Segunda descolonización

por Juan F. Carmona y Choussat, 5 de junio de 2012

(Publicado en La Gaceta, 4 de junio de 2012)

Kissinger no quiere intervenir en Siria. Pero, en nombre de la realista sacralidad del Estado, ¿qué hace Occidente con la Primavera Árabe? Pasa. Este año crecieron las exportaciones petrolíferas de Irak a 2,5 millones de barriles, lo nunca visto. Así, el país de la invasión de Bush facilita el embargo a Irán, el país de la revolución islámica.

En contraste, por la escasa implicación occidental, asistimos a las elecciones argelinas, primera vuelta de las presidenciales egipcias, escalada asesina de Asad, con extensión al Líbano, y condena de Mubarak. Las primeras parecían desmentir el auge islamista, pero sus resultados se cuestionan ahora en la UE e internamente. Siria es distinta. Occidente tiene interés directo en la desaparición de Asad, peón de Teherán, pero finge no verlo y pide a Putin que detenga él la matanza. En cuanto a Egipto, que sea lo que Alá quiera.

 

La descolonización debió llevar autodeterminación y progreso. Algo falló. Hoy de nuevo hay que derrocar la tiranía, aun interna. Quien promete liberación –Tahrir, según la plaza cairota– es el islamismo. Dividido en “moderado” y “salafista”, o vagamente inadmisible, no se dice qué hacer si vence. Por eso alivian las noticias argelinas. Allí ya ganó en los noventa y no se le permitió gobernar. Saldo: 150.000 muertos de la guerra entre el radical FIS y el Ejército. Argelia agotó el ciclo: descolonización, república socialista, islamismo ligero, y finalmente, pesado. ¿Vuelta a empezar? Camus, que era oriundo, citaría a Sísifo. Bajo el aparente cariño que suscita la revolución a Occidente le da igual. ¿Qué tengo yo con tu salvación que ver? Le dice como el comendador a Don Juan.
Como demuestra la anécdota petrolífera, cuidarse del futuro, cuanto más liberal y democrático mejor, de los árabes no es sólo moralmente correcto, es una inversión acorde a nuestros intereses.