¿Refugiados? No, gracias

por Rafael L. Bardají, 25 de agosto de 2021

Para la España de Boadil, esa España que siempre llora lo que no quiso defender, la España del centro buenita y la izquierda cínica, la derrota de Afganistán, decidida unilateralmente por el presidente americano Joe Biden, nos exige ahora el compromiso moral de traer a todos los afganos que quieran escapar del régimen de los talibanes y aceptarlos en nuestro suelo. Todo inspirado por esa máxima que se escucha en las películas bélicas de “no se deja atrás a nadie”. Que, dicho sea de paso, grita Pedro Sánchez dejándonos a todos bien detrás, como sabemos. Pero eso sí, afganos primero.

 

Desde luego, hay que hacer justicia con el personal que ha trabajado codo con codo con las fuerzas allí desplegadas. Y hay que criticar tanto al ministerio de defensa, como a exteriores y Justicia por no haber tenido la previsión de haberles dado ya los papeles para que pudieran haber salido del país. No es una situación nueva, pues nuestras Fuerzas Armadas ya lo han vivido  desde que se desplegaron en los Balcanes. 

 

Pero otra cosa bien distinta es acoger sin más a decenas de miles de afganos que, lógicamente, prefieren vivir en Europa y España a quedarse en su país. En estos días han cruzado las fronteras aledañas medio millón y esa cifra no haría sino aumentar a medida que los talibanes imponen a hierro y fuego sus política represiva.

 

Por desgracia, los aliados de la OTAN no han sabido garantizarles un futuro mejor en su propio país, pero ese fracaso no implica que se les prometa ahora a cuanto afgano huya de Afganistán que tienen su futuro asegurado entre nosotros. Porque no es verdad. La experiencia de la última ola migratoria, tras la política de puertas abiertas impuesta por Merkel a finales de 2015, ha sido pura y llanamente un fracaso. Los inmigrantes musulmanes, incluidos los afganos, lejos de asimilarse, se han getualizados aún más; la criminalidad se ha disparado, particularmente los delitos contra las mujeres; y su contribución a la economía  sigue siendo negativa ya que dependen de generosas ayudas financieras de ayuntamientos, comunidades y ministerios.

 

Europa no puede ser, por mucho que lo desee, el continente que todo lo arregla. Porque lo que está haciendo en realidad es no arreglar el mundo y sí estropear nuestro continente. Primero, económicamente. Estamos hundidos en la mayor de la crisis pero queremos pagar miles de millones al año en mantener unos grupos sociales que prefieren vivir de la sopa boina de las ayudas sociales a encontrar un trabajo. Todas las minorías inmigrantes, salvo la china, tienen tasas de paro que supera a la de los españoles en decenas de puntos. Ese dinero que se va a manos de extranjeros que apenas aportan y sí consumen, podría ponerse al servicio de las necesidades de miles de españoles que también lo necesitan. ¿Recuerdas el cartel electoral de Vox en Madrid con la paguita al mena y la minipensión a la abuela? Pues eso.

 

En segundo lugar, en términos sociales: allí donde las minorías pasan del 2%.  de la población y viven agrupadas étnicamente, siempre se produce una fricción con el resto de vecinos. Las costumbres son demasiados distintas y los valores de convivencia pacífica no coinciden. No creo necesario tener que elaborar más cuando todas las televisiones sacan día si y otro también algún problema asociado a inmigrantes. 

 

Y, finalmente, hay otro asunto del que nadie quiere acordarse: ¿por qué los países musulmanes se niegan a aceptar a refugiados de los suyos? Lo que han hecho países como Egipto o Líbano con los refugiados palestinos, encerrándolos en campos durante décadas, no se tiene en cuenta; que países más ricos del Golfo no hayan aceptado a nadie en su suelo, tampoco. ¿Por qué será? Europa no puede ser más musulmana que los musulmanes. de hecho, Europa no puede ser más musulmana de lo que ya es hoy. Porque el precio sería haber perdido la cristiandad en Kabul, como chillan alborozados los talibanes, y perdido la cristiandad en nuestro propio suelo. Y todo, a base d