Trump nos trae la esperanza

por GEES, 21 de enero de 2017

Hace ocho años Obama exclamó en las vísperas de su primera elección a la Presidencia que « estamos a cinco días de transformar fundamentalmente los Estados Unidos de América ».  Después de lo visto el 20 de enero de 2017 se puede afirmar que, gracias a Dios, ha fracasado. Lo que significa el discurso inaugural de Trump es el regreso a la América de los Padres Fundadores.
 
Los « demócratas » europeos, en cancillerías y medios, llevaban dos meses, que la peculiar transición de poder en Estados Unidos les ha concedido graciosamente, evaluando que, claro, una cosa son las promesas de campaña y otra cosa es lo que se hace en el gobierno. Cree el ladrón que son todos de su condición. De ahí su sorpresa e indignación ante la alocución del Presidente Trump.
 
El despotismo presuntuoso que es el nombre del régimen en que se han tranformado las democracias liberales que Estados Unidos implantó en Europa tras la II Guerra Mundial – menos la española - llora porque advierte el fin de su reino. Hasta ahora su reacción se ha limitado a las tradicionales armas de la propaganda y la mentira que ofrecen como brioches de maría antonietas del presente a las masas hambrientas de pan y libertad.
 
Trump ha dejado claro con la puntualidad y ejemplaridad de un acto impecable – con rezos iniciales y finales, cantos patrióticos y religiosos y protocolo admirable – que se inicia una nueva era consistente en la sustitución de un antiguo régimen fallido. Se ha usado el Estado Administrativo – lo contrario del Estado de Derecho, el apoderamiento de las burocracias por encima de los intereses del pueblo – para repartir bienes entre grupos de presión afines. Se acabó. El statu quo político en que ni izquierda ni derecha se salen de los márgenes de esa apropiación de la democracia para aventajar a los amigos y desatender al ciudadano y contribuyente de a pie ha llegado a su fin.
 
Ya Reagan había exclamado que « somos una nación que tiene un Estado y no al revés ». Cuando Trump dijo el viernes que la transición no es entre Obama y él sino entre el poder de Washington DC y el del pueblo, estaba diciendo lo mismo. Ya Reagan habló hasta la extenuación de la « ciudad brillante sobre la montaña » aludiendo al sermón de las bienaventuranzas. Cuando Trump dijo que el cambio fuera de sus fronteras se realizará por virtud del ejemplo del « brillo » de la democracia americana, estaba diciendo lo mismo. Ya Reagan dijo que su estrategia respecto al Imperio del Mal Soviético era « nosotros ganamos, ellos pierden ». Cuando Trump dijo que erradicaría al terrorismo islámico de la faz de la tierra estaba diciendo lo mismo.
 
Por último, proclamó que América será lo primero, escandalizando así al chabacano globalismo que impregna un mundo occidental que ha dejado de conocerse a sí mismo. ¿Acaso el consejero delegado de una empresa exclama en la Junta de Accionistas que son las demás compañías lo primero para él ? Aunque sea de boquilla, los presidentes de cualqueir país europeo o foráneo ¿ponen su esfuerzo en mejorar las naciones aledañas y no la propia ? Es más ¿cuando cada uno abandona su casa para trabajar en la mañana anuncia en la calle que lo primero es hacer progresar a la vecina del sexto ? A Trump le paga el sueldo el pueblo americano y si no pone a éste en el primer lugar está cometiendo un fraude, la mayor de las corrupciones.
 
Durante la retransmisión de la cadena americana Fox de los acontecimientos de la inauguración se dio la palabra a Steve Hilton, un antiguo consejero del primer ministro británico David Cameron. Opinó que lo que Trump intentaba hacer era volver a poner el poder en las manos de los ciudadanos, « en lo que nosotros fracasamos » debido a la fuerza de los intereses protegidos.
 
La diferencia entre los Estados Unidos y Europa es la mayor resistencia de los intereses creados ante esta marea democrática que afecta a Occidente y el mayor daño que hacen al conjunto de las naciones. Pero esta diferencia no es de sustancia, es de grado. Este es el temor del despotismo presuntuoso que hoy ocupa el poder. Y esta es la esperanza de los que creen que el ejemplo de los Estados Unidos acaso brille lo suficiente como para liberar a muchos más.