Un simulacro de pluralismo

por Manuel Coma, 3 de marzo de 2012

(Publicado en La Razón, 3 de marzo de 2012)

 

Dicen los rusos que la diferencia entre presentarse a unas elecciones y hacerlo en solitario es la misma que entre una silla y una silla eléctrica. Putin ha dejado que se presenten a los líderes de los tres partidos que le comen de la mano a lo largo de todo el putinato, manteniendo así un simulacro de pluralismo, y a uno más, uno de esos supermillonarios que se crearon con el reparto entre pocos de la propiedad colectiva del pueblo soviético, Jodorkovsky, que desempeña la función de elemento externo al sistema. A todos los demás aspirantes se lo ha prohibido, sobre todo a Yavlinski, que desde la caída del comunismo ha mantenido en alto la bandera liberal, contra viento y marea, en terreno más que inhóspito. Podía haberse llevado el sufragio de los que desde hace tres meses se echan a la gélida calle para protestar y los sondeos le daban un 30% de intención del voto, mientras que a los otros cuatro candidatos sumados 39%, con lo que no cuadran las encuestas oficiales que auguran algo más del 50% para Putin. Sin un verdadero competidor todo encaja y el candidato inevitable puede llegar al 60%. Aun así, ha habido una cierta discusión entre analistas sobre si cabría la posibilidad de una segunda vuelta. El hombre fuerte de Rusia ha tenido la sensatez de no arrogarse esos ridículos porcentajes que casi se pasan del 100%, propios de los totalitarios, y no cabe duda de que la estabilidad que le ha proporcionado a su país y la prosperidad de estos últimos años le han creado un importante grado de aceptación, que, como sucede en los regímenes autoritarios donde las elecciones no son verdaderamente competitivas y los resultados siempre se maquillan, no es posible cuantificar. El pasado y futuro presidente, con un intermedio de jefe de Gobierno, ha enseñado, sin embargo, la orejita de su arrogancia anunciando que su intención es volver a presentarse para otros seis años más en el 2018. Fue puesto por  Yeltsin a la cabeza del Gobierno en  1999 con un récord en los índices de aprobación del dos por ciento. Al año siguiente ganó las elecciones gracias a su manejo del tema checheno y ahora nos dice que su expectativa es cumplir un cuarto de siglo en el poder. 


En lo que todo el mundo está de acuerdo es en que el putinismo tal y como ha sido conocido en los doce años anteriores ya no es viable. Los resultados no sorprenderán a nadie, pero lo interesante es el día después. Sólo él parece creer que todo será igual hasta 2024. La oposición activa que ha surgido en la calle es ya insoslayable.