Quebraderos de cabeza de la retirada

por Robert Kagan, 14 de diciembre de 2005

(Publicado en el Weekly Standard, el 5 de diciembre de 2005)
 
 
El presente debate acerca de retirar tropas americanas de Irak - ya sea “inmediata”, “rápidamente” o “cuanto antes” -- sería divertido si no fuera tan peligrosamente ajeno a la realidad. No podría haber error mayor que reducir drásticamente ahora las fuerzas norteamericanas, en un momento en el que hay esperanzas reales de éxito si Estados Unidos persevera.
 
Pero los Demócratas que piden estas reducciones no son los únicos a culpar por dar la impresión, sin importar errónea que sea, de que Estados Unidos se está quedando sin aliento en Irak justo cuando la situación parece mejorar. La administración Bush lleva hablando de reducir las fuerzas en Irak desde que terminó la invasión en el 2003. De hecho, el historial de interminables promesas de la administración de reducir el tamaño de las fuerzas en Irak pone en perspectiva el presente debate.

El 3 de mayo del 2003, el New York Times informaba de los planes de la administración de “retirar de Irak la mayor parte de las fuerzas de combate de Estados Unidos a lo largo de los próximos meses”, reduciendo el número de efectivos de 130.000 a 30.000 hacia el otoño del 2003. Según funcionarios, la administración “no quiso que cifras sustanciales de efectivos americanos quedasen ancladas en Irak”, y estaba “impaciente por evitar el fantasma de la ocupación americana”.
 
Eso no llegó a suceder. Tras la invasión, las fuerzas norteamericanas en Irak resultaron ser muy insuficientes para imponer el orden en el país. El cálculo de funcionarios del Pentágono tales como Paul Wolfowitz, que afirmaba que la fuerza necesaria para llevar la paz y la estabilidad a Irak no precisaba ser mayor que la fuerza necesaria para invadirlo, demostró ser erróneo. Y por lo tanto, un año después de la invasión, 135.000 efectivos se encontraban aún en Irak, demasiados como para evitar “el fantasma de la ocupación americana”, pero muy pocos como para hacer eficaz esa ocupación en términos de imponer el orden y evitar el ascenso de una oposición armada.
 
Sin embargo, la administración Bush continuó buscando reducciones. Los funcionarios del Pentágono difundieron que las cifras comenzarían a caer significativamente hacia el verano del 2004. Pero conforme se acercaba el verano, empezaron a pedir más dinero para mantener los niveles de los efectivos, y alrededor de 20.000 tropas programadas para volver a casa tuvieron que quedarse sobre el terreno. A comienzos del 2004, funcionarios de la administración hablaban de nuevo de reducir significativamente las tropas, quizá a tiempo para las elecciones de noviembre. Eso resultó ser erróneo, también. Hacia diciembre del 2004, el nivel de las tropas se encontraba en los 150.000 efectivos.
 
El pasado abril, cuando 142.000 tropas americanas se encontraban en Irak, altos funcionarios militares comenzaron a hablar de la posibilidad de reducir las fuerzas a poco más de 100.000 a comienzos del 2006. Pero hacia agosto, según The Post, los planes del Pentágono pedían un incremento de 10.000 tropas en otoño, con posible descenso a alrededor de 120.000 efectivos hacia la primavera del 2006 y mayores reducciones hacia el final del 2006 hasta alrededor de los 100.000 efectivos. El mes pasado se desplegaron cerca de 150.000 tropas, y, según el Pentágono, “la idea actual” es que la cifra se reduzca a 138.000 después de las próximas elecciones iraquíes y a continuación por debajo de las 100.000 hacia finales del 2006.
 
El Presidente Bush en persona insistía repetidamente en que no tenía intención de retirarse de Irak o reducir las tropas siquiera a falta de la victoria. Pero aparentemente, el Presidente no tiene ningún control sobre lo que afirman y hacen sus propios funcionarios. Así que ha habido una constante barrila de reducciones anticipadas desde la primavera de 2003, con cada promesa inevitablemente rota o desechada por la obstinada realidad militar de Irak.
 
¿Es sorprendente que los Demócratas incómodos con defender la guerra que una vez apoyaron se sientan cómodos ahora hablando de retirada? Sus argumentos se derivan directamente de los discursos de la administración. Algunos de los mandos militares y del Pentágono más altos, desde el principio, han afirmado que la presencia de un gran número de efectivos norteamericanos es un gran motivo para el incremento de la insurgencia, y que el ingrediente clave para el éxito era “una pequeña presencia”. Esto ha demostrado ser erróneo. ¿Pero hasta qué punto debemos culpar a Nancy Pelosi, John Murtha o John Kerry de hacer el mismo argumento y sugerir que Irak puede estabilizarse y asegurarse sólo mediante una drástica reducción de las fuerzas? ¿Algún alto mando militar o alto funcionario del Pentágono explicó realmente por qué no es éste el caso?
 
Deberían empezar a hacerlo, aunque vaya a significar evidenciar sus errores de cálculo de finales de la guerra en el 2003. La fuerza norteamericana era, para empezar, demasiado pequeña, y continuó siendo demasiado pequeña durante la mayor parte de los dos últimos años. Como resultado, no jugó el papel que una fuerza de ocupación tiene que jugar a la hora de llevar la estabilidad al país, los prerrequisitos para dar lugar a un Irak seguro capaz de mantenerse en pie. En lugar de preocuparse acerca de una “huella' americana excesivamente grande, la administración y los funcionarios militares deberían haberse preocupado de impedir que se extendiese la oposición armada, y de las responsabilidades moral y práctica de proporcionar seguridad al pueblo cuyo país habían invadido.
 
Ahora que las fuerzas iraquíes nativas comienzan a luchar con mayor eficacia y en mayores cifras, podemos estar llegando al punto en el que la actual presencia norteamericana de más de 150.000 efectivos es adecuada para proporcionar a los iraquíes la seguridad y la estabilidad necesarias. Puede que estemos hoy donde deberíamos haber estado hace dos años. Si los niveles de efectivos americanos se mantienen constantes mientras los niveles de las fuerzas iraquíes se incrementan, eso cambia gradualmente el equilibrio del conflicto a nuestro favor. Pero con casi total certeza, tendremos que mantener parte de estos niveles durante otros dos años, y probablemente más tiempo.
 
La conversación de reducciones y retirada es casi seguro tan inútil como efímera. Durante dos años y medio, a pesar de las interminables promesas de reducciones, a pesar de batallas electorales, escándalos, y cambiantes fortunas políticas, Estados Unidos ha sostenido una fuerza constante de entre 130.000 y 150.000 efectivos en Irak. Puede apostar a que las cifras no serán dramáticamente inferiores en cuestión de un año o incluso de dos años vista. ¿No estaríamos mejor, no serían mayores nuestras perspectivas de éxito, si simplemente lo admitiéramos? Aún mejor, la administración podría explicar porqué es tan importante mantener estas tropas en su lugar, para que el público comprenda el largo camino que queda por recorrer. Podría empezar tomando medidas para incrementar el tamaño total del ejército norteamericano de modo que el despliegue sostenido no “divida” al ejército. Podría dejar de hacer falsas promesas de reducciones que no puede y no debiera cumplir hasta que Irak no esté seguro y sea estable en la práctica. 

 
 
Robert Kagan es colaborador del The Weekly Standard, miembro permanente del Carnegie Endowment for International Peace, y representante trasatlántico del Marshall Fund alemán. Este artículo apareció originalmente en el Washington Post.