Turquía y el programa nuclear iraní

por Manuel Fernández Ordóñez, 27 de septiembre de 2010

(Publicado originalmente en el blog "El rincón de Fernández Ordóñez")

Durante los próximos meses hablaremos largo y tendido sobre el programa nuclear iraní, el antes y después de Ahmadineyad, el rol jugado por la IAEA, las negociaciones con el EU-3, el papel del Consejo de Seguridad de la ONU, las sanciones impuestas al régimen iraní, etc. Prometo un numeroso y nutrido grupo de artículos al respecto.

Sin embargo, hay cuestiones fundamentales en este asunto que son de difícil comprensión si uno no conoce los detalles ocultos tras el guión. Algunas de esas cuestiones podrían ser: ¿Qué hace un país miembro de la OTAN como Turquía ofreciendo su apoyo público a Irán? ¿Qué hace un país que pretende ser miembro de la Unión Europea boicoteando las negociaciones del EU-3 con Irán? ¿Qué hace un país perteneciente a las Naciones Unidas rechazando públicamente las resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU? Las respuestas a estas preguntas tienen un denominador común claro: la hegemonía energética y el futuro papel turco en el abastecimiento de gas a la Unión Europea.

Establezcamos el problema. La Europa de los 27 tiene una dependencia energética exterior del 54%.  El gas natural, a su vez, es una de las principales fuentes energéticas de la Unión Europea y (aquí está el problema) la mayoría del gas que se consume en Europa viene de Rusia. Para agravar la cosa aún más, el gas de Rusia llega a Europa a través de varios gasoductos, pero todos ellos atraviesan Ucrania o Bielorrusia. El resto ya lo conocen ustedes, de vez en cuando Ucrania cierra la tubería y de vez en cuando la cierra Bielorrusia. Los problemas entre las ex-repúblicas soviéticas y la madre patria acaban traduciéndose en cortes de suministro y restricciones en gran parte de países europeos. Recuerden las últimas crisis del gas ruso.

 

La Unión Europea, consciente (aunque muy tarde) de estos problemas, propuso la construcción de dos nuevos gasoductos: el North-Stream y el South-Stream. El primero de ellos se construiría atravesando el Mar Báltico, partiendo de Rusia  y entrando directamente por Alemania. Curiosamente este proyecto obtuvo el visto bueno cuando Schroeder era canciller alemán. Posteriormente, al dejar la cancillería, Schoreder pasó a ser ejecutivo de la empresa rusa Gazprom, que tiene el 51% del capital del proyecto. ¿Curioso, verdad?

La otra ruta sería el South-Stream que, a través del Mar Negro, entraría en Eruopa por Bulgaria, subiendo después hasta Austria o cruzando por Grecia y el Mediterráneo hasta Italia. Ahora bien, como diría un buen amigo mío: “haciendo esto seguimos dependiendo del mismo camello, Rusia”. Y tiene razón, siguiendo con el símil, ya que somos adictos al gas, sería inteligente tener más de un camello, por si algún día el nuestro habitual no está disponible.

Lo interesante sería un nuevo gasoducto cuyo gas no viniera únicamente de Rusia, diversificando el origen de las materias primas. Se propuso entonces el proyecto Nabucco. Esta línea traería gas de los campos de Turkmenistán y entraría en Europa a través de Turquía. Ahora bien, si miran ustedes el mapa podrán adivinar el origen de los intereses turcos en llevarse bien con Irán: el Mar Caspio. Para sacar el gas de Turkmenistán o de Kazajistán pueden seguirse dos caminos: o bien se atraviesa el Mar Caspio, lo cual es muy costoso, o bien convences al régimen de Teherán para que te deja montar la tubería en su territorio llegando directamente hasta la frontera Turca.

Turquía tiene un interés capital en que el proyecto Nabucco se lleve a cabo. Esto convertiría a Turquía en una de las llaves fundamentales en el flujo de  energía hacia Europa. La importancia estratégica de este hecho está ocasionando que el régimen de Erdogan le haga guiños intolerables al de Ahmadineyad. El último capítulo, perpetrado en la sede de la ONU en Manhattan, parece tener como argumento que Turquía podría estar ayudando a Irán a utilizar su sistema financiero para esquivar las sanciones económicas impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Convendría recordar nuevamente que Turquía es miembro de la OTAN y pretende entrar en el bloque de la Unión Europea. Aunque convendría recordar también que, si bien Turquía es una república laica, Erdogan la ha convertido -de facto- en una república islámica -moderada- con muchos lazos con la otra república islámica dirigida desde Teherán. El tema traerá cola.