre, pero Putin la ha chingado. Aquellos a los que quería dar una buena lección se le han echado a la calle, con el mundo entero mirando desde el balcón. Ha pensado que lo mejor era no era recular y no limitarse a una sentencia por lo ya cumplido. Una polvareda puede derivar en grandes lodos.