¿Ucrania rendida?

por Manuel Coma, 20 de abril de 2014

Publicado en La Razon, 20 abril 2014

La diplomacia no hace milagros. Depende de lo que cada parte esté dispuesta a ceder y hasta dónde sea capaz de presionar o de resistir. Ya sabemos que Putin es fuerte en presiones y Occidente flojo en resistencias. Queremos a cualquier precio “paz para nuestro tiempo”, como dijo Chamberlain tras apaciguar a Hitler en Munich en 1938. Churchill le replicó proféticamente: “Pudo elegir entre guerra y deshonor, eligió el deshonor y tendrá la guerra”.

Lo que se jugaba en las negociaciones del jueves 17 en Ginebra entre USA, Rusia, UE y Ucrania no era desde luego una guerra mundial y oculta lo que tiene de poco honroso en vaguedades y omisiones. Probablemente no sea más que un acto diplomático para salvarle la cara a la diplomacia como método. Que se aplique es ya otra historia. El cómo ha de hacerse no está dicho o no es factible. El cortísimo comunicado viene a establecer un canje entre desactivación de las protestas prorrusas en el Este de Ucrania contra “proceso constitucional” a través de una amplísimo diálogo nacional. Los rusos no han conseguido ni siquiera la palabra “reforma” y han tenido que conformarse con dar por supuesto que del “amplísimo diálogo” han de obtener su objetivo de radical descentralización y neutralización del país. Washington y Bruselas tácitamente ya lo han concedido, tanto como Crimea. Ucrania no puede obtener más de sus desganados protectores y consigue ganar un poco de tiempo hacia la meta de las elecciones presidenciales del 25 de Mayo.

En cuanto al abandono de los desafíos prorrusos contra Kiev, el futuro es verdaderamente negro. Los ocupas armados de los edificios públicos en una decena de ciudades del oblast de Donetsk ya han dicho que el acuerdo no va con ellos. Los mediadores que se tendrían que encargar de los trámites no existen: El acuerdo confía lo esencial de la tarea a una “misión especial” de la OSCE, Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, que envía observadores a elecciones, no pacificadores a conflictos. Al tiempo que transcurrían las siete horas de la reunión de Ginebra, Putin celebraba en Moscú su maratón televisivo anual de cuatro horas, respondiendo a llamadas de todo el país. Impertérrito, aprovechó para condenar al ilegal gobierno ucraniano por sus actos de violencia contra pacíficos manifestantes, recordó que sigue teniendo el derecho de intervenir militarmente para protegerlos, y negó toda relación con las espontáneas protestas, aunque por primera vez, en nuevo desafío a Occidente, reconoció lo que hasta ahora había negado de plano: que sus militares sí habían intervenido en Crimea. Además dio una nueva vuelta de tuerca a sus reivindicaciones, desenterrando un nombre zarista para, más o menos, la zona actualmente conflictiva: Nueva Rusia.

Así pues, Ucrania sigue como estaba, sólo que bajo todavía mayor presión para seguir permitiendo a Putin actuar en el Este, con la misma amenaza de invasión, y el compromiso de iniciar un proceso de reforma constitucional que no satisfará a Moscú más que si deja al país en extrema debilidad y con sus vínculos con el Oeste bajo estricta supervisión del Kremlin. A las veinticuatro horas, el ministerio de exteriores ruso ya reinterpretó el documento en el sentido de que a quienes se refiere la entrega de armas no es a los prorrusos sino a los nacionalistas ucranianos. Rusia contaba, además, con que el papel de Ginebra sirva para desactivar una nueva ronda de sanciones, a cuya amenaza, también sólo un día después, Obama ha vuelto a recurrir.

La extrema desfachatez con la que Putin niega la evidencia de que son sus agentes militares y de inteligencia los que promueven y sostienen las ocupaciones de edificios públicos en el Este, plantea la cuestión de si humillar a Occidente alardeando su desprecio no será para él un objetivo todavía más importante que lo que se propone respecto a Ucrania. Sabe que no engaña a nadie y le proporciona popularidad en su país. La respuesta más rotunda la ha recibido del nuevo comandante en jefe de la fuerzas de OTAN. No puede hacer revelaciones basadas en datos de espionaje pero aludiendo a lo que está a la vista de todo el mundo, incluyendo videos colgados en la prensa, ha dejado bien claro que los protagonistas de esos actos son profesionales bien adiestrados y disciplinados, jerárquicamente organizados, desarrollando los mismos procedimientos que en Crimea, con las mismas armas. Su forma de actuar es impensable en milicias creadas hace pocos días o semanas. Por otro lado, los informes de prensa, que rara vez consigue estar presente, sobre manifestantes civiles que apoyan a aquellos, hablan, las raras ocasiones en que dan cifras, de unas pocas docenas, o un par de cientos. La inmensa mayoría de la población permanece pasiva, temerosa y harta.