Rusia, Ucrania y los demás

por Manuel Coma, 3 de marzo de 2014

(Publicado en La Razón, 3 de marzo de 2014)

 

 ¿Habrá una guerra con Rusia por Ucrania? Antes tendría lugar lo que proponía un partido pacifista danés en la guerra fría: el ministerio de defensa necesita una sola persona pegada a un teléfono. En cuanto los soviéticos digan ¡atacamos! Aquel responde: Nos rendimos. Ese espíritu ha triunfado plenamente en Europa y Washington. No hay más que ver los estremecedores comunicados. Kerry: Una intervención rusa sería un error. Obama: tendría costes. Llegado el caso, hay que suponer comunicados todavía más duros y alguna que otra sanción para salvar la cara. Sin embargo la mejor garantía de que nada sucediese sería seguir la brillante idea de Putin y anunciar maniobras de OTAN en las fronteras orientales de Polonia, Chequia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía. Sencillamente impensable.

Lo que sí es pensable es que Rusia intervenga. Los mayores ejercicios militares de la historia postsoviética no tienen por qué ser el modelo. Desde que Yanúkovich salió corriendo de Kiev el sábado 22 de febrero, el Kremlin hierve de planes y contraplanes, opciones e implicaciones. Putin no ha abierto la boca. Para amenazar utiliza a Medvédev, Lavrov y otros. Mientras tanto todo el mundo cree saber cuáles son sus motivaciones. La geopolítica es ya de dominio público. Sin Ucrania su proyecto de poner a Rusia a la cabeza de un gran bloque euroasiático –para otros, club de autócratas corruptos- es inviable. Su propio prestigio, internacional y doméstico, está igualmente implicado. Se lo juega en Ucrania. Sus primeros movimientos han sido un estrepitoso fracaso, pero la partida no ha hecho más que comenzar y su posición no es mala. De momento ha confirmado su desprecio por los occidentales y su consciencia de superioridad. Pero jugar demasiado fuerte puede dar al traste con sus sueños de liderazgo político y moral de una alternativa a lo que considera el blando y decadente democratismo que, más bien a su pesar, preside Obama desde Washington. Hasta donde podría resistirse Ucrania en solitario no es predecible, pero mucho más que Georgia en el 2008, lo que asegura un conflicto mucho más sangriento y destructivo. Mejor usar las fuerzas pro-rusas en el interior de su vecino y apoyarlas hasta donde sea necesario, con intervenciones militares pequeñas y poco visibles.
Otra lectura de la cabeza de Putin que ha salido a la palestra estos días es su temor al pésimo ejemplo de una Ucrania democrática y del triunfo de una conspiración occidental para manipular los asuntos internos de un país. Esos temores están siempre presentes en la política de Moscú y los elementos paranoicos de su visión del mundo tienen profundas raíces. La réplica de sus simpatizantes nacionalistas autoritarios es que la realidad es la inversa. El desorden actual en Ucrania y el mucho mayor que se avecina, así como las amenazas a los rusófilos gobernados desde Kiev, no hacen más que aumentar la popularidad de los métodos putinescos en su propio país y dar respaldo a una actuación contundente. En su intenso trabajo de sopesar alternativas, Putin y su estado mayor no pueden menos de tener en cuenta las dos posibilidades opuestas, pero es siempre excesivamente arriesgado apostar por que la situación siga pudriéndose con la esperanza de ser el único que al final quede en pie, entre otras razones, porque la situación interna no es ni muy predecible ni muy controlable, como los acontecimientos vienen demostrando.
 
La partición del país podría ser suficientemente satisfactoria para el Kremlin y mucho más factible que un intento de imponer su voluntad a todo el país, pero Moscú conoce la realidad de su vecino mucho mejor que europeos y americanos. Esa situación es mucho más complicada y menos clara que muchas de las simplificaciones que nos están llegando. En líneas muy generales un centro y Oeste nacionalista y un Este y Sur de predominio de rusófonos y rusófilos corresponde básicamente a los hechos, pero cuando se desciende al detalle las líneas están mucho más difuminadas. Veamos, por ejemplo, Crimea, el principal bastión del rusismo. Los ruso-parlantes son el 60% y muchos de ellos jubilados, instalados en la zona como los americanos que se retiran a Florida. La población con más derecho a reivindicar un carácter originario son los tártaros, deportados a Asia Central por Stalin y que han ido regresando con un fuerte resentimiento contra Rusia que los echa en Brazos de Kiev. La mezcla de identidades étnicas es mayor en otras partes, y prever los comportamientos está sujeto a un gran margen de error. Todo en Ucrania está en flujo.