Sin defensa antimisiles

por Clifford D. May, 18 de septiembre de 2009

(Publicado en National Review el 17 de septiembre de 2009)
 
La defensa antimisiles, como sugiere el término, es defensiva, no ofensiva. Brillantes científicos americanos han desarrollado sofisticadas tecnologías para evitar que misiles, incluyendo aquellos dotados con ojivas nucleares, alcancen a sus supuestas víctimas. Si Estados Unidos está dispuesto a compartir esta capacidad para proteger a otros en el mundo, “¿por qué hay tanta polémica sobre el tema?” preguntaba el senador Jim DeMint. 
 
Me gustaría hacer el intento y contestar a la pregunta del senador (hecha en un foro organizado por la Fundación Heritage en el que tuve el privilegio de participar esta semana) pero el tema merece primero un poco de contexto.
 
Los mulás que rigen Irán tienen el arsenal de misiles balísticos más grande de Oriente Próximo; al mismo tiempo, están trabajando horas extras para desarrollar armas nucleares. Esto plantea una amenaza cada vez mayor para Israel (Teherán ha indicado explícitamente que su meta es “borrar a Israel del mapa”), para Estados Unidos (“un mundo sin Estados Unidos es factible” ha dicho el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad) y también para Europa - los blancos más vulnerables son a menudo los más tentadores.
 
Los misiles Shabab de alcance medio e intermedio de Irán ya pueden llegar a algunas ciudades europeas. Muchas más estarán a su alcance una vez que Irán consiga misiles balísticos intercontinentales de largo alcance (ICBMs) - las estimaciones ponen esa probabilidad en 6 años).
 
Detener el desarrollo iraní de tecnología nuclear y de misiles sería la mejor opción. Pero la administración Bush dejó esa labor de negociación en manos de diplomáticos europeos los cuales no han conseguido obtener progreso alguno. La administración Obama ha ofrecido a Irán sostener negociaciones directas. Inicialmente ni Ahmadineyad ni sus acólitos mostraron interés. Sin embargo, muy recientemente han dicho que estarán encantados de mantener conversaciones, pero sobre el respeto por los “derechos de las naciones” y temas de ese tipo, no sobre abandonar su programa de armas.
 
Una sólida mayoría bipartita en el Congreso ha preparado legislación que impondría lo que la Secretaria de Estado Hillary Clinton ha llamado “sanciones paralizadoras”, ya que resultarían en el corte del suministro de gasolina importada a Irán. Sin embargo, hasta ahora el presidente Obama no ha mostrado mucho apremio en probar si ese tipo de presión podría resultar efectiva.
 
Para defender a Europa - y a las tropas americanas allí estacionadas - ante la posibilidad de un ataque iraní de misiles hará falta un “tercer emplazamiento”. Estados Unidos mantiene actualmente un emplazamiento de misiles terrestres en Fort Greely (Alaska) y otro en la base aérea de Vandenberg (California). El tercer emplazamiento estaría en Polonia (10 interceptores de misiles) y la República Checa (una instalación de radar). Esto generaría “la protección más rápida y más rentable contra los misiles de largo alcance que Irán proyecta tener antes de 2015” según indicaban recientemente en un editorial el teniente general retirado Trey Obering, ex jefe de la Agencia de Defensa Antimisiles, y Eric Edelman, investigador del Centro para el Análisis Estratégico y Presupuestario. Los autores también indicaban que esos interceptores se han probado a fondo.
 
Sin embargo, mientras escribo este artículo, fuentes bien informadas en el Congreso me cuentan que este jueves el presidente Obama acabará oficialmente con el tercer emplazamiento. ¿Por qué? Aparentemente se debe a que Moscú se opone al despliegue a pesar de que los interceptores no podrían ser una posible amenaza para Rusia ya que solo servirían para bloquear un limitado número de misiles iraníes.  
 
Se podría decir casi con certeza que las objeciones del Kremlin se deben más a sus ambiciones de dominio regional que a problemas de seguridad. Lo que consiga Obama con esto, si es que logra algo por esta capitulación, está por verse.
 
No obstante, los rusos no son los únicos que se oponen a la defensa antimisiles. También hay una extraña coalición que han convertido el asunto en algo polémico y a los que se les podría denominar como los ideológicamente equivocados, los incorregiblemente ingenuos y los incurablemente miopes.
 
En la primera categoría están los que creen que Estados Unidos e Israel provocan la mayor parte de los problemas en el mundo y que la solución es por tanto “reparar los agravios” de los que nos odian, en lugar de que nos protejamos de ellos.
 
Los miembros del segundo grupo se han autoconvencido de que dejarnos vulnerables y promover 0el desarme global servirían como ejemplo moral que autócratas como el ayatolá Ali Jamenei, Vladimir Putin y Hugo Chávez seguirían con toda seguridad.
 
En la tercera categoría están los empresarios, mayoritariamente en Europa, que venden cualquier componente de armas a los gobernantes de Irán con tal que paguen. Lo mismo se puede decir de los rectores universitarios, muchos en Estados Unidos, que preparan a científicos nucleares iraníes ya que no hacerlo podría ser visto como discriminación.  
 
Otros oponentes de la defensa antimisiles indican que, durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética evitaron el conflicto nuclear gracias a la doctrina MAD: Destrucción mutua asegurada. Pero yo, como alguien que en su día fuera corresponsal en la Unión Soviética y durante los inicios de la República islámica, le puedo decir que, aunque la Unión Soviética era el “Imperio del Mal”, no era irracional. Los comunistas rusos no veían futuro alguno en un Armagedón nuclear que los llevara a un paraíso habitado por vírgenes de ojos negros; pocos estaban dispuestos a sacrificar sus vidas para que otros comunistas pudieran triunfar. No se puede decir lo mismo de las diversas clases de yihadistas militantes. ¿Habríamos tenido manera alguna de disuadir a los que atacaron el World Trade Center y el Pentágono hace 8 años este mes?
 
El tercer emplazamiento no solo habría ayudado a contrarrestar la creciente amenaza de misiles balísticos de Oriente Próximo, también habría reforzado la seguridad transatlántica. Como indica Reuel Marc Gerecht, investigador de la Fundación por la Defensa de las Democracias, los atlanticistas europeos - que no pertenecen a un club muy boyante que digamos - “se la han jugado tanto en la República Checa como en Polonia. El fin del tercer emplazamiento garantiza que “las fuerzas proamericanas en toda Europa se verán gravemente afectadas”  y que “el extendido reflejo europeo de apaciguar a Rusia” probablemente crecerá, “quizá de manera exponencial”.
 
Al mismo tiempo, los mulás de Irán estarán encantados. Ellos lo verán como debilidad. Y la encontrarán provocativa, como es costumbre en los tiranos.
 
Los americanos están enormemente a favor de la defensa antimisiles, según revela encuesta tras encuesta. Pero muchos no se dan cuenta de que lo desplegado hasta ahora no es lo suficientemente adecuado ante la creciente amenaza. Estamos animando a nuestros enemigos a invertir en tecnologías de armas cada vez más avanzadas convenciéndolos de que, en el momento que quieran, serán capaces de superar nuestro anticuado sistema.
 
La política americana debería diseñarse para despertar la respuesta contraria: Debería poner muy en claro a nuestros enemigos que los recursos que gasten en bombas atómicas y misiles serán un desperdicio porque tenemos los medios y las ganas para bloquearlos. Los científicos americanos están proporcionando los medios. A diferencia del senador DeMint, poquísimos políticos americanos están proporcionando las ganas.
 

©2009 Scripps Howard News Service
©2009 Traducido por Miryam Lindberg
 
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias, institución investigadora dedicada al estudio del terrorismo.